Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 13 (diciembre-mayo). Año 2021. ISSN: 2525-0841. Págs.1-11

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Fundación El llano - Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL)

 

 

 

Encarnar el conocimiento. Aproximaciones a las contribuciones epistemológicas de los feminismos descoloniales en el campo de las Ciencias Sociales[1]

Embodying knowledge. Approaches to the epistemological contributions of decolonial feminisms in the field of Social Sciences

 

Denise Soledad Paz Ruiz[2]

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

Los feminismos y las teorías descoloniales tejen diálogos permanentes, posibilitando complejizar la manera en que se ha configurado el conocimiento científico desde la modernidad. Habilitan un debate epistemológico, que recupera de manera crítica, las diversas dicotomías en las que se asentó el pensamiento moderno colonial, entre ellas:  objetividad/subjetividad, cuerpo/mente, neutralidad valorativa/valores; etc. El actual sistema mundo, colonial, capitalista, patriarcal, imperialista, cristianocéntrico, occidentalocéntrico, eurocentrado y moderno, nos interpela, siendo necesario realizar el ejercicio ético y político de pensar cómo, con qué y desde dónde pensamos nuestro mundo y su vínculo estrecho con las formas en que sentimos-pensamos-hacemos ciencia. Este artículo propone una revisión crítica de discusiones epistemológicas. En primera instancia, se realiza un acercamiento a los feminismos y las teóricas descoloniales y luego, de manera transversal, se retoman algunos de los atributos de la ciencia moderna, a fines de dar cuenta de las irrupciones de la epistemología descolonial y feminista al conocimiento y el sujeto cartesiano: masculinizado, neutro, a-situado y abstracto. Finalmente, concluyo afirmando la relevancia de las epistemologías feministas descoloniales, para la construcción de proyectos transformadores desde las Ciencias Sociales.

Palabras claves: Epistemologías; Feminismos; Descolonialidad; Ciencias Sociales.

 

Abstract

Feminisms and decolonial theories weave permanent dialogues, enabling complexity in the way scientific knowledge has been configured since modernity. They promote an epistemological debate, which critically recovers the various dichotomies in which modern colonial thought settled, among them: objectivity / subjectivity, body / mind, value neutrality / values; etc. The current colonial, capitalist, patriarchal, imperialist, christian-centric, western-centric, Euro-centered and modern world system challenges us. It´s necessary to carry out the ethical and political exercise of thinking how, with, and from where we think our world and its close relationship with the ways we feel-think-do science. This article proposes a critical review of epistemological discussions. In the first instance, an approach is made to feminisms and decolonial theorists and then, in a transversal way, some of the attributes of modern science are retaken, in order to account for the irruptions of decolonial and feminist epistemology to knowledge and the Cartesian fellow: masculinized, neutral, a-situated and abstract. Finally, I conclude by affirming the relevance of decolonial feminist epistemologies for the construction of transformative projects from the Social Sciences.

Keywords: Epistemologies; Feminisms; Decoloniality; Social Sciences.

 

Introducción

 

«El sur es el resultado de un sistema racial y sexual de clasificación social, una epistemología binaria que opone arriba y abajo, la mente y el cuerpo, la cabeza y los pies, la racionalidad y la emoción, la teoría y la práctica. El sur es un mito racializado y sexualizado. En la epistemología occidental, el sur es animal, femenino, marica, negro. El sur es potencialmente enfermo, débil, estúpido, discapacitado, vago, pobre»

Paul B. Preciado (2019)

 

Situada en el inicio de mi proceso de investigación, que tiene como objetivo, estudiar las violencias contra las mujeres cis e identidades feminizadas, puntualmente las experiencias de mismas ante la solicitud de protección institucional en la provincia de Córdoba, Argentina [3]. Este artículo, parte de preguntas en clave epistemológica, que orbitan mis búsquedas respecto al estudio del conocimiento, los modos de obtención del mismo, los contextos de justificación y verificabilidad, las tensiones objetividad/subjetividad, universalidad/singularidad entre otras. En este ejercicio académico y político, de «pensar como pensamos», el texto está orientado por inquietudes, tales como: ¿Qué particularidades tiene pensar desde el Sur?, ¿qué experiencias han sido consideradas para hacer ciencia?, ¿cómo ha sido el lugar de las mujeres y cuerpos feminizados?, ¿desde cuándo sucede esto?, ¿por qué tiene sentido seguir pensando en los sesgos de la modernidad y la colonialidad a la hora de investigar? y ¿por qué preguntarnos por los aportes de las epistemologías feministas y descoloniales a las Ciencias Sociales?

