Narrar las experiencias del avance del agronegocio: entre la fantasía de inclusión, las violencias y el trabajo comunitario (Pampa de Pocho, Córdoba, Argentina)[1]
Narrate the experiences of the advance of agribusiness: between the fantasy of inclusion, violence and community work (Pampa de Pocho, Córdoba, Argentina)
María de los Ángeles Ordoñez[2] y Nidia Abatedaga[3]
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Resumen
En Argentina la década de 1990 fue bisagra para el inicio de la implantación del agronegocio en zonas extrapampeanas, modelo productivo que continúa avanzando después de 30 años. Analizamos las particularidades de este proceso en la Pampa de Pocho, territorio del arco noroeste de la provincia de Córdoba (Argentina) “incluido” al modelo de producción y comercialización de commodities. Interrogamos estos procesos en clave de “fantasía” de inclusión atravesada por el ocultamiento de la violencia que caracterizaría la supuesta integración funcional de diferentes formas productivas a aquellas que el realismo capitalista propone en su narrativa dominante como vía para alcanzar el desarrollo. Las experiencias narradas por familias, pequeñas productoras, organizadas en el grupo de trabajo comunitario “Nuestras Granjas Unidas”, fluyen como contranarrativas al tensionar y desdecir estas fantasías. Para el análisis consideramos narrativas colectivas de la organización plasmadas en dos cartillas impresas; en entrevistas y espacios cotidianos de trabajo y organización, recuperadas del trabajo de campo realizado en el marco de la tesis doctoral de una de las autoras[4]. De este modo, indagamos sobre la posible configuración de contraesferas del espacio público en disputa a partir de la producción y puesta en circulación de contranarrativas asociadas a la experiencia local.
Palabras Clave: Espacio Público, Contranarrativas, Agronegocio, Fantasías de Inclusión, Trabajo Comunitario
Abstract
In Argentina the 1990s were a pivotal moment for the beginning of the implementation of agribusiness in non-Pampas regions, a productive model that continues to advance after 30 years. We analyze the particularities of this process in the Pampa de Pocho, a territory in the northwest arc of the province of Córdoba (Argentina) “included” in the commodity production and marketing model. We interrogate these processes in terms of a “fantasy” of inclusion permeated by the concealment of the violence that would characterize the supposed functional integration of different productive forms into those that capitalist realism proposes in its dominant narrative as a way to achieve development. The experiences narrated by families, small producers, organized in the community work group “Nuestras Granjas Unidas” flow as counternarratives by straining and contradicting these fantasies. For our analysis, we considered collective narratives from the organization captured in two printed booklets, in interviews and everyday work and organizational spaces, recovered from fieldwork conducted as part of one of the authors doctoral thesis. In this way, we investigate the possible configuration of counter spheres of the public space in dispute based on the production and circulation of counternarratives associated with the local experience.
Key words: Public Space, Counternarratives, Agribusiness, Fantasies of Inclusion, Community Work
Introducción
“Qué no venga el progreso a voltear
demasiado lo que se nos fue [...]”
José Luis Aguirre
Nos preguntamos por las narrativas asociadas a las transformaciones de un territorio históricamente habitado por formas de vida y producción campesinas (Maggi, 2015) que fue incluido al modelo de producción del agronegocio mediante un proceso de agriculturización. Interrogamos dichas transformaciones en clave de “fantasía” (Žižek, 1999) de inclusión, atravesada por el ocultamiento de la violencia que caracterizaría la supuesta integración funcional de diferentes formas productivas que el realismo capitalista propone (Fisher, 2016) como narrativa dominante. Existen experiencias narradas por familias, pequeñas productoras agroganaderas y campesinas, organizadas en el grupo de trabajo comunitario “Nuestras Granjas Unidas” (NGU) que tensionan, en tanto contranarrativas (Abatedaga et. al. 2024), estas fantasías de inclusión al desarrollo mediante el agronegocio. Consideramos los elementos narrativos que dan cuenta de conflictividades y resistencias. A partir de la experiencia de esta organización, pensamos que la persistencia de lo comunitario, un aspecto central de su narrativa identitaria, podría brindar pistas para pensar posibles configuraciones de contraesferas en disputa (Roldán, 2017) en términos propositivos. Esto habilita reflexiones sobre las formas de producir y visibilizar contranarrativas en el espacio público desde la perspectiva de las familias que integran NGU, en tanto trazos de horizontes posibles y deseables para la organización colectiva desde la experiencia local (Negt y Kluge, 1993).
Entendemos que los procesos violentos de acumulación por desposesión fueron parte de los orígenes del capitalismo, pero no se limitan al momento de la acumulación primitiva detallada por Marx (1867) y complejizada por Federici (2010). Más bien, es posible reconocer, por su carácter cíclico, que la violencia es inherente a todas las fases de acumulación del capital (Luxemburgo, 1912) que se extienden hasta la actualidad asumiendo formas renovadas de explotación (Federici, 2010). Asistimos a un modelo caracterizado por su expansión mediante el despojo (Harvey, 2005) que adopta expresiones particulares en el ámbito rural. Analizamos desde esta perspectiva el proceso de avance de la frontera agraria iniciado en Argentina a partir de la década de 1990. Esta década se plantea como bisagra de la implantación de paquetes tecnológicos propios del modelo del agronegocio en zonas extrapampeanas, consideradas menos productivas en comparación con la región pampeana - que ya se encontraba inserta en este modelo de explotación intensiva.
El noroeste de la provincia de Córdoba es uno de estos territorios sobre los cuales se han desplegado tres décadas de avance de la frontera agraria, con sus particularidades hacia el interior de los departamentos que lo componen. Estos procesos estuvieron favorecidos por factores asociados al neoliberalismo, al desarrollo tecnológico y a un contexto de creciente financiarización del capital que produjo una paulatina desaparición de formas de producción campesina. En esta oportunidad, centramos nuestro análisis en uno de esos territorios, se trata de la Pampa de Pocho, una pampa de altura formada por parajes y comunas de los departamentos Pocho y San Alberto. Ambos están ubicados en la región de Traslasierra, en la cual el agronegocio y el turismo son los dos sectores económicos de mayor importancia (Maffini y Maldonado, 2019).
En el primer apartado detallamos el enfoque metodológico, basado en el análisis de narrativas colectivas producidas por NGU, entrevistas a integrantes de dicha organización y observaciones participantes - trabajo de campo enmarcado en la tesis doctoral en curso[5]. En el segundo, expresamos el marco teórico respecto a la noción de ideología en articulación con la de violencia en torno a los síntomas y ausencias asociados a la conflictividad. En este apartado nos referimos a las narrativas conceptualmente, en tanto práctica de significación de la experiencia. En el tercero, damos cuenta de los procesos de “inclusión” de territorios al agronegocio a partir de antecedentes bibliográficos en torno al arco noroeste de la provincia de Córdoba en general y a la Pampa de Pocho, en particular. Recuperamos esquemáticamente el análisis sobre estas transformaciones a partir de los datos aportados por los últimos Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de 1988, 2002 y 2018. En cuarto lugar, abordamos cómo las contranarrativas manifiestan síntomas que expresan violencias estructurales, así como sentidos construidos respecto a las experiencias de organización comunitaria. Por último, planteamos las principales conclusiones e interrogantes que dan continuidad a nuestro trabajo.
Precisiones metodológicas
Proponemos pensar la experiencia particular “en términos relacionales” (Bourdieu y Wacquant, 2014) desde una perspectiva histórica a partir del análisis dialéctico de las relaciones de fuerza que conforman el entramado estructural de producción y reproducción de las narrativas. Incluimos un análisis de las transformaciones productivas en base al análisis comparativo de los datos estadísticos aportados por los CNA de 1988, 2002 y 2018. Estudio que forma parte de la mencionada tesis de Doctorado, de la cual retomamos conclusiones preliminares respecto a los cambios en la superficie explotada y la cantidad de explotaciones agropecuarias (EAP)[6], el crecimiento o decrecimiento del número de EAP y hectáreas controladas de acuerdo a su tamaño (de acuerdo a la cantidad de hectáreas que controlan); los cambios en el tipo de uso de la tierra y la distribución de los tipos de cultivos en la superficie implantada.
