Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 14 (junio-noviembre). Año 2022. ISSN: 2525-0841. Págs. 46-58

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Fundación El llano - Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL)

 

Tejer en común la salud colectiva[1]

Weave together the Collective Health

 

Xabier Jaso Esain[2]

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

La salud colectiva es una categoría con un importante recorrido en América Latina mediante la que, entre otras cosas, se advierte de la importancia de la determinación social de la salud. El propósito del artículo es poner en valor la citada categoría como referente de propuestas de construcción comunitaria de salud. Así, varias iniciativas en Cataluña y en el País Vasco, donde el autor ha participado como investigador y activista, ilustran un esfuerzo hacia la materialización de expresiones de salud colectiva. El acercamiento a esas iniciativas se realiza desde la antropología, pues esta disciplina permite explorar la salud colectiva atendiendo a su tejido social, a partir de la premisa de que el abordaje es más fértil desde el pensamiento complejo. Asimismo, se pretende subrayar una especial dimensión de esta mirada a la salud: la de constituir una caja de herramientas para el activismo que le permite explorar qué condiciones facilitan la posibilidad de un proceso de transformación social garante de la continuidad de la vida.

Palabras clave: salud colectiva, autogestión de la salud, apoyo mutuo, pensamiento complejo.

 

Abstract

Collective health is a category with a remarkable background in Latin America. It underscores, among other issues, the importance of heath’s social determination. The purpose of this article is to highlight this category as a reference point for proposals around the community construction of health. Several initiatives in Catalonia and the Basque Country, where the author has participated as a researcher and activist, exemplify an effort to embody collective health expressions. The approach to these initiatives is based on anthropology, as this discipline allows collective health to be explored in terms of its social fabric, based on the premise that the approach is more fertile from the perspective of complex thinking. The aim is also to highlight a special dimension of this overview of health: that of constituting a toolbox that enables activism to explore the conditions that provide the possibility of a social transformation process in order to guarantee the continuity of life.

Keywords: Collective Health, Health Self-management, Mutual support, Complex thinking.

 

Osasuna, la salud

En 1920 los fundadores del equipo de fútbol de la ciudad donde nací decidieron bautizar su proyecto deportivo no mediante el inglés (como estaba de moda por entonces) sino empleando la palabra que en la lengua vernácula de esa tierra vasca significa salud: Osasuna. Resulta sugerente saber que esa palabra puede relacionarse con otras de la misma lengua y cuya raíz remite a la idea de totalidad y completitud[3].

Al principio de los años 10, comencé a conocer mejor el complejo mundo de la autogestión de la salud, impulsado por activismos previos en grupos de diversa índole. Las lecturas sobre dicha categoría provenían sobre todo de las aportaciones de personas vinculadas a la asociación vasca Sumendi, que empleaba ese término especialmente en referencia al cuidado del cuerpo (Landaburu, 2004). Se me hizo muy presente el sentido profundo del término en euskera para salud, pues me encontré con decenas de iniciativas grupales y centenares de personas que de una forma u otra estaban en marcha para (auto)construir una vida saludable y no escindida, aun en el marco de las categorías emic desde las que acostumbramos a manejarnos con la vida casi hasta compartimentarla: economía, educación, salud, agricultura y alimentación, etc.

Ese primer contacto con la literatura más próxima fue el germen de un proceso personal (como estudiante de antropología, investigador en esa disciplina y activista) que es también colectivo y que llega hasta este artículo, mediante el que se pretende poner en valor la idea de autogestión de la salud en su dimensión social y abordar la irrupción de la categoría de salud colectiva, que desde nuestro punto de vista puede constituirse en el principal referente y atributo de la praxis asociada a las iniciativas de construcción popular de la salud hoy en día.