La ciencia es una invención moderna, en su seno se producen y reproducen las contradicciones propias del capitalismo y la Ilustración. Es allí, donde el gesto cartesiano cimenta una razón descorporizada y desafectada como camino unívoco para relacionarnos con las cosas vivas e inertes, lo que se profundiza con la empresa civilizatoria ilustrada y con el sistema económico y cultural del capital. En este sentido, las ciencias sociales no son ajenas a los puntos centrales del proyecto moderno, por el contrario, funcionan como máquinas de producción del discurso y las prácticas racionalistas, eurocéntricas, coloniales, patriarcales, heteronormativas, racistas, adultocéntricas, etc. Teorías críticas como, el posestructuralismo, el poscolonialismo, el giro lingüístico, los feminismos y el giro descolonial[4], entre otras, han cuestionado los sesgos del proyecto moderno (Hermida, 2017; Failla, Roldan y Hermida, 2019). Estas dos últimas corrientes son las que se recuperan en el presente artículo con el objetivo de contribuir a una revisión crítica de la epistemología, en el campo de las Ciencias Sociales, a partir de los feminismos descoloniales.

 

Feminismos, teorías descoloniales y epistemología.

Es menester considerar que existe una diversidad de feminismos, por ende, es fundamental no recuperarlos como expresión de un ethos universal, sino como espacio abigarrado, donde se yuxtaponen relaciones asimétricas de poder, diferentes culturas, razas, sexualidades, experiencias vitales y estrategias de acción. Esto, explica la convivencia de plurales posicionamientos situados que dan riqueza, desde sus múltiples perspectivas. Diversas luchas feministas, confrontan los múltiples sistemas de opresión y evidencian epistemológicamente, aquellas dimensiones de la realidad que han sido negadas, subalternizadas o invisibilizadas por la cultura hegemónica (Celiberti y Vargas, 2017). El pensamiento descolonial[5], señala como la colonización es fundante de las desigualdades sociales a nivel global, a partir de la cual, la categoría raza se emplea como clasificadora social, otorgando legitimidad a las relaciones de dominación, estableciéndose lo europeo como superior y universal. El primer patrón de poder que cubre la población total del planeta es el sistema-mundo europeo/euro-norteamericano capitalista/patriarcal y moderno/colonial (Failla, Roldan y Hermida, 2019); por lo que, las teorías descoloniales, constituyen, sin duda, un nuevo marco epistemológico de sentido y orientación a la acción (Celiberti y Vargas, 2017).

El campo de investigación construido desde teorías y prácticas feministas, se ha desarrollado a partir de los años 70 del siglo XX, existiendo convergencias y divergencias, por ello, el campo discursivo del feminismo académico carece de homogeneidad (Lamus Canavae, 2009). El ingreso de parte de lo feminismos, a la academia formal en Argentina y la región latinoamericana, puede ubicarse en la década del 80, periodo donde se filtra la pregunta por la epistemología feminista, y se da espacio a la emergencia de diversos textos que abordan el complicado cruce entre la producción de conocimiento científico y los feminismos (Trebisacce, 2016). Parte de sus aportes más valiosos, será mostrar cómo en el siglo XVII, la ciencia moderna y el sujeto político «el ciudadano»[6], nacen al mismo tiempo, compartiendo ambos, un claro sesgo de atribuciones dicotómicas, que han dado lugar a un modelo de conocimiento patriarcal. Este, implica un sujeto capaz de separar sus propios intereses, adquiriendo visiones sobre aspectos del mundo sin ponerse en juego ni él mismo, ni sus valores y emociones, lo que da como resultado, un ser dotado de neutralidad valorativa, capaz de dominar su subjetividad, el objeto de estudio, el vínculo con la otredad y la naturaleza (Maffia, 2016).