Los procesos de construcción colectiva de narrativas identitarias son la manera en que los grupos se hacen inteligibles para sí y para los otros, por lo tanto, deben ser abordadas con metodologías específicas. Analizamos las narrativas orales de familias pequeñas productoras, campesinas, organizadas. Sujetos que no forman parte del sector dominante y expresan “memorias subterráneas” (Pollak, 2006) que pueden emerger, encontrar un lugar de escucha y marcos que hacen posible que sean decibles durante las entrevistas. Éstas son un “proyecto compartido” del que participa tanto la persona entrevistada como quien realiza la entrevista, aunque esta participación no sea armónica (Portelli, 1991). Las fuentes orales, a diferencia de las escritas, se conforman como tales a partir de la demanda de la investigadora, pues “el testimonio es sólo un recurso potencial hasta que los investigadores le dan existencia” (p.47). Recuperamos los aportes de Pollak (2006) en torno a la historia oral como metodología para el estudio de las narrativas sobre los procesos de transformación territorial que involucran sentidos de las experiencias de los sujetos arraigados en la memoria de los acontecimientos. Precisamente, junto a Portelli (1991) comprendemos que la historia oral nos habla sobre los significados de los acontecimientos. Se trata del relato de la experiencia del pasado, memorias narrativas producidas en el marco entrevistas donde los sujetos elaboran significaciones respecto de la propia experiencia que otorgan acceso a “las formas en que las personas experimentaron ciertos acontecimientos del pasado (...) los sentidos que esos hechos cobran en los marcos sociopolíticos y situaciones personales que atraviesan los entrevistados en el presente” (Lacombe, 2017, p. 4).
Por lo dicho, tendremos en cuenta las entrevistas a integrantes de NGU y el trabajo de campo realizado durante la tesis de Maestría[7] y el actual proceso de investigación enmarcado en la tesis de Doctorado al que ya aludimos. Dicho trabajo implicó la observación participante (Guber 2004) de jornadas de trabajo, reuniones formales e informales y eventos a los cuales fue invitada la organización. Entendemos la observación participante como una técnica de obtención de información, producción de datos y de análisis que involucra el ejercicio de la reflexividad, ya que “en virtud de un proceso reflexivo entre los sujetos estudiados y el sujeto cognoscente, la observación participante es en sí un proceso de conocimiento de lo real y, al mismo tiempo, del investigador” (Guber, 2004, p.113). Así la participación deja de ser una mera herramienta de obtención de información para convertirse en el “proceso mismo de conocimiento de la perspectiva del actor” (p.121).
Buscamos “evitar la tendencia a construir versiones esencialistas y estáticas” y respetar la capacidad de los sujetos de “transformar sus culturas y sus mundos” (Rockwell, 2009, p.185). Pensamos en procesos de co-construccíón de conocimientos desde una “versión pluriversalista, procurando que el estatus que se le otorga a las construcciones teóricas de la ciencia moderna no invalide la posibilidad de otros saberes, no académicos, neutralizando el potencial transformador de los mismos en su dimensión de praxis” (Echavarría y Equipo Coconstruidas, 2013, p. 51). Recuperando postulados de la Investigación Acción Participativa (Fals Borda, 1978 y 1981) ponemos el acento en el conocimiento práctico y la capacidad de reflexión de los actores de la comunidad, aportando su propia formación y experiencia para generar procesos basados en la noción de “praxis” (Vizer, 2002) como proceso de construcción de conocimiento que propone una asociación entre acción y reflexión, así como entre teoría y práctica.
Consideramos por ello las narrativas producidas en grupos de discusión (Scribano, 2008b) en su adaptación como reuniones de vecinas y vecinos, encuentros semi formales que favorecen el involucramiento y participación activa de miembros de la comunidad, en este caso, de NGU. Esta metodología posee el valor teórico necesario para captar las narrativas que desarrollan los sujetos en la práctica, en procura de que las experiencias sean narradas desde la posición y el punto de vista de quienes son protagonistas. La dinámica incluye la definición de agenda de temas, la identificación de puntos de interés para reconocer problemáticas particulares. Tendremos en cuenta la sistematización de un espacio del cual participaron integrantes de todas las familias de NGU, que tuvo como tema central el debate e intercambio respecto a datos sobre las transformaciones productivas a partir de los CNA respecto a la variación en los departamentos San Alberto y Pocho en torno a las mismas variables que comentamos en el tercer apartado. Mediante preguntas disparadoras se abrió el diálogo para que las y los participantes del encuentro pudieran expresar sus experiencias en relación a los datos, así como brindar explicaciones sobre el modo en que ven esos cambios o no en sus territorios y cuáles podrían aludir a otras zonas de los departamentos. Es decir, expresan el modo en que comprenden esos acontecimientos y su vínculo con sus experiencias.
En el espacio de bordes se produce el encuentro entre las relaciones de fuerza del afuera constitutivo con sus fantasías dominantes de no-violencia en la inclusión del agronegocio y los síntomas protagonizados por la experiencia de los sujetos que integran las organizaciones. Para analizar este espacio abordamos el proceso de reflexión colectiva de NGU por su potencial para abrir intersticios desde donde reconocer disputas de los sentidos dominantes. El diálogo condujo a dos producciones colectivas significativas en términos de contranarrativas de bordes que se analizan como emergentes intersticiales contra conceptuales: una cartilla de presentación (2015) y la cartilla "Energías Vivas" (2023). La primera fue elaborada a partir de reuniones con sus integrantes, quienes expresaron los aspectos que definían a la organización en ese momento. Surgió a raíz de una necesidad sentida por la organización que consideró importante contar con un material gráfico impreso que sintetizara quiénes son, sus objetivos, actividades y vías de contacto[8]. La construcción de la segunda fue parte un proyecto interdisciplinario e interinstitucional de investigadoras de la provincia de Córdoba junto a dicha organización[9]. El mismo consistió en diversas metodologías participativas que incluyeron talleres de formación, debate y producción de narrativas, así como mapeos del territorio a partir de visitas a las familias que integran la organización. El foco de los encuentros estuvo puesto sobre el acceso, control y uso de recursos energéticos; las desigualdades existentes y las estrategias; saberes y tecnologías empleados para resolver las problemáticas derivadas de dichas desigualdades.
La metodología propuesta analiza relacionalmente las narrativas dominantes que aquí conceptualizamos como "realismo capitalista" (Fisher, 2016) con las que aparecen contra conceptualmente como autonarraciones que constituyen medios críticos a través de las cuales los integrantes de NGU hacen inteligibles el mundo, que no son su posesión, sino el resultado del intercambio social. En este sentido, empleamos el análisis de la conflictividad social propuesto por Scribano (2008a) a partir de la descripción de síntomas que expresan ausencias o puntos de quiebre. Precisamente buscamos en las narrativas aquellos puntos de quiebre que desdicen la narrativa dominante al expresar las experiencias de los sujetos sobre el proceso de avance o inclusión del territorio que habitan. Para este análisis tomamos elementos que Gergen (2007) reconoce como centrales en las narrativas contemporáneas: el establecimiento de puntos finales con valor del relato y la selección de eventos relevantes y relaciones causales para llegar a dicha meta. Por lo tanto, las contranarrativas que dan cuenta de las violencias y conflictividades serán articuladas con los puntos finales con valor y los vínculos causales planteados por las narrativas de las familias pequeñas productoras. Puntos finales que tienen que ver tanto con la experiencia problemática de las desigualdades como con las prácticas llevadas adelante por la organización para afrontarlas.
Precisiones conceptuales
Ideología: síntomas, ausencias y violencia
Para reconstruir la noción de ideología - sobre la cual asentamos el análisis de las narrativas - tomamos la definición de Žižek (2003), quien la considera como la “matriz generativa que regula la relación entre lo visible y lo no visible, entre lo imaginable y lo no imaginable, así como los cambios producidos en esa relación” (p.7). No son ilusiones o procesos mentales meramente simbólicos, pues implican una relación de determinación dialéctica, ya que “la realidad material que se explicita como estructura social, determina dialécticamente a las formaciones ideológicas” (Silva 1984, p. 191). Así como la ideología no se reduce a lo simbólico, tampoco es un proceso individual, ya que, aunque se concrete en los individuos, es social. Se trata de “un lenguaje” que “reproduce en el interior de cada individuo las relaciones de producción materiales que se dan en un determinado modo de producción” (p. 219). Al respecto, Boito (2012) señala la importancia de reconocer que lo ideológico tiene que ver con la organización de las prácticas dentro de formaciones sociales específicas y subraya que es preciso reconocer “la objetividad o el carácter material de las creencias” (p. 35). Al comprender a las fantasías como “materialización de creencias ideológicas en una formación social determinada”, como “creencias en las que habitamos/nos habitan” (p. 49) las pensamos en relación con los procesos de modelización de lo deseable y lo posible en ciertos momentos históricos. De hecho, Žižek (1999) afirma que la fantasía constituye el deseo proveyendo las coordenadas respecto al mismo. En este sentido, comprendemos las narrativas dominantes asociadas al agronegocio como parte de la matriz ideológica del capitalismo, que proponen formas posibles y deseables de habitar la ruralidad.