 

Autogestión: aproximación histórica a un concepto

María del Mar Araus encuentra las raíces del término “autogestión” en los postulados filosóficos, éticos, políticos y religiosos de las civilizaciones clásicas del Mediterráneo, así como en la autonomía corporativa de los gremios medievales. Pero para ella los antecedentes más próximos deben inscribirse en el esquema general de emancipación que surge en Europa y América a partir del siglo XIX (Araus, 2004). Así, el término, aunque recoja valores históricos remotos, sería relativamente reciente. Es en los años 60 cuando comienza a popularizarse, principalmente desde el Estado francés. La primera publicación que recoge el término habría sido “Autogestion et socialisme”, nacida en 1966 y vinculada a la École des Hautes Études en Sciences Sociales[4]. Habría que añadir que la experiencia de la República de Yugoslavia recogía principios de “socialismo autogestionario”[5].

Más allá de estas referencias, “autogestión de la salud” es un concepto que históricamente ha tenido dos conjuntos principales de acepciones: por un lado, el ámbito que recoge un sentido de autocuidado personal del cuerpo y que se asocia a tratamientos y terapias; por otro, el que hace referencia a la gestión autónoma y saludable de la vida de las personas en todas sus dimensiones y no solo en el plano individual, sino también en el comunitario o colectivo.

Sin hablar stricto sensu de autogestión de la salud, en 1975 el pensador austríaco Ivan Illich publicó “Die Enteignung der Gesundheit. Medical Nemesis” (traducido al castellano como “Némesis médica. La expropiación de la salud”), un alegato por la recuperación de la responsabilidad y autonomía personales en el ámbito de la salud.

Poco después aparecería en América Latina la obra “Salud y autogestión. La antimedicina a examen”. En un contexto de avance de partidos y movimientos que tenían como denominador común la idea de socialismo, su autor, el psiquiatra y activista chileno Luis Weinstein realizó un análisis sin precedentes vinculando las categorías de salud y de autogestión (concepto este último que a la sazón era uno de los leit motiv de buena parte de la izquierda latinoamericana) con el ánimo de construir un proyecto social de “salud autogestionada” (Weinstein, 1978). Sus principales ejes pueden resumirse del siguiente modo:

-La autogestión en salud se afirma en la “apropiación por cada individuo de su proyecto de vida” y de la forma en que este se inserta en su entorno comunal.

-Lo esencial del concepto de salud es la capacidad de vivir: la cotidianeidad en sus aspectos vitales, emocionales, lúdicos, laborales, cognoscitivos, etc. La plenitud en el “tiempo vivido” dependería tanto de condiciones existenciales y biológicas como de la estructura sociopolítica.

-La autogestión en el ámbito de la salud es una opción contracultural susceptible de articularse con una orientación revolucionaria global, contrapuesta a la tendencia dominante a “medicalizar” la sociedad. La orientación del cambio social sería la de mejorar la salud.

-Así, el proyecto de una salud autogestionada puede jugar un papel aglutinante y de idea motriz que contribuya al cambio social, sabiendo que la opresión en la sociedad actual (calificada por él como “enferma y enfermante”) requiere aunar fuerzas.

-La autogestión en salud y la democratización, participación y control popular de las instituciones de salud preexistentes son cosas diferentes, pero pueden articularse.

Desde estas coordenadas, para Weinstein conjugar en un binomio la salud y la autogestión requiere un ejercicio doble: contemplar la “autogestión” general desde la salud, y al mismo tiempo acercarse a esta con una mirada “autogestionante”. De esa perspectiva (autogestión saludable y salud autogestionada) que subyace en su obra se desprende la potencialidad que para el autor guarda la categoría de “autogestión de la salud”. Con todo, durante los años siguientes ni en América ni en Europa se desarrollaron apenas experiencias que intentaran poner en marcha proyectos o dinámicas por la autogestión colectiva de la salud.

 

Qué es hoy la autogestión de la salud

Sabemos que la concepción de la salud como un estado de “bienestar” personal dependiente de productos y servicios que facilitan los sistemas de atención adscritos a entidades públicas y privadas no aparece hasta una fase tardía de la historia. Con todo, estos sistemas no han logrado enterrar las prácticas autogestivas: algunas de ellas han quedado en el olvido, pero otras persisten o se activan en relación dialéctica con las narrativas y prácticas dominantes, con la intención de superar la medicalización de la vida y la dependencia hacia un modelo asistencialista[6].