Es injusto obviar que la producción de epistemologías feministas para América Latina y el Caribe, presenta una complejidad basada en su contextualización como colonia. Desde los feminismos descoloniales, se ha aportado en desmontar y desbordar los discursos hegemónicos del denominado feminismo eurocentrado, el cual, más allá de haberse esforzado en construir una narrativa crítica del universalismo androcéntrico, ha producido y fijado un universalismo de género y la experiencia del universal mujer, cuando en realidad, se partía de la experiencia histórica y la forma de interpretación y problematización del mundo de un grupo de mujeres ubicadas geopolíticamente en Occidente (Espinosa, Gómez y Ochoa, 2014).

La irrupción feminista en la corriente descolonial, señala la ceguera de género existente, abogando por el desarrollo de un pensamiento feminista que acogiera una perspectiva situada, histórica y geopolíticamente desde la colonialidad, la cual es su dirección (Mendoza,2014). Así, se ha posibilitado una comprensión respecto a la opresión de mujeres que han sido subalternizadas a través de procesos combinados de racialización, colonización, explotación capitalista y heterosexualismo (Campagnoli, 2018). La interseccionalidad, en tanto, perspectiva teórica y metodológica, ha permitido, dar cuenta sobre la percepción cruzada o imbricada de las relaciones de poder como de la necesidad de conectar las luchas políticas. Los análisis que habilita la interseccionalidad, revelan la multiplicidad de experiencias de sexismo vividas por distintas mujeres y cuerpos feminizados, así como, la existencia de posiciones sociales que no padecen ni la marginación ni la discriminación, ya que encarnan la norma (Viveros Vigoya, 2016).

El feminismo descolonial, es en sí mismo, una apuesta epistémica, esto quiere decir, parte de reconocer que el pensamiento feminista clásico ha sido producido por un grupo específico de mujeres, aquellas que han gozado del privilegio epistémico gracias a sus orígenes de clase y raza. Produce una genealogía del pensamiento desarrollada desde los márgenes por feministas, mujeres, lesbianas, trans, travestis y gente racializada en general; y dialoga con los conocimientos generados por intelectuales y activistas comprometides con desmantelar la matriz de opresión múltiple asumiendo un punto de vista no eurocentrado (Espinosa Miñoso, 2014).

Las teorías críticas descoloniales junto con los feminismos, interpelan a la epistemología de las ciencias sociales, sacando a luz las conexiones entre conocimiento y poder, las que nos permiten comprender cómo en y desde la modernidad, las teorías consideradas universales no han tenido en cuenta las experiencias de las mujeres y otras subjetividades subalternizadas volviéndose empíricamente inadecuadas e injustas[7]. En las pretensiones de universalidad, operan redes de dominación y de exclusión y se producen ausencias, careciendo durante años, las mujeres, trans, travestis, negres, esclaves, pobres, afrodescendientes e indígenas su condición de sujetos epistémicos (Maffia, 2007).

 

El punto cero de la ciencia moderna y colonial

Revisitar las premisas de la ciencia moderna, evidencia, como la conquista ibérica del continente americano es el momento fundante de los dos procesos que articuladamente conforman la historia posterior: la modernidad y la organización colonial del mundo (Lander, 2000). El proyecto de colonizar América proveyó la base misma sobre la cual se montó la identidad moderna, ligada al capitalismo mundial y a un sistema de dominación estructurado alrededor de la idea de raza (Maldonado Torres, 2007).

Hay una pretensión de la ciencia moderna, de desarrollar un conocimiento no situado, es decir situarse fuera del mundo, ubicarse en un punto cero, para observar al mundo y analizarlo neutralmente (Castro Gómez, 2007). Esta, convive y se articula con las pretensiones de verdad, universalidad, objetividad y neutralidad y pueden visibilizarse rápidamente en la obra de Rene Descartes, considerado el padre de la filosofía moderna, una figura decisiva del paso de una época a otra (Grosfoguel, 2013). La posibilidad que plantea Descartes de llegar al conocimiento de Dios, evidencia más que una ruptura con la cristiandad, su supremacía, ya que, los atributos del sujeto cognoscente, constituyen una secularización de los que tenía el Dios cristiano. El conocimiento cartesiano, producido por un sujeto cognoscente-hombre-blanco-burgués, es verdadero más allá del tiempo y el espacio; es universal, no está condicionado por ninguna parcialidad; y es neutral, algo sin cuerpo y sin contexto, por eso, es en la modernidad, donde se configura la tradición del pensamiento masculino occidental, persistente en la actualidad (Grosfoguel, 2013). Además, este sujeto, también está caracterizado por un fuerte solipsismo, va a ser él mismo quien produce la verdad, a partir de un monólogo interno con el mismo. En la ego-política del conocimiento el sujeto de enunciación queda borrado, escondido, camuflado, produce conocimiento desde el punto cero (Castro Gómez, 2005).