La ideología tampoco se refiere a lo falso (Žižek, 1999), pues lo importante no es el contenido positivo como tal sino “la lógica misma de la relación de dominación” que precisa “permanecer oculta para ser efectiva” (p. 15). Recuperamos la noción aportada por este autor respecto a la de fantasía, que crea al mismo tiempo aquello que quiere ocultar además de funcionar como escenario fantasmático que opaca el horror de lo Real. Y agrega que, para garantizar su funcionamiento, “es necesario que la fantasía permanezca implícita, debe mantener cierta distancia con respecto a la textura implícita simbólica que sostiene” (p. 26). En esta dirección, la fantasía implica siempre una negación del antagonismo, que crea al ocultarlo (Scribano, 2008). En este caso, nos enfocamos en la fantasía de la no violencia, asociada a la propuesta de inclusión de territorios al modelo del agronegocio como vía para alcanzar el desarrollo. Sin embargo, comprendemos que la violencia es inherente tanto al momento de la “acumulación originaria” (Marx, 1867) como a todas las fases de acumulación del capital que precisa avanzar sobre nuevos territorios y despojar sujetos cíclicamente (Luxemburgo, 1912; Federici, 2010). Hablamos de la violencia que pone en marcha mecanismos de “acumulación por desposesión” (Harvey, 2005) que, priorizando al territorio como negocio, pone en riesgo los propios ecosistemas y las relaciones sociales asociadas a ellos. De hecho, genera conflictos ecológico distributivos donde la disputa se asocia a la apropiación de la riqueza generada por la transformación del capital natural en económico (Martínez Alier, 2004) y a las relaciones sociales y condiciones que posibilitan la reproducción de sujetos económicos, sociales y políticos (Cáceres et al., 2010). Por lo cual, el despojo “también destruye sujetos” (Mançano Fernandes, 2009, p. 13). La distinción de la “violencia objetiva” de Žižek (2010) será de utilidad para abordar los procesos asociados al avance del negocio en el agro, ya que se refiere a la violencia inherente, sistémica, que se mantiene “invisible”. Se trata de una violencia que “ya no es atribuible a los individuos concretos y a sus ‘malvadas’ intenciones, sino que es puramente ‘objetiva’, sistémica, anónima” (p. 23).
Para el abordaje de estas violencias, consideramos el análisis de la conflictividad social propuesto por Scribano (2008a) a partir de la descripción de síntomas que expresan ausencias: rupturas, espacios en blanco. Son “deslices” (Žižek, 2003), corrimientos de los velos de las fantasías que permitan “indicar los lugares desde donde ese planteo de totalidad -abstracta, ideológica- no cierra” (Boito, 2012, p. 25), narrativas que desdicen las fantasías. Entendemos que la propia presencia de acciones colectivas y las narrativas que condensan identificaciones también colectivas, hablan de procesos de conflictividad que desdicen las universalizaciones o totalizaciones del “realismo capitalista” (Fisher, 2016) que se presentan como algo similar a “una atmósfera general” (p. 41) planteada como obvia. Es precisamente desde esa obviedad que el capitalismo ocupa – o pretende ocupar – sin fisuras el horizonte de lo pensable y deseable (Žižek, 2003; Boito, 2013 y 2014). Como plantea Boito (2012), lo ideológico puede ser pensado como punto ciego desde el que miramos, por lo que el ejercicio propuesto busca ese punto para mirar lo evidente, lo obvio, a partir de escenas cotidianas ubicadas en el registro de lo visible, y establecer preguntas sobre ellas. Es en este sentido que abordamos las narrativas de las experiencias de quienes integran NGU, indagando sobre ellas en clave de síntomas que manifiestan fisuras de las fantasías de inclusión y no violencia.
Narrativas como significación de las experiencias
La narrativa, en tanto práctica social, está asociada a la posibilidad/capacidad de los sujetos de narrar sus experiencias y narrarse a sí mismos como ejercicio de supervivencia (Martin-Barbero, 1989). Consideramos la propuesta de Ricoeur (1999 y 2011) referida a la identidad narrativa y comprendemos que el carácter común de la experiencia humana se señala, articula y aclara en el acto de narrar, en todas sus formas (Ricoeur, 2000). Por lo que el proceso de construcción colectiva de narrativas identitarias es la manera en que los grupos se hacen inteligibles para sí y para los otros. Esto se produce en medio de relaciones desiguales de poder entre sujetos que tienen mayor o menor incidencia sobre la objetivación y representación del otro y de sí mismos (Bourdieu, 2011). Las narraciones siempre están inscriptas en marcos culturales y sociales que delimitan lo que “merece ser contado y la manera de contarlo” (Ford, 2001 en Rincón, 2006, p.90), estableciendo espacios de lo decible. En este campo de disputas, con mayor o menor éxito, los actores ponen en juego estrategias para mejorar o sostener su posicionamiento y así “participar con mejores herramientas” para expresar sus propias narrativas (Ordóñez, 2019, p. 183). La noción de “memorias subterráneas” aportada por Pollak (2006) es de utilidad para pensar en las narrativas sobre experiencias que, aunque no son las dominantes, sostienen circuitos de circulación y participan en la disputa por ampliar los espacios de lo decible garantizando su reproducción hasta encontrar condiciones de escucha para tensionar las memorias y narrativas dominantes. Se trata de un campo de disputa asociado a las luchas por la posibilidad de nombrar y nombrarse, de contar su experiencia y sostener su existencia. En este sentido, Rincón (2006) asocia directamente la cultura de la narración con las estrategias de supervivencia, resistencia e imaginación de la vida. En sus palabras: “aunque no tengamos nada, tenemos relatos para explicarnos e imaginarnos” (p. 87).
De acuerdo a lo dicho, entendemos a la narración como forma de intercambio de experiencias (Benjamin, 2008), porque en ella otorgamos un orden a los acontecimientos, los significamos y articulamos con el pasado y el futuro (Rincón, 2006). Testimoniar, silenciar, olvidar o recordar “son acciones que los individuos y grupos usan para comunicar y posicionarse socialmente” (Da Silva Catela, 2006, p. 13). La autonarración integra las explicaciones de los sujetos sobre las relaciones entre eventos “relevantes para el yo a través del tiempo” como parte de un proceso que no es meramente individual, ya que implica “formas sociales de brindar explicaciones o discursos públicos” (Gergen, 2007, p. 157). En este sentido, son modos de lograr presencia en el espacio público con la expectativa de obtener reconocimiento social positivo (Gergen, 2007), de acumular capitales políticos y simbólicos, en términos bourdianos.
Tomamos de Ricoeur (2004) la idea de que identificar es relacionar, lo “relativo a otra cosa distinta de lo mismo” (p.5); y de Arfuch (2005), la definición de las identidades como “cualidades relacionales contingentes” (p. 14). En este sentido, comprendemos el aspecto vincular de la identificación al concebirla como “punto de encuentro entre los discursos y prácticas que intentan ‘interpelarnos’, hablarnos como sujetos sociales de discursos particulares” (Hall, 2003). Por ello, entendemos que las narrativas no son meros transmisores de una realidad exterior a ellos, no reproducen ni reflejan nada, más bien producen la realidad social de la que hablan, desde diferentes emplazamientos (Verón, 1999) desde los cuales interpretan dicha realidad. Conforman un campo de disputas de relaciones sociales – económicas e ideológicas – sitio de confrontación discursiva (Hansen, 1993) entre grupos hegemónicos y sectores dominados que protagonizan confrontaciones narrativas desde posiciones desiguales.