Por otro lado, cabe considerar que quien participa en alguna forma de autogestión social, aunque no lo haga expresamente en nombre de la salud, puede estar también trabajando por esta. Es el caso, por ejemplo, de las cooperativas y grupos de consumo de alimentos y otros productos ecológicos y de cercanía, iniciativas que podrían ser consideradas como experiencias autogestivas en salud. Lo es además en el sentido más integral de esta, pues en él se integran la salud de las personas, la de otros seres y la de la Tierra (con y sin mayúscula). También pueden tener esa dimensión muchos grupos de apoyo o ayuda mutua de diferente índole: desde personas que se encuentran para compartir y afrontar duelos hasta plataformas de personas afectadas por las hipotecas. Y, qué duda cabe, también las escuelas libres y vivas, así como otros proyectos centrados en torno a la danza, el teatro, los grupos de reflexión, etc.

Podemos avanzar que detrás de las diferentes miradas y prácticas actuales que se identifican con la idea de autogestionar la salud (algunas de las cuales serán citadas en este artículo) vemos rasgos de un fondo común: el deseo de autoconstrucción colectiva (Riechmann, 2015) de un presente y un futuro en dirección de lo que podríamos llamar “soberanía en salud”, haciendo un paralelismo con las ideas más difundidas de “soberanía alimentaria”, “soberanía energética”, “soberanía de los cuerpos” o menos conocidas como “soberanía habitacional”, por ejemplo. Anotamos desde esta perspectiva (la de la aspiración a las soberanías populares por ámbitos) que podríamos preguntarnos si puede haber autogestión, soberanía o emancipación en algún campo si no la hay también en el resto y si, por tanto, no hemos de pensar más bien en términos globales; es decir, como una “soberanía de vida” que integraría y al mismo tiempo superaría las visiones compartimentadas.

 

Una mirada enriquecida de la autogestión: el giro hacia la salud colectiva

Como activista en grupos informales de activismo en salud en el País Vasco que trabajaban desde una perspectiva autogestiva, mis referentes teóricos eran fundamentalmente las citadas aportaciones de Sumendi y otros trabajos que se adherían a las propuestas autogestivas. Sin embargo, las reflexiones en el contexto de ese activismo (que tendía a deslizarse con facilidad hacia una autogestión que podía entenderse como reduccionista, en la medida en que terminaba asentándose en prácticas meramente terapéuticas e individualizadas) y el progresivo conocimiento de diferentes propuestas en torno a la salud en el contexto de América Latina me llevaron a pensar en el potencial que contenía la idea de salud colectiva de cara a construir otro tipo de praxis. Es así como ese concepto comienza a integrarse en las redes activistas de las que formo parte y contribuye a ampliar el horizonte de la autogestión.

La categoría de salud colectiva se desarrolló en Latinoamérica, especialmente en Brasil, desde finales de los años 70 del siglo XX. Aunque hay múltiples definiciones, destacamos aquí la que ubica como un “conjunto articulado de prácticas técnicas, ideológicas, políticas y económicas, desarrolladas en el ámbito académico, en las instituciones de salud, en las organizaciones de la sociedad civil y en los institutos de investigación, informadas por diferentes corrientes de pensamiento resultantes de la adhesión o crítica a los diversos proyectos de reforma en salud” (Paim & Almeida Filho, 1998, p.310).

Desde la perspectiva de la salud colectiva, la vida puede entenderse como un “proceso colectivo, histórico y contradictorio en el que existe un constante movimiento en función de las relaciones sociales” (Bertolozzi & De La Torre, 2012, p.29). Como personas y comunidades participamos en procesos de producción y reproducción social, lo que lleva a un desarrollo vital complejo y a consecuencias en el ámbito de la salud. En definitiva, la idea de salud colectiva no puede considerar de forma individual y aislada síntomas, diagnósticos, enfermedades y tratamientos, pues integra de forma preferente la dinámica social, política y económica que producen e incorporan los seres humanos.