El concepto de universalidad, queda impreso en la filosofía occidental, instalando a partir de Descartes un universalismo abstracto, capaz de ser desacoplado. Por un lado, un conocimiento con pretensiones de eternidad, y por el otro, un sujeto que produce conocimientos con pretensiones de verdad (Grosfoguel, 2007). Así, la noción de colonialidad del saber, permite comprender que, con el inicio del colonialismo en América, nace una organización colonial del mundo, que se gesta en simultáneo con la constitución colonial de los saberes, los lenguajes, el tiempo, la memoria y del imaginario (Lander, 2000). Esto quiere decir, que los efectos de la colonialidad se manifiestan en la experiencia vivida, y no sólo en la mente de les sujetes subalternes; cobrando relevancia, el rol de la epistemología y las tareas generales de la producción del conocimiento en la reproducción de regímenes de pensamiento coloniales (Maldonado Torres, 2007).

 

Situar y corporizar el conocimiento

La modernidad organiza el mundo ontológicamente en categorías homogéneas, atómicas, separables (Lugones, 2011), primando una ruptura ontológica entre cuerpo y mente y entre la razón y el mundo, lo que garantiza a la mente estar indeterminada e incondicionada por el cuerpo (Lander, 2000). Cambia la manera de comprender, disponiéndose, un mecanismo des-espiritualizado, des-corporeizado y des-contextualizado, dejando al mundo y al cuerpo vacíos de significado, colocando a los seres humanos en una posición externa e instrumental hacia ellos. Así se vuelve posible, desarrollar un conocimiento científico que pretende ser des-subjetivado y universal, proponiendo una producción de conocimiento monológico, a-situado y a-social. La filosofía cartesiana, enfatiza en la división sujeto/objeto, para reducir la objetividad a la neutralidad, a partir de legitimar la existencia de un conocimiento imparcial, no condicionado por el cuerpo y por la ubicación de este en el espacio (Grosfoguel, 2013). Frente a esto, unas de las tesis de las epistemologías feministas, en consonancia con muchas otras corrientes de la epistemología contemporánea, es que todo conocimiento es situado; esto quiere decir el conocimiento no es el reflejo transparente y neutral de una realidad que existe de manera independiente, ni que la verdad y la falsedad son establecidas por procedimientos de escrutinio racional trascendentes. Toda forma de conocimiento es situacional, refleja la posición del productor de conocimiento en un determinado momento histórico y en un contexto material y cultural dado (Tome, 2018); por ello, la idea de conocimiento situado rompe con la noción de sujeto epistemológico abstracto (Sosa, 2018).

Reconociendo que las teorías surgen de conceptualizaciones basadas en experiencias y sensibilidades socio-históricas concretas, desde espacios y cuerpos particulares, situar al objetivismo científico, implica esclarecer la operación ideológica que supone esgrimir la noción de objetividad en la ciencia (Grosfoguel, 2013). La noción de conocimiento situado, habilitaría, una comprensión para el feminismo, que aloja positivamente el reconocimiento de los afectos y las pasiones en el proceso de cognición. En esta línea, Haraway (1995), a través de esta noción, promulga el desarrollo de políticas y epistemologías de la localización, del posicionamiento y de la situación, en donde la parcialidad es la condición para la construcción de un conocimiento racional. El cuerpo, es para la autora, siempre un complejo, contradictorio, estructurante y estructurado, que desafía el punto de vista ausente. De acuerdo a Sosa (2018) Haraway resemantiza la noción de objetividad, resignificándola y confiriéndole, un sentido inédito en el acto de investigar; ya que en los posicionamientos parciales se encuentra la posibilidad de una búsqueda objetiva, sostenida y racional. Situar el conocimiento, implica reconocer los posicionamientos múltiples de quien conoce, esto quiere decir, reconocer que cada quien se encuentra en una compleja trama de posición, identidades y puntos de vista múltiples, inestables, incluso contradictorios y cargados de relaciones de poder. Justamente, los feminismos críticos y descoloniales destacan la riqueza de aquellos feminismos como el chicano, el de las mujeres de negras, el de las mujeres indígenas y campesinas, quienes, desde identidades múltiples, y no sin debates ni contradicciones, apuestan a revindicar la producción, como sostiene Millán (2014), de «teorías pegadas a las prácticas (p. 11)». Problematizar desde las propias experiencias vividas, las localidades y espacios de acción e investigación, para desde ese punto de partida, elaborar pensamientos propios.