Las narrativas dominantes, integradas a la matriz ideológica, configuran una experiencia alienada, que tiende a obturar las posibilidades de tender redes por fuera de los límites del horizonte propuesto como fantasía implícita. Producen un bloqueo de la experiencia social que puede cuestionarse en los espacios intersticiales que se abren en las contradicciones que presenta la relación dialéctica entre esfera pública burguesa y esfera pública de producción (Roldán, 2017). Comprendemos a la formación de identidades narrativas de liberación y multívocas, que McLaren (1994) denomina identidades de borde, como resultado de contranarrativas que decidimos representar en el contexto de nuestra existencia cotidiana. Se encuentran ancladas en las prácticas sociales que configuran nuestra experiencia, son resultado de ellas y dan forma a la inversión afectiva en dicha experiencia. Estas narrativas muestran prácticas de subjetividad colectiva orientadas a neutralizar el bloqueo de la experiencia (Hansen, 1993). Que en las organizaciones sociales se puede observar en la construcción de un horizonte común transformador de la experiencia cotidiana, el cual requiere de procesos de auto reconocimiento grupal que evidencian prácticas de subjetividad colectiva con capacidad para producir narrativas épicas. Contranarrativas que configuran horizontes de experiencias colectivizantes, en disputa con experiencias fragmentadas y alienadas del capitalismo actual. En consonancia con lo afirmado sobre la necesidad de la fantasía de permanecer implícita, las contranarrativas cuestionan la obviedad de la atmósfera general y proponen en los intersticios evidencias de las acciones colectivas que muestran la conflictividad social. Estas formaciones encarnan la posibilidad de transformación, dado que contienen la potencia de proveer el medio para una organización diferente de la experiencia, que esté en relación y no separada de la vida cotidiana y las condiciones sociales de producción. En tanto no se propone transmitir el “puro” asunto en sí, sino que permite sumergirse en la vida del comunicante, dejar la huella del narrador adherida a la narración, y así develar su subjetividad (Benjamin, 2008). La disputa de este campo se produce entre estas fuerzas dominantes propias de la esfera pública burguesa y las esferas públicas que Negt y Kluge (1973) denominan “proletarias”, alternativas o de oposición. Éstas últimas son en sí mismas heterogéneas y constituyen un enorme espectro de circunstancias y prácticas contrahegemónicas protagonizadas por medios comunitarios y organizaciones de producción artesanal.
En este sentido, pensamos en aquellas contranarrativas de borde, subterráneas, que proponen contra conceptos que sugieren formas de vivir y comprender la experiencia cotidiana diferentes a las hegemónicas. Desafían a la esfera pública dominante procurando incidir sistemáticamente en diversos circuitos comunicacionales “cara a cara” y en espacios públicos digitales conformados por las redes sociales. Tomamos la narratología crítica para estudiar estos procesos de producción y circulación de narrativas en los bordes. En ámbitos formados por organizaciones sociales, en un contexto social que propone el análisis de una sociedad dialógica agonística, constituida por conflictos acerca de las diferencias (McLaren, 1994) cuyas crisis y sus dinámicas sociales son el motor de su funcionamiento. La conformación de la realidad a partir del análisis horizontal y colectivo, como configurador de la realidad social, se concibe como ámbito posible de sacar del ocultamiento y cuestionar las fantasías que difunden las narrativas dominantes.
Procesos de “inclusión” al agronegocio
En primer lugar, acordamos con Gras y Hernández (2020) cuando definen el agronegocio como un régimen global extractivista. La agricultura como negocio es un modelo socio-productivo sustentado en cuatro pilares: tecnológico, financiero, productivo y organizacional. Este modelo implica una reinvención de la relación entre agro y desarrollo, por lo que es presentada por los sectores dominantes como superadora de la dicotomía entre el agro y la industria. Propone un desarrollo no sólo económico-productivo, sino también social. Ya que acarrea un modelo de sociedad al impulsar “un cambio en las lógicas de acumulación, así como en las identidades individuales y colectivas, con consecuencias directas en las dinámicas territoriales” (p. 71) que expresan múltiples conflictos.
En cuanto a la Pampa de Pocho, es una pampa de altura (oscila entre los 1000 y 1300 msnm) rodeada por cordones de sierras, donde las temperaturas pueden llegar a ser muy bajas en invierno (hasta 15° bajo 0), las heladas son frecuentes y el régimen de lluvias escaso se concentra en los meses de verano. Está ubicada aproximadamente a 170 kilómetros desde la ciudad de Córdoba capital y se conforma por municipios, comunas y parajes de los departamentos Pocho y San Alberto. Comparte con la región del arco noroeste cordobés características geográficas, ecológicas y sociales que permiten caracterizarla como prioritariamente ganadera e históricamente habitada por formas de producción campesinas. Los antecedentes consultados (Decándido, 2019; Maggi, 2015; Preda, 2015; Cáceres et al., 2010; Salizzi, 2019) coinciden en describir al noroeste de este modo y en señalar que allí se produjo un progresivo avance de la frontera agraria moderna desde el año 1990 mediante la introducción del agronegocio a estos territorios que se profundiza en las décadas siguientes. Con particularidades propias de cada territorio, el agronegocio avanzó mediante la implementación de paquetes tecnológicos que responden a la necesidad de expansión del capital. Dichas transformaciones, plantea Salizzi (2019), pueden agruparse en tres etapas: 1) entre 1960 y 1990 el “impulso ganadero”, a partir de la década del 90 el “inicio de la expansión territorial del modelo productivo de los agronegocios” y, a partir del 2002 la “agriculturización del norte cordobés” (p. 161). El periodo que consideramos comprende las dos últimas etapas sobre las cuales analizamos los datos aportados por los CNA de 1988, 2002 y 2018. Al respecto señalamos esquemáticamente tres procesos interrelacionados que caracterizan el avance del agronegocio en los departamentos Pocho y San Alberto.
El primer proceso es la disminución de superficie total destinada a la actividad agropecuaria y la caída en la cantidad de EAP. Dos variables que permiten reconocer que en ambos departamentos menos explotaciones controlan menos superficie destinada a estas actividades. Entre 1988 y 2018 en Pocho se destinan 54 mil hectáreas menos para la agricultura y ganadería (-27%) y hay un 38% menos de EAP (216 EAP). Mientras que en San Alberto se explota el 50% menos de hectáreas (-149.600 has) y hay 63% menos EAP (644 EAP) en 2018 que en 1988. Estos cambios tuvieron impactos desiguales de acuerdo al tamaño de las EAP, ya que aparecen y crecen aquellas que controlan grandes extensiones. Como contrapartida, decrecen y desaparecen las medianas y pequeñas, correspondientes a las formas de producción familiares y campesinas. Lo que nos lleva a señalar un segundo proceso: concentración del uso y control de la tierra. El tercer proceso es la pérdida de la diversidad productiva, a partir de cambios en el uso de la tierra. Entre 1988 y 2018 en los dos departamentos incrementa la superficie implantada (destinada a cultivos anuales y perennes, forrajeras anuales y perennes) y disminuyó aquella destinada a otros usos como pasturas naturales o pastizales; bosques y/o montes naturales; superficie apta no utilizada y de desperdicio; y caminos, parques y viviendas. El incremento de la superficie implantada está asociado al crecimiento de ciertos cultivos a partir de la disminución o desaparición de otros. La pérdida de diversidad productiva se vincula directamente con el aumento de superficie destinada a los cultivos para granos - siendo casi totalitario el maíz - y con la aparición y crecimiento de superficie destinada a oleaginosas a partir del 2002. Principalmente hablamos de la soja, cultivo que mayor crecimiento tiene en cuanto a la superficie destinada al mismo, siendo casi la única oleaginosa implantada en los dos departamentos. En el 2018 se destinan 2 mil hectáreas más en San Alberto y casi 6 mil más en Pocho, donde ocupa casi la mitad de la superficie implantada - seguida por el maíz. Los cambios señalados implican avances que pretenden incluir al territorio de la Pampa de Pocho en el mercado de producción y comercialización de commodities como el maíz y la soja. Cambios que tienen impactos asociados a las transformaciones productivas requeridas por el predominio del monocultivo y la producción para exportación que trae aparejado: 1) el sometimiento de los precios al mercado internacional; 2) aumento de escala y consecuente incremento de la aplicación del paquete tecnológico basado en semillas transgénicas, siembra directa y agrotóxicos; 3) reemplazo de actividades ganaderas extensivas por prácticas intensivas que implican un fuerte contraste con los sistemas productivos campesinos (Maggi, 2015).