Creemos importante subrayar que entendemos que el principal objeto de la salud colectiva son las necesidades sociales de salud de las personas y de las comunidades. La salud colectiva pone así sobre la mesa la determinación social del proceso colectivo de la salud (Breilh, 2013), y, por tanto, para desarrollarla en términos de calidad de vida se requiere la aportación de saberes y activos presentes o pasados, en cualquiera de los ámbitos que hemos citado al hablar de las soberanías.

De esta forma, no sería posible trabajar en términos de salud colectiva sin adoptar una mirada compleja. De las enormes aportaciones realizadas por Edgar Morin y otros científicos sociales en torno a la idea de pensamiento complejo (Morin, 1994) subrayamos aquí la interpelación a relacionar o articular ámbitos -también disciplinares- que el pensamiento no complejo o disgregador tiende a mantener fracturados. Esa aspiración a la conexión es fundamental si hablamos de salud colectiva, como estamos viendo. Hemos de poner también nuestra atención en la idea de complejidad como fenómeno caracterizado por la “pluralidad y jerarquización de niveles de ocurrencia de procesos”, la “diversidad de relaciones entre los elementos componentes de un dado objeto modelo” y la “naturaleza no finalística” de los modelos (Almeida Filho, 2006, p.125). Por su parte, De Lellis y Mozobancyk se hacen eco de una definición que la cátedra I de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la UBA elaboró en 2001 y en la que queda bien remarcada la relación indisociable entre salud y complejidad:

“Salud es la situación de relativo bienestar físico, psíquico, social y ambiental –el máximo posible en cada momento histórico y circunstancia socio-cultural determinada–, considerando que dicha situación es producto de la interacción permanente y recíprocamente transformadora entre la persona (entidad bio-psico-socio-cultural) y su ambiente humano (entidad bío-físico-química, psico-socio-cultural y económico-política), teniendo en cuenta que estos componentes integran a su vez el complejo sistema de la trama de la vida” (De Lellis & Mozobancyk, 2013, p.51).

No podemos dejar de mencionar aquí las líneas abiertas por la propuesta de la Salud Mental Colectiva y el Buen Vivir[7], también desde Abya Yala, en el plano teórico y en la configuración de grupos de trabajo transdisciplinares. Su planteamiento bebe de la Medicina Social (Iriart et al., 2015) y pone énfasis en la determinación social de la salud, que desde ese punto de vista no ha de reducirse a un conjunto de “determinantes” aislados: “Es así como el proceso salud-enfermedad, se encuentra determinado social e históricamente, lo que se explica en la medida que se comprende que la historia individual y colectiva, las condiciones materiales y simbólicas para sobrellevar los procesos de salud-enfermedad-atención y el tipo de relaciones que se establecen, determinan el modo de enfermar y el tipo de respuesta” (León, 2021).

La consideración de la idea de salud colectiva activó el paso desde la teoría hasta la praxis: abrió el camino a la aspiración de conocer experiencias emergentes de autogestión colectiva de la salud, pues permitió dirigir la mirada a la comunidad autónoma de Cataluña, donde desde hacía no mucho tiempo se estaba produciendo un fenómeno de florecimiento de iniciativas sin parangón en Europa. Era el momento de contrastar sobre el terreno toda esa narrativa.

 

Cataluña: la diversidad de la salud colectiva desde diferentes fórmulas de autogestión

En la investigación que realicé entre 2014 y 2015 en el área metropolitana de Barcelona[8] el objetivo fue identificar y analizar proyectos colectivos de salud que, si bien coincidían en tener como referente, entre otros, la idea de la autogestión o de la salud colectiva o comunitaria, entendían esta de formas diversas: desde la apuesta por abordar, al menos en una primera fase, la formación de personas facilitadoras a partir de un cambio de paradigma en salud y en medicina, hasta quienes preferían situar el eje de su trabajo en la relación terapéutica horizontal con personas usuarias, pasando por quienes practican el apoyo mutuo en pequeños grupos o desarrollan su activismo en los barrios aportando a la formación y la construcción de tejidos comunales por la salud.