 

Las experiencias y el cuerpo-tierra-territorio

La inexistencia de hechos puros y simples, y la característica de intersubjetividad del mundo de la vida, irrumpe en las ciencias sociales, en el Siglo XX, anulando la posibilidad de un mundo privado, donde el individuo está aislado y es abstracto, ahistórico, universal y neutral, como pretendía la ciencia moderna. Esto quiere decir, en línea con los postulados de la fenomenología, que los hechos siempre están interpretados y que les cientistas sociales sólo captamos ciertos aspectos de la realidad del mundo; un mundo que no es privado sino intersubjetivo, o sea, común a todes les que lo habitan (Schutz, 2003).

López Sáenz (2014), refiere que, tanto en la fenomenología como en los feminismos, abren una posibilidad de fuga del dualismo mente-cuerpo y las jerarquías que secularmente instituyen: otorgar a la mente, la razón y la masculinidad y al cuerpo, las emociones, la afectividad y la feminidad. A través de la comprensión de la experiencia humana como corporal, intersubjetiva, e imbricada con sentidos personales y culturales, la articulación feminismo-fenomenología, ha efectuado una rehabilitación ontológica a la experiencia al corporeizarla. Es así como, el interés por la experiencia vivida del cuerpo, del mundo de la vida, del sentido y de las acciones, ha enriquecido tanto a las ciencias sociales como a los estudios feministas, posibilitando específicamente una filosofía adecuada para reflexionar sobre el estatuto de las diferencias de género (López Sáenz, 2014).

Los conocimientos se producen desde una concepción del mundo y también desde una concepción sobre el cuerpo, en tanto, locus sensible-racional. Cuerpo y corporalidad se producen y reproducen en un espacio y en una espacialidad que se concretan en territorios y territorialidades. La relación cuerpo/territorio se ha pensado y desarrollado desde el pensamiento feminista decolonial como una corriente situada, crítica, política, militante y vivida en las luchas, que apunta a nuevas construcciones epistémicas como es el caso de la categoría cuerpo-territorio (Ambrosio de la Cadena, 2020). La enunciación cuerpo-territorio, da cuenta de una epistemología latinoamericana y caribeña gestada por y desde mujeres de pueblos originarios que viven comunidad; por eso, su articulación pone en el centro lo comunitario como forma de vida (Cruz Hernández, 2016); desliberaliza la noción de cuerpo como propiedad individual y especifica una continuidad política, productiva y epistémica del cuerpo en tanto territorio (Gago, 2019). Abya Yala, para el feminismo comunitario indígena, es una territorialidad ancestral que se articula como el espacio geográfico-epistémico, que posibilita reformular alternativas descoloniales en diversas dimensiones, entre ellos, el pensamiento (Ambrosio de la Cadena, 2020). Cuerpo-territorio, es una categoría intrínsecamente estratégica, ya que expande un modo de ver desde los cuerpos experimentados como territorios y de los territorios vividos como cuerpos; esa conjunción de palabras, expresa que es imposible recortar y aislar el cuerpo individual del cuerpo colectivo, el cuerpo humano del territorio y del paisaje (Gago, 2019). Es decir, abre horizontes para la comprensión de las raíces del dominio masculino y su proceso de instrumentalización a favor del capitalismo, el patriarcado y el colonialismo, lo que se grafica con la explotación de las mujeres y cuerpos feminizados a lo largo de la historia. En esa misma línea, evidencia también la mercantilización de los cuerpos y la naturaleza, que tiene como consecuencia la explotación y agotamiento de los ecosistemas y seres humanos, pero se recrudece sobre los cuerpos feminizados (Espinal y Azcona, 2020)