Como dijimos, el avance del agronegocio no se produce en el vacío ni en base a la ampliación de nuevas superficies explotadas, sino sobre la concentración del uso y control de la tierra en menos manos y para producir menos diversidad de cultivos. Las transformaciones mencionadas tienen consecuencias sobre las formas de reproducción familiar y campesina, implicando la pérdida de diversidad productiva por la vía del desplazamiento de cultivos regionales y de la actividad ganadera extensiva, que no generan la misma rentabilidad en comparación a la soja (Maggi, 2015; Huerta, Geremía y Ordóñez, 2024). Sin embargo, la narrativa dominante del desarrollo puede plantear estas pérdidas como parte de los costos del “progreso" configurando las claves para la aceptación de la fantasía de la inclusión que garantiza la expansión del agronegocio. Como veremos a continuación, en las relaciones de fuerza que se producen en los bordes, entre las narrativas del agronegocio que pujan por sostener y profundizar esa fantasía dominante y los intercambios familiares que producen reflexiones críticas contra conceptuales, se pueden observar indicios de conflictividad y la búsqueda de estrategias que disputen aquella fantasía.
Síntomas de la violencia y la presencia de la organización comunitaria en las narrativas de NGU
En el contexto de transformaciones que acabamos de describir, en el año 2011, surge el grupo de trabajo comunitario Nuestras Granjas Unidas. El cual está integrado por 12 familias que viven y trabajan en la Pampa de Pocho, al igual que sus antepasados. La mayoría se ubica dentro del grupo de EAP que controlan menos de 25 hectáreas (solo dos poseen entre 25 y 100 ha). La organización de su trabajo es familiar, con una producción diversificada: la actividad central es la ganadería menor (porcina, caprina y ovina) que integran con la avicultura (carne y huevos), la horticultura, la ganadería mayor (vacuna) y la siembra de pastura para alimentación del ganado. La mayor parte de la producción es empleada para el autoconsumo, el excedente es comercializado por la venta directa a consumidores o comercios de la zona o intercambiado mediante el trueque. La apropiación de los ingresos generados es familiar y se complementa con el Salario Social Complementario y las Asignaciones Universales por Hijo/a (Ordóñez, 2019).
En la cartilla “Energías Vivas” sostienen que lo colectivo y lo común son estrategias de organización, formas de acción para llevar la vida adelante” (2023, p. 6). La narrativa colectiva presente en su cartilla de presentación menciona al trabajo comunitario como “motor de la organización” (p. 1) y como forma mediante la cual resisten “el avance del individualismo, el egoísmo y la deshumanización que quiere imponer el dinero sobre la vida” (p. 1). Explícitamente expresan que sus acciones están orientadas a “mantener viva la cultura de vida en el campo”, para que sobreviva su forma de vida, la cual es asociada a valores como “el compañerismo, la solidaridad, la amistad, el respeto, la humildad y la igualdad” (p. 1). El funcionamiento de NGU está centrado en jornadas de trabajo comunitarias rotativas en los campos de las familias, en esos espacios se intercambian saberes y el trabajo propiamente dicho sin mediar el pago en especies o dinero. No se controlan los horarios ni el tiempo de trabajo, sin embargo, se valora positivamente el compromiso de estar presentes o colaborar de alguna forma. Quienes integran NGU señalan la importancia de las jornadas para encontrar soluciones a problemáticas que de forma individual serían difíciles de afrontar, porque no cuentan con recursos para contratar mano de obra o les resulta más dificultoso obtener financiamientos estatales, por ejemplo. Un integrante afirma que saben que juntos pueden mejorar sus condiciones de vida, y que “no es lo mismo cuando uno trata de hacer las cosas sólo, entre todos vamos a llegar más lejos”[10].
En su cartilla de presentación, NGU define sus actividades como técnico productivas; relacionadas con infraestructura básica en el medio rural para garantizar condiciones de vida dignas; de formación, organización y gestión de recursos. Algunas de estas acciones son: compras comunitarias; talleres de capacitación; viajes para conocer otras experiencias; charlas en las escuelas de la zona; talleres de elaboración de dulces, quesos y repostería; ferias; pasantías en las que reciben a estudiantes universitarios; reuniones con miembros de instituciones públicas del sector (INTA y SAF). El grupo también sostiene reuniones periódicas de las que participan quienes integran las familias en donde definen las actividades que van a realizar. Son espacios cara a cara para organizar las distintas actividades que realizan en los que siempre hay momentos para conversar sobre la salud, el trabajo y la familia. En otros casos la comunicación se realiza mediante un grupo de WhatsApp, medio por el cual se envían saludos de cumpleaños, condolencias en casos de fallecimientos de familiares, chistes, fotos de las jornadas de trabajo u otras actividades del grupo o de la zona (Huerta, Geremia y Ordóñez, 2024). Este espacio contribuye a sostener los vínculos de los lazos socio afectivos entre quienes forman parte de NGU, quienes también realizan actividades como el acompañamiento de procesos de cuidados de salud-enfermedad; organización de festividades, encuentros informales y acciones asociadas a prácticas cotidianas de sostenimiento de lazos, sobre todo entre mujeres y cuerpos feminizados. Las mismas permiten “aliviar las tareas de cuidado de las infancias; cuidados y aportes solidarios ante enfermedades; compras solidarias en centros urbanos; intercambios y trueques” (Huerta, Geremía y Ordóñez, 2024, p.19). En la narrativa de NGU, se valora el acompañamiento y el sostenimiento de vínculos como evento relevante para sostener la vida y permanecer en el territorio, se trata de prácticas cotidianas de encuentro, compartir mates, festejar cumpleaños y casamientos, saludarse y mantenerse en contacto por WhatsApp, ayudarse ante algún problema de salud, compartir tareas de cuidado de las infancias (sobre todo entre las mujeres), etc. Son “tareas cotidianas y ordinarias que contribuyen a fortalecer los vínculos comunitarios, como estrategia de resistencia ante modelos productivos que tienden a romperlos” (Ordóñez, en prensa). En este sentido, un integrante del grupo valora la importancia de “estar juntos”[11] y Edgardo firma como punto final con valor de la organización “somos unidos y nos apoyamos (...) Ese es el objetivo del grupo, nosotros trabajamos juntos, nos ayudamos”[12].
Como dijimos antes, la frontera agraria avanza sobre relaciones sociales que hacen posible la vida de sujetos y, como lo deja claro la organización, avanza sobre valores que forman parte de las relaciones sociales que conforman el territorio y los vínculos entre quienes lo componen. De acuerdo a la narrativa colectiva reconocemos que la organización comunitaria es señalada como un punto final con valor, un logro marcado por la necesidad de organizarse (Abatedaga y Ordóñez, 2018). Es el primer síntoma que expresa un punto de quiebre en la fantasía de la no violencia, ya que las transformaciones a las que nos referimos tienen impactos sobre estas familias que precisan organizarse para subsistir. Se organizan tanto para sostener lazos, valores y prácticas como para disputar el acceso a recursos (Ordóñez, 2019) - distribuidos desigualmente - que hagan posible esa subsistencia.
Haremos mención a algunas de las desigualdades expresadas en las narrativas en tanto puntos de quiebre que pueden leerse como síntomas de la violencia objetiva. Uno de ellos tiene que ver con las desigualdades en el acceso a insumos y medios de producción. Un ejemplo es el caso del precio del maíz, necesario para alimentar a la producción ganadera de las familias de NGU. Un punto final con valor de sus relatos es la posibilidad o dificultad de alimentar a sus animales, lo que culmina muchas veces en la venta de los mismos. En relación a ello, a modo de relación causal, Elina explica: “tenemos dos vaquitas acá, teníamos más, pero bueno, no nos da el espacio, es muy chiquito acá”[13]. Menciona así un factor que se asocia a la concentración de tierras antes descripta, en particular a la desigualdad en el control de las mismas, ya que la superficie que poseen es insuficiente para autoabastecer el alimento necesario para su producción. Por lo que se vieron forzados a arrendar otro campo para no tener que disminuir el número de cabezas, lo que incrementa los costos y tiempos destinados al traslado hasta el otro campo. Además del pago del arrendamiento. Ante esta situación, tienen que comprar gran parte de los alimentos a productores o comercializadores locales, quienes, debido a la concentración de tierras y cultivos, detentan el monopolio del maíz y la imposición de precios. Elina explica que tienen dificultades para conseguir maíz, por ejemplo, durante un año de sequía afirmó: “este año no se consigue, está caro, a veces no te quieren vender, porque no sacan nada y lo que sacan lo dejan para los animales de ellos”[14]. La variación de los precios se relaciona con la dependencia del mercado internacional de granos y con eventos asociados al cambio climático (sequías prolongadas, granizo, heladas fuera de época) que generan menor rendimiento, por lo que los medianos y grandes productores priorizan la venta de la cosecha para la exportación o para el abastecimiento de sus propios animales. Ante la escasez, en algunos casos las familias de la organización tienen que reducir su producción vendiendo animales. Quienes controlan más hectáreas tienen la posibilidad de arrendar parte de sus campos a medianos y grandes productores locales para obtener ingresos que les permitan comprar alimento o intercambiarlo como parte de pago del mismo arrendamiento.