Las iniciativas han sido y son muchas: Salut entre Totes, Ipomea, grupos GAM, Insània (iniciativa de reciente creación), COS-Cooperativa de Salut, CIC, UNIMED, etc. A la diversidad de planteamientos, prácticas y formas organizativas (colectivos, asociaciones, cooperativas…) desde la que se despliegan las propuestas, habría que sumar las iniciativas que tienen lugar, a veces solo de forma puntual, en ateneos, centros ocupados y otros espacios alternativos de todos los territorios de habla catalana (en ocasiones denominados en su conjunto como Països Catalans) en forma de jornadas, debates o talleres por la autogestión de la salud. En concreto, para entender la emergencia de experiencias de autogestión colectiva de la salud o salud colectiva en el área metropolitana de Barcelona, hemos de entender un contexto que posee varios elementos importantes:

-Fuerte tradición cooperativista en el territorio.

-Influencia del pensamiento y organización libertarias/anarquistas. 

-Importante desarrollo de los movimientos ecologista y feminista.

-Transformaciones ocurridas desde finales del siglo XX (crecimiento poblacional, turistificación, movimientos migratorios, etc.)

-Crisis social, económica y política desde 2007-2008.

-Incremento de la desafección social y política hacia el Estado, por diversas causas.

Las conclusiones de este acercamiento a las experiencias catalanas las dividimos en dos partes:

1) La gran diversidad y complejidad de significados de la “autogestión de la salud” como propuesta de acción colectiva hacen de esta categoría un complejo imaginario sobre el que diferentes grupos de la ciudad de Barcelona están desarrollando sus propuestas y prácticas. En unas y en otras es posible hallar unas constantes que recuerdan a planteamientos clásicos, pero tienen características propias y novedosas. Estas son algunas de ellas:

-La autogestión de la salud no se interpreta en estas experiencias colectivas en su versión constreñida de “autocuidado” o atención a los procesos corporales. Es contemplada mayoritariamente como un camino de responsabilidad y empoderamiento personal y colectivo (en otras palabras, como desarrollo de capacidades para la toma autónoma de decisiones) de cara a la promoción de la calidad de vida, la prevención de malestares y/o la preservación o conservación de la salud, la cual no se define de un único modo. Un camino inseparable de los procesos y circunstancias ambientales, sociales, económicas y políticas.

-Así, consideran mayoritariamente que ese camino requiere un importante reto y desafío: el de acompañarlo con la acción y la organización social, política y económica necesarias para la construcción de una nueva salud pública en una nueva sociedad. En este sentido, parte de los promotores de la autogestión de la salud se identifican con la ideología anarquista y aspiran a una sociedad económicamente no capitalista y políticamente sin Estado. No es este sin embargo un ideario común a todos los proyectos y personas.

-La autogestión de la salud se presenta como apuesta frente a un modelo sanitario que se rechaza y se percibe como medicalizado (salud como tratamiento farmacológico), mercantilizado (salud como negocio) y jerarquizado (salud desde la asimetría tanto entre el sistema y la población “atendida” como entre el personal sanitario y las personas usuarias). Así, la autogestión en este sentido plantea propuestas basadas idealmente en la desmedicalización, la desmercantilización (apuesta por la reciprocidad) y la horizontalidad entre terapeuta / facilitador / acompañante y la persona o usuario.

-Entre quienes integran algún tipo de perspectiva y/o servicio médico (atención a personas usuarias), destacan dos posturas: la defensa de una u otra versión de la llamada “medicina integrativa”[9] y la de una “medicina unificada”[10]. El término de “medicinas alternativas” es objeto de discusión y no son pocos los que lo relegan.

-Las iniciativas por la autogestión de la salud contempladas tienen un fuerte componente urbano y tengan o no una perspectiva de género están dinamizadas mayoritariamente por mujeres.

2) En relación a la praxis de las iniciativas, cabe indicar los siguientes puntos:

-La organización, funcionamiento y prácticas de los diferentes proyectos o iniciativas de autogestión de la salud adoptan diferentes modelos de gestión y participación.

-Aunque la importancia dada a la formación es transversal a todas las iniciativas, algunas tienden a acentuar en sus prácticas un perfil terapéutico, otras el autoaprendizaje y el activismo y otras la construcción de estructuras desde un nuevo paradigma.