Analizar la colonialidad como opresión histórica del cuerpo-territorio requiere problematizar las categorías de raza, etnia, clase y sexo-género, así como desafiar los discursos hegemónicos occidentales: su lógica etnocéntrica, racista, misógina, heterocentrada y colonial. A su vez, hablar del cuerpo como territorio da lugar al conocimiento situado, ya que posibilita recuperar la historia propia, valorando las vivencias, emociones, sensaciones y reacciones físicas para encontrar desde él un lugar de resistencia y resignificación (Espinosa, Gómez y Ochoa, 2014).

 

Conclusiones: experiencias pluriversales para descolonizar y despatriarcalizar

En este ensayo, me pareció necesario, recuperar lo que podríamos considerar dos grandes aprendizajes de las epistemologías descoloniales y feministas. Por un lado, su capacidad de visibilizar el racismo y el sexismo, como base de la inferioridad epistémica que han adquirido las experiencias de les sujetes subalternizades a lo largo de la historia: mujeres, afrodescendientes, indígenas, pobres, trans, cuerpos feminizados plurales, etc (Grosfroguel, 2013). Por el otro, y en relación al primero, su virtud de abonar a la construcción de vidas más vivibles para nuestros pueblos.

El análisis de la colonialidad del género, es decir la opresión de género racializada y capitalista, que habilitan las epistemologías feministas descoloniales se vincula estrechamente con la elaboración de pensamientos políticamente anticoloniales, anticapitalistas, antiimperialistas y antipatriarcales (Lugones, 2011). Pensamientos, que conllevan diagnósticos y estrategias de rebelión en un sistema mundo, que continúa siendo, colonial, capitalista, patriarcal, imperialista, cristianocentrico, occidentalocéntrico, eurocentrado y moderno. Un proyecto transformador desde las Ciencias Sociales, rechaza las ilusiones de la omnipotencia del conocimiento neutral y desencarnado y da lugar al conocimiento producido desde las experiencias, un conocimiento que siempre es parcial, y por ende situado. Situar los conocimientos, revierte las lógicas del sesgo colonialista del ser, del saber y del poder, a la vez que evidencia el tinte androcéntrico y patriarcal de la construcción del conocimiento; e implica asumir la idea de que las condiciones de producción son constitutivas de lo que producimos, y esas condiciones no son sólo geográficas, sino también de géneros, históricas, disciplinares, políticas, etarias, de clases (Hermida, 2017). Revalorizar la experiencia, como herramienta epistémica y política, posibilita que puedan hablar aquelles para los que, la ciencia neutral no tiene palabra, ni protocolos, combatiendo así, la ausencia de lenguaje y método, abriendo camino para visibilizar las realidades otras (Trebisacce, 2016).

En el cierre de este texto, vuelvo a unas de las preguntas iniciales: ¿Por qué preguntarnos por los aportes de las epistemologías feministas y descoloniales a las Ciencias Sociales? Considero que asistimos a un momento histórico en que parte de las nociones abordadas aquí: conocimiento situado, interseccionalidad, descolonialidad, cuerpo-territorio, etc, no son ajenas a la academia. Efectivamente, han logrado formar parte del vocablo de las Ciencias Sociales. Empero, esta capacidad de permear la lengua académica, no necesariamente se corresponde con una transformación profunda a la hora de pensar como conocemos, desde donde, a quienes leemos y a quienes efectivamente les damos voz en nuestras investigaciones. Esto, dialoga con lo que ya Viveros Vigoya (2016), advierte respecto a la existencia de una actitud meramente prescriptiva de nociones, como la de interseccionalidad. Esta reducción a lo descriptivo, produce una captación de las nociones nombradas, por un uso mercantil, que las despoja de su concreción, politicidad, contexto e historia.