Además, hay desigualdades asociadas a otros medios de producción que no poseen las familias de NGU, como las maquinarias agrícolas, por lo que tienen que alquilarlas o intercambiar su propio trabajo para poder usarlas. En las narrativas se suele aludir a este punto de quiebre, vinculado a las labores agrícolas, que ocupan un lugar central en las narrativas en ciertos momentos del año donde se realiza la siembra o cosecha. En cuanto a los vínculos causales de las dificultades que afrontan, Esteban explica claramente el perjuicio que le provoca cuando narra: “Yo voy y les hago el trabajo, ellos me prestan la máquina, pero primero tengo que terminar de hacerles todo en el campo de ellos, y termino sembrando tarde”[15]. En este relato vemos con claridad los problemas provocados por la desigual distribución del tiempo de siembra, a raíz de carecer de capital en máquinas que le "prestan". Y es que las empresas contratistas priorizan los trabajos en campos de mayor superficie, para productores que cuentan con más capital dentro de las épocas óptimas en términos productivos (Maggi, 2015). La realización de estas labores fuera de los plazos necesarios de acuerdo a las condiciones climáticas y los ciclos productivos perjudica a las y los productores que no cuentan con la maquinaria ni el capital suficiente para alquilarla. En más de una oportunidad la compra de maquinaria de esta envergadura fue mencionada como un objetivo a perseguir en caso de lograr obtener financiamiento, pero no fue posible aún. Sin embargo, un punto final con valor de la narrativa de la organización tiene que ver con la compra y uso comunitario de otras maquinarias pequeñas adaptadas a la producción familiar mediante financiamientos otorgados por el INTA y organismos provinciales (micro ensiladora, roto cultivador, y sembradora). Un elemento central de la narrativa identitaria de NGU se vincula a la posibilidad de disputar recursos (Ordóñez, 2019) mediante la presentación de proyectos para obtener financiamiento del Estado. La narrativa organizacional pone en valor como punto de llegada el carácter colectivo de estas gestiones, afirman que “estar nucleadas y organizadas colabora para lograr vínculos institucionales [...] que posibilitan oportunidades para el acceso a programas de financiamiento, formación y asistencia técnica” (Energías Vivas 2023, p. 6). El vínculo de NGU con el Estado nacional y provincial está signado por los esfuerzos de la organización por construir un reconocimiento positivo desde las instituciones estatales, lo cual aporta garantías “para el acceso a políticas públicas y programas de financiamiento” (Ordóñez 2019, p. 175) que permitan “mejorar las condiciones de vida en el campo” (NGU, 2015, p. 1). Las formas de relacionamiento de la organización con el Estado están atravesadas por la combinación de demandas por el reconocimiento identitario y por la redistribución de recursos (Ordóñez, 2019).
Las dificultades que enfrentan estas familias en relación a la producción ganadera también están asociadas a la comercialización. Ya que si faenan los animales como lo hacían tradicionalmente no pueden venderlos, debido a las restricciones impuestas por el marco normativo actual, que penaliza la faena en el campo y su comercialización. Por ello, deberían trasladar los animales en pie cerca de 80 kilómetros, donde se encuentra el frigorífico más cercano, y luego costear el traslado de lo faenado nuevamente. Costos que no pueden afrontar, al mismo tiempo que rompe las relaciones sociales tradicionales que vinculan a la práctica de la faena como una instancia familiar o colectiva que se realiza de acuerdo con saberes transmitidos generacionalmente para el aprovechamiento de todo el animal. Este es otro factor mencionado dentro de los vínculos causales que dificultan la producción ganadera y expresa un punto de quiebre al generar problemas en uno de los pilares productivos de las familias. Esta limitación es expresada como un punto final con valor de los relatos que denuncian que se expone a estas familias a la criminalización, como explica una productora: “carneamos y vendemos, pero siempre con el miedo, como que es robado el animal, siendo que es nuestro, lo hemos criado nosotros y todo”[16]. Los controles policiales de la zona pueden quitarles la carne y abrir procesos legales en contra de quienes trasladen animales sin los registros demandados. NGU en conjunto con el Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE - CONICET) realizaron el diseño de una sala de procesamiento de alimentos que posibilite la faena en el campo adecuando las condiciones sanitarias, pero debido a la falta de financiamiento no lograron finalizar el proyecto.
El trabajo es siempre parte del punto final con valor de quienes integran la organización, el esfuerzo, los resultados obtenidos y el tiempo destinado al mismo suele estar en el centro de las narrativas. El punto de quiebre que identificamos en los relatos surge del reconocimiento de que la intensificación de las jornadas laborales no garantiza la mejora en los ingresos necesarios para afrontar las necesidades productivas y reproductivas. La necesidad de contar con mayores ingresos les lleva a sostener extensas jornadas de trabajo en sus propios predios, vendiendo su fuerza de trabajo a terceros como peones en tareas rurales o en rubros turísticos en condiciones de precarización laboral. En el caso de las mujeres implica una tercera jornada debido a las tareas de cuidado (Huerta, Geremia y Ordóñez, 2024). Sobrecarga plasmada en la cartilla Energías Vivas en donde reconocen que “existen tareas esenciales sin las cuales la vida no es posible” (p.4) que recaen mayoritariamente sobre las mujeres. A su vez, respecto a trabajo en relación de dependencia, Elina señala que el trabajo “para otros” la lleva a “descuidar lo tuyo” y agrega: “si tuviéramos que cobrar por todo lo que hacemos tendríamos un sueldazo, pero no hay quien te lo pague”[17]. Mientras que Esteban sostiene: “nosotros trabajamos todo el día y seguimos en el mismo lugar, en cambio vemos que ellos (los grandes productores) no trabajan y si progresan”[18]. Las narrativas evidencian las precarias y desiguales condiciones laborales y que "ven", en su experiencia cotidiana, la sistemática expropiación del excedente producido por el trabajo impago y la apropiación que realizan de él quienes no trabajan. Es decir, hay una narratividad crítica capaz de reconocer el origen y la lógica de la dominación que requiere de su mano de obra mal paga para sostener la producción intensiva mediante tareas como alambrados, manejo de maquinarias para la siembra y cosecha, aplicación de agrotóxicos, por nombrar algunos ejemplos. Como describe Marx (1867), el mismo despojo produce mano de obra disponible y barata para realizar las labores que demanda la producción a gran escala.
Los cambios en las relaciones entre vecinas y vecinos es otro elemento que reconocemos como punto de quiebre. En este caso la práctica del trueque tiene un lugar relevante en la narrativa de NGU, ya sea para dar cuenta de las experiencias dentro de la organización como de su ausencia o disminución. En torno a este último aspecto, algunas y algunos integrantes reconocen que es una forma de intercambio que ha ido disminuyendo, comentamos en este caso el relato de Edgardo, quien afirma: que antes “no se compraba nunca carne acá. [...] en aquella época se carneaba mucha vaca y con el vecino se hacía trueque. (...) Se compartía mucho”[19]. Pero afirma que no es posible continuar con esta práctica en la actualidad, señalando una pérdida de “compañerismo” y “confianza”. Algo similar ocurre con el trabajo en sí mismo, que se convierte en una mercancía. Según Gabriel, integrante de NGU, el “trabajo rentado” es “relativamente nuevo”. Recuerda que, en la época de su abuelo “cuando tenían que hacer una casa, arreglar un camino, un canal, una acequia, marcar animales, esquilar las ovejas, esa actividad no se pagaba, se hacía de manera comunitaria. Sí había trabajo rentado, pero en el paraje donde son vecinos de la misma clase social, campesinos, donde no tenés alguien con guita, era todo trabajo comunitario”[20].