-Se trata de experiencias inacabadas: todas ellas tienen apenas unos años, siguen construyéndose en permanente cambio y movimiento y no están exentas de contradicciones y conflictos que atañen tanto a los planteamientos sobre la salud como a la confrontación entre perspectivas políticas y económicas divergentes.

-Se constató que la sostenibilidad económica de los diferentes proyectos analizados era una cuestión no resuelta y fuente de inestabilidad: en la búsqueda de una coherencia entre la idea de autogestión personal y colectiva de la salud y la autogestión organizativa del propio proyecto, la construcción del soporte económico encuentra múltiples problemas (autoexplotación, choque entre interpretaciones de la reciprocidad, adaptación y convivencia con el contexto capitalista, etc.)

-Dadas las complejas imbricaciones e interacciones del mundo de la autogestión organizada de la salud con otras esferas, considero que ulteriores investigaciones requerirían un abordaje multidisciplinar que integrase perspectivas de diferentes subdisciplinas antropológicas: urbana, económica, política, de género y por supuesto de la salud.

A la reflexión en torno a las conclusiones de una investigación como esta, que permitió acceder a una realidad tangible y articulada de promoción de una salud colectiva desde abajo, se sumó el conocimiento de la existencia, también en Cataluña, de un posgrado en Salud Mental Colectiva organizado por la Fundació URV[11] y cursado por el autor del presente artículo algo más tarde. Tal como ha afirmado el antropólogo Martín Correa-Urquiza, uno de los coordinadores del posgrado, el concepto de Salud Mental Colectiva “coloca el énfasis en la necesidad de que toda práctica en salud ha de ser el resultado de una labor conjunta, complementaria y de articulación horizontal entre distintos saberes y experiencias subjetivas, incluyendo de manera activa el conocimiento profano de las mismas personas afectadas de problemas de salud mental”[12].

 

Euskal Herria: el Ágora de la Salud Mental Colectiva

Este acercamiento etnográfico a diversas experiencias catalanas generó en última instancia una suerte de interpelación para el sujeto investigador: a partir de los datos obtenidos y del consiguiente entendimiento de la imbricación entre las ideas de autogestión y de salud colectiva, ¿sería posible pasar de la observación participante de carácter etnográfico a formular en común y llevar a la práctica una experiencia de autogestión / salud colectiva en un contexto diferente al catalán pero nutriéndose en parte de lo aprendido en él? Se comenzó a perfilar así, dentro de la recién creada Asociación de Antropología Popular Hazi Aroa[13], un proyecto de antropología aplicada con el fin de construir un espacio de encuentro en torno a la idea de “ágora” en el ámbito de la salud mental.

Un ágora es, por definición, un espacio abierto de encuentro y debate en torno a una o más cuestiones. En el ámbito de la salud mental son múltiples los agentes y entidades que en la Comunidad Foral de Navarra desarrollan una ingente labor, tanto en dispositivos institucionales o privados de atención sanitaria profesional como desde las asociaciones de personas afectadas o de familiares. Asimismo, existe cierto grado de coordinación entre algunos servicios y organizaciones. Con todo, el equipo de investigación que planteó esta propuesta en 2018 detectó la ausencia de un espacio social de reflexión en el ámbito de la salud mental en dicho territorio, por lo que estimó pertinente afrontar el reto utilizando también la metodología etnográfica.

El proyecto de Ágora de la Salud Mental Colectiva (SMC)[14], llevado a cabo con el apoyo de una beca impulsada por el centro asociado de la UNED en Pamplona, pretende llenar este vacío proponiendo la construcción colectiva de un doble espacio (virtual y físico) para permitir tanto un mejor conocimiento mutuo entre los diferentes agentes colectivos y personas usuarias en este sector como la transmisión y socialización de saberes, prácticas y experiencias en relación a la salud mental.

En última instancia se pretendía lograr una incidencia más allá de las actividades puntuales del proyecto y desde el paradigma de la salud mental colectiva. En este sentido, para su realización se preveía la activa participación de personas y entidades activas. Al comienzo (durante el curso 2018-2019) el eje de trabajo fueron todas aquellas asociaciones