¿Por qué descolonizar el pensamiento y los modos de producirlo?, para crear matrices otras de comprensión y afectación; otras acciones, que nos permitan mermar la relación entre teoría y práctica. Nos urge, apostar a una subversión cognitiva capaz de hacer interactuar dimensiones que coloquen en el mismo plano las luchas contra el patriarcado, el etnocentrismo, el racismo, la cis-heteronormatividad, y el antropocentrismo (Celiberti y Vargas, 2017). En esas tareas, las epistemologías feministas descoloniales pueden configurar una de las tantas trincheras en y para las Ciencias Sociales, permitiendo, desplegar imaginaciones políticas amplia, pluriversal y pluriexperiencial. Imaginaciones, que inventen poéticas de un mundo, donde quepan muchos mundos. Como esboce en la introducción del texto, recurro a las epistemologías feministas y descoloniales, para desde allí encausar mi proceso de investigación. Recuperar las experiencias de protección de mujeres cis y sujetes feminizades frente a las múltiples violencias que viven en sus cuerpos-territorios situados en el Sur, permite revalorizar sus voces, para así, dar lugar a narraciones distintas sobre dicho campo problemático. Narraciones otras, que coloquen en el centro necesidades y deseos, de aquelles subalternes, que si pueden hablar.

 

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[1] Fecha de recepción: 15/09/2021. Fecha de aceptación: 29/10/2021.

Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/cprql9fvd

[2] Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)/Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS).

Córdoba, Argentina

https://orcid.org/0000-0001-8929-1251
denisepaz.ruiz@gmail.com

[3] Desde abril de 2021, cuento con una beca de investigación doctoral otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en temas estratégicos. La incipiente investigación se aboca a estudiar experiencias de protección a mujeres que efectúan denuncias de violencias por motivos de género a sus parejas y ex parejas en la Provincia de Córdoba, Argentina.

[4] Se pretende hacer alusión a la corriente crítica de lo que se ha denominado giro de(s)colonial, desde donde se lleva a cabo un análisis de la modernidad occidental como producto del proceso de conquista y colonización de América y sus implicaciones para los pueblos colonizados. En este sentido, se reconocen los aportes del grupo Colonialidad-Modernidad y los feminismos descoloniales. Entre los representantes del primero, se encuentran, Quijano Aníbal, Mignolo Walter, Lander Edgardo, Grosfoguel Ramon, Maldonado Torres Nelson, Escobar Arturo, Castro-Gómez Santiago, Dussel Enrique y Walsh Catherine. Además, en los denominados feminismos descoloniales, se destacan autoras como Espinosa Miñoso  Yuderkys, Curiel Ochy, Lugones María, entre otras.

[5] No es intención ahondar en el debate respecto a la decolonialidad/descolonialidad. En esta ocasión, se opta por la palabra descolonial y no decolonial, por entender, como ya lo han planteado diversas pensadoras, lo descolonial, más como proceso vivo que como teoría cerrada o una escuela de pensamiento (Millán, 2014)

[6] Modernidad, ciudadanía y ciencia, se vinculan estrechamente. Es a partir de la modernidad cuando el Estado otorga derechos a los miembros de la comunidad política, a través del denominado, contrato social. Más allá que este contrato, expresó un intento por eludir la naturalización de la exclusión de mujeres, niñes y esclaves en el pensamiento antiguo y medieval, esto continuó. En la modernidad, el argumento para dejar a estos últimos, fuera de la ciudadanía, lo proporcionaba la ciencia, que reducía su comunidad epistémica a los mismos sujetos que concentraban el poder (Maffia, 2020)

 

[7] Es oportuno dar cuenta que también existen críticas a la corriente descolonial y sus pensadores. Silvia Rivera Cusicanqui (2010), ha desarrollado, reflexiones sobre el denominado grupo Modernidad-Colonialidad, y algunos de sus principales referentes masculinos (Mignolo y Quijano), quienes han dado sustento a sus estudios en las academias del Norte. La autora, enfatiza en la omisión que estos han realizado, respecto a las trayectorias de pensamiento anticolonial en América Latina, apropiándose de ellas, dotando de academicismo estos debates y despolitizándolos. El multiculturalismo que representan estos pensadores, es considerado por Rivera Cusicanqui como lecturas esencialistas e historicistas de la cuestión indígena, neutralizando las prácticas de descolonización.