En estas narrativas reconocemos cambios en el vínculo entre vecinas y vecinos, un debilitamiento en la confianza que sostenían las prácticas asociadas al trueque, a las “carneadas” o al trabajo comunitario. Recordemos que el debilitamiento de los lazos sociales es un factor central para comprender el avance del capital como modelo productivo y como narrativa dominante que ocupa todos los órdenes de la vida. Sin embargo, el trueque se encuentra presente en los vínculos de quienes forman NGU, suelen narrar como un punto final con valor a aquellas prácticas que dan cuenta de intercambios no mediados por el dinero de distintos productos o del propio trabajo, que como mencionamos se intercambia comunitariamente en cada jornada de NGU. El vínculo causal que hace posible el sostenimiento de este intercambio es la propia organización y su forma de trabajo, donde hay un compromiso. Ya que, como afirma el propio Gabriel “uno se siente parte del trabajo del otro, de la producción del otro, entonces, se valora más también al otro”[21].
Los siguientes puntos de quiebre están asociados al paquete tecnológico que hace posible la agriculturización: siembra directa y agrotóxicos. Un punto final con valor del proceso de transformación de los territorios es la disminución de la producción ganadera, que tuvo mucha relevancia en el periodo del impulso ganadero señalado por Salizzi. Edgardo explica al respecto: “Antes, vos veías toda esta zona toda negra de animales, mucha, mucha hacienda había. Después empezó la directa y no te dejan entrar los animales, y empezó la soja. Cuando vino la soja, shuit[22], la ganadería la hicieron a un costado, porque te conviene mucho más la soja que tener los animales”[23]. Es posible reconocer vínculos causales en los cambios que impactaron en la ganadería con respecto a un modelo que prioriza la producción de granos y emplea para ello el método de la siembra directa, que es compatible con el sistema de feedlot, pero no con la producción a campo que tradicionalmente emplean las familias pequeñas productoras. Edgardo explica que se evita que los animales ingresen a los campos porque esto no es conveniente para la siembra de soja y maíz, porque “pisotean el suelo”. Por ello, afirma que a la ganadería “la hicieron a un costado”. Edgardo propone una explicación causal a partir de la introducción de la siembra directa junto a la soja, aunque, como hemos señalado antes, también hay un avance de la producción de maíz, pero destinado a la exportación o a la industria agroalimentaria. Otra causa que menciona es el precio de los animales que, según sus palabras: “no valían nada”. Por lo que considera que tanto esta dificultad como el ingreso de la soja hicieron que los productores de cierta escala se volcaran a producir este cultivo, mientras que otros tuvieron que venderles o alquilar sus campos.
Las narrativas sobre el uso extendido de agrotóxicos revelan otro síntoma de la violencia, ya que se narran los serios problemas de salud provocados a quienes habitan alrededor de los campos fumigados o trabajan en ellos. Integrantes de NGU narran las enfermedades crónicas que padecen y reconocen con claridad el vínculo causal con las fumigaciones, y con la centralidad que esta práctica tiene para garantizar el modelo de producción. Una de las personas afectadas[24] relata: “cuando empiezan a fumigar me broto toda. A veces me avisan y me voy a la casita de la ruta, pero otras veces no”[25]. La exposición a los agrotóxicos también se produce por los trabajos para terceros en labores vinculadas a la producción agrícola que realizan algunos integrantes de la organización (descarga de camiones con agrotóxicos y fumigaciones), quienes padecen internaciones debido a episodios de intoxicación que sufren después de realizar trabajos de descarga de estos insumos para productores locales. Además, han muerto gallinas y plantas después de las fumigaciones. Otro productor explica que tienen que utilizar semillas “compradas” porque las “criollas” que cosechan ellos “no resisten a los químicos, no se desarrollan”[26]. Esto implica mayor dependencia del paquete tecnológico, que “está en dólares”, aclara un integrante de NGU[27]. Frente a ello, en la organización hay experiencias de siembras comunitarias y selección de semillas, así como de producción de bioinsumos y prácticas agroecológicas (Ordóñez, 2019).
Las dificultades para la circulación que posibilitan el acceso a derechos básicos como la salud y la educación constituyen otro punto de quiebre que pone en evidencia desigualdades estructurales. Una productora cuenta que – como muchas otras vecinas – tuvo que “viajar hasta Villa Dolores para parir”[28], se trata del hospital más cercano que realiza este tipo de prácticas. Ella y otras integrantes de NGU narran su experiencia cotidiana, marcando como punto final con valor la posibilidad o dificultad para acceder a estos derechos, bienes o servicios. Explican que los caminos están en mal estado, el transporte público tiene pocas frecuencias, es costoso y no ingresa hasta los campos, pues circula sobre la ruta solamente. En “Energías Vivas”, reconocen también que las distancias a recorrer son extensas para ir a la escuela, al dispensario, a los centros de abastecimiento de alimentos y combustibles y a sus trabajos. Ante esta situación, afirman que es necesario contar con un vehículo propio, la compra de una moto o de un auto es mencionada como una meta a la cual llegar que mejora las posibilidades de trasladarse, aunque los costos de los combustibles son elevados al igual que el mantenimiento de los vehículos por lo antes mencionado. Ante estas dificultades, tiene valor la organización comunitaria para compartir viajes, llevar o traer a niños, niñas y jóvenes a la escuela, realizar compras conjuntas.
El último aspecto analizado es la migración de las familias hacia los centros urbanos, ya que puede considerarse como consecuencia de todos los síntomas de las desigualdades mencionadas hasta ahora. Edgardo compara su experiencia actual con la de su niñez: “Antes, cuando era chico había mucha más gente, después se fue migrando. Gente joven que se fue a Córdoba porque no había trabajo. Antes había muchos más vecinos”[29]. De acuerdo con las narrativas de quienes integran la organización, en algunos casos los antiguos pobladores fueron vendiendo parcial o totalmente sus tierras; en otros las arrendaron en su totalidad de forma temporal a grandes o medianos productores o les alquilaron algunas parcelas. En la actualidad, algunos integrantes de NGU emplean la estrategia de alquilar parcialmente sus campos para sostener sus producciones frente a ciertas condiciones adversas, tanto climáticas (sequías o heladas) como socioeconómicas (suba del precio de los insumos, baja de los precios para comercializar). Quedarse, irse o volver al campo es un punto final con valor de mucha relevancia en las narrativas de NGU. En su cartilla de presentación NGU define como uno de sus objetivos “estimular la participación de los jóvenes, generando posibilidades dignas de trabajo para que se queden en el campo” (p.1). El mismo Edgardo relata el proceso de migración hacia la ciudad cuando era joven y la importancia que tuvo regresar, así como los lazos comunitarios que hicieron posible su regreso. En su caso, irse a vivir a la ciudad estuvo relacionado con el trabajo de su padre, quien deja de ser encargado del campo y comienza a trabajar como empleado de Vialidad en la construcción de la ruta provincial 14, que une los departamentos de San Alberto, Pocho y Minas y luego en la construcción del Camino de las Altas. Señala como causa de esta decisión el bajo precio de los animales y la posibilidad de contar con un sueldo fijo en el nuevo puesto. En otros casos, la salida del campo es temporal y se asocia al inicio de la escuela secundaria de las y los jóvenes que viven en el internado de la escuela agrotécnica de la zona de lunes a viernes durante los años que duran sus estudios, debido a que no cuentan con medios de transporte para asistir a diario. También existen casos en los que la familia se muda temporalmente a una casa más cercana a la escuela para facilitar dicho traslado. En cuanto al regreso al campo, la experiencia de dos integrantes de la organización coincide con la necesidad de cuidar a personas mayores que ya no estaban en condiciones de sostener la producción, por lo tanto, vuelven también para “cuidar el campo y la casa”[30]. Otra fuerza que explica el regreso tiene que ver con el orden del deseo, ya que Edgardo expresa: “Cuando me fui de acá sufrí, pero me tenía que ir sí o sí. Siempre me tiraba el campo”.
Conclusiones
Expresamos aquí conclusiones preliminares de un estudio en curso que abarca otras dimensiones de análisis de las narrativas, como los plegamientos y puntos de sutura entre las narrativas dominantes y aquellas expresadas por NGU. Esbozamos la punta del ovillo para (volver a) imaginar el horizonte de lo posible y deseable más allá de la supervivencia y la resistencia. Lo comunitario es ese punto de partida, que sigue presente en las memorias narradas y en las prácticas actuales. Lo comunitario sigue presente como fantasma, vuelve a pesar de las destrucciones, de las distancias físicas que dificultan el encuentro, del individualismo y la mercantilización. Hay algo que persiste, que insiste en construir lo común. Esta podría ser una pieza en la construcción de contranarrativas que pongan en tensión la fantasía de individualismo como la forma privilegiada de la ideología capitalista.
En el recorrido realizado indagamos sobre las narrativas de experiencias que evidencian las violencias que implican la inclusión al agronegocio de territorios como la Pampa de Pocho. Para su expansión y reproducción, el capitalismo en su forma de incursión en el agro, requiere de la violencia objetiva. Como hemos visto, las transformaciones productivas de los últimos 30 años se sustentan sobre procesos de disminución de la superficie destinada a la actividad agropecuaria, la concentración del uso y control de la tierra en pocas manos y la pérdida de diversidad productiva a partir del predominio del maíz y la soja por sobre otros usos de la tierra y cultivos, algunos de los cuales llegaron incluso a desaparecer junto a las explotaciones agropecuarias que los sostenían. Las narrativas recuperadas permiten comprender cómo se expresan estos procesos en la vida cotidiana de las familias que forman NGU y cómo esas grandes transformaciones impactan sobre sus experiencias.
La fantasía parece no sostenerse al recorrer las contranarrativas de quienes construyen su experiencia atravesados por el avance de un modelo que permea y destruye paulatinamente sus formas de vida y de trabajo. En primer lugar, la propia existencia de la organización comunitaria, la necesidad de organizarse para subsistir, es un síntoma para reconocer que estos cambios implican conflictos vinculados a las condiciones desiguales que enfrentan estos sujetos para su reproducción social en sus territorios. Puntos de quiebre que asociamos a desigualdades relacionadas con la propiedad de los insumos y medios de producción; legislaciones que generan criminalización; sobrecarga de trabajo para generar ingresos que permitan la subsistencia; cambios en las relaciones sociales de confianza e intercambio no mediado por el dinero; impactos de la siembra directa en la ganadería y del uso de agrotóxicos en la salud y las semillas propias; limitaciones en la circulación para el acceso a derechos y al abastecimiento; y dificultades para quedarse o volver al campo.
En este contexto las narrativas de la organización están centradas en disputas que permitan la resistencia mediante la permanencia, el no-desplazamiento de sus territorios, y el contra concepto aparece como la forma de acción posible en la actualidad. Reconocemos a Jappe (2014) respecto a que estas luchas “corren a menudo el riesgo de limitarse a la defensa del statu quo y a la búsqueda de unas mejores condiciones de supervivencia para uno mismo en medio de la crisis” (p. 23). Con el autor creemos que esta defensa es legítima, pero no avanza hacia la transformación estructural de las desigualdades que sus experiencias relatan. Es decir, las narrativas dejan en claro las dificultades que atraviesan cotidianamente, así como los vínculos y eventos causales que reconocen asociados a ellas, y hasta las estrategias colectivas que emplean para sobrellevarlas. Pero en el horizonte de lo posible, no se avizoran cambios en las estructuras que generan las condiciones de desigualdad.
Sin embargo, las narrativas sobre las prácticas de la organización dan cuenta de la subsistencia de otras formas de vida, trabajo y producción. Recuperamos aquellos puntos finales con valor que forman parte de la identidad colectiva de NGU y se asocian al trabajo comunitario, el intercambio y el compromiso, la ayuda mutua y el sostenimiento de lazos sociales. También la valoración de la organización colectiva para obtener recursos estatales que les permitan mejorar sus condiciones productivas y reproductivas para quedarse en el campo y para que las nuevas generaciones quieran y puedan hacerlo dignamente. Estas disputas, sin embargo, no logran desarmar completamente el andamiaje intersubjetivo que sostiene la fantasía de progreso mediante la inclusión al agronegocio de la narrativa dominante como para constituir una contraesfera que logre mayor visibilidad en el espacio público. Aunque aún no encuentran los intersticios y contextos para lograr ser dichas y escuchadas, esta invisibilización no aniquila las narrativas que tejen hilvanes de colectivización conservados debajo de la superficie, narrativas subterráneas que sostienen, a pesar de las dificultades, un nosotros colectivo que se niega a desaparecer.
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Fuentes orales/Entrevistas
Entrevistas y Notas de Campo realizadas a miembros de la organización “Nuestras Granjas Unidas” en diversos parajes de la Pampa de Pocho (Departamentos Pocho y San Alberto, Provincia de Córdoba, República Argentina). Fechas: 2019 a 2024.
[1] Fecha de recepción: 29/09/2025. Fecha de aceptación: 06/11/2025
Identificador persistente ARK: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/te1hoo385
[2] IECET – CONICET
Córdoba, Argentina.
maria.ordonez@mi.unc.edu.ar
https://orcid.org/0009-0008-9306-7912
[3] Facultad de Ciencias de la Comunicación, UNC.
Córdoba, Argentina.
https://orcid.org/0009-0009-8191-6654
[4] Ordóñez, María de los Ángeles. Tesis de Doctorado en Comunicación Social (FCC – UNC) en curso. Enfocada en las narrativas identitarias en torno a procesos de transformación territorial a partir del avance del agronegocio en la Pampa de Pocho, ubicada en el noroeste de la provincia de Córdoba (Argentina).
[5] Ordóñez, María de los Ángeles. Tesis de Doctorado en Comunicación Social (FCC – UNC) en curso. Enfocada en las narrativas identitarias en torno a procesos de transformación territorial a partir del avance del agronegocio en la Pampa de Pocho, ubicada en el noroeste de la provincia de Córdoba (Argentina).
[6] Unidad de organización de la producción de bienes agrícolas, pecuarios o forestales destinados al mercado; tiene una dirección ejercida por el productor que asume la gestión y los riesgos de la actividad productiva, con una superficie no menor a 500 m2, integrada por una o varias parcelas ubicadas dentro de los límites de una misma provincia; utiliza en todas las parcelas algunos de los mismos medios de producción de uso durable y parte de la misma mano de obra. (CNA, 2002).
[7] Ordóñez, María de los Ángeles. Aportes hacia una pedagogía del trabajo: Prácticas pedagógicas y construcción de identidades en organizaciones solidarias de la Economía Popular de Córdoba. Un estudio de caso”. Tesis de Maestría en Investigación Educativa (CEA - FCS - UNC). Directora: Abatedaga, Nidia Cristina.
[8] El diseño gráfico estuvo a cargo de una de las autoras del presente escrito, en un primer momento de acercamiento a la organización desde su rol como militante de una organización estudiantil.
[9] Proyecto: “Experiencias de mujeres campesinas de Traslasierra: hacia una transición energética justa, participativa y situada”. Transición Justa en América Latina (TJLA). Coord.: Dra. Rosa Mandrini y Lic. Guadalupe Huerta en articulación con NGU, Radio central Ferroviaria, INTA, CEVE-CONICET, CIECS-CONICET/UNC y FCS-UNC.
[10] Nota de Campo. Taller sobre desigualdades energéticas, Córdoba capital, 2024.
[11] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2024.
[12] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2018.
[13] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Bajo de Corrales, 2023.
[14] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Bajo de Corrales, 2023.
[15] Nota de campo, reunión informal, Panaholma, 2019.
[16] Entrevista a productora local, 2024.
[17] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Bajo de Corrales, 2023.
[18] Nota de campo, taller de intercambio sobre conclusiones de tesis de maestría, Paraje Bajo de los Poleos, 2019.
[19] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2024.
[20] Entrevista a integrante de NGU, San Vicente, 2019.
[21] Entrevista a integrante de NGU, San Vicente, 2019.
[22] El entrevistado hace ruido con la boca y señas con las manos como que se fue o se borró.
[23] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2024.
[24] En este caso resguardamos el nombre para preservar la privacidad de la persona afectada.
[25] Nota de campo, observación de reunión con integrantes de NGU, Pampa de Pocho, 2023.
[26] Nota de campo. Viaje de regreso post-reunión con integrantes de NGU, Pampa de Pocho, 2023.
[27] Nota de campo. Viaje de regreso post-reunión con integrantes de NGU Pampa de Pocho, 2023.
[28] Nota de campo. Conversación informal, Pampa de Pocho, 2018.
[29] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2024.
[30] Entrevista a integrante de NGU, Paraje Casa Blanca, 2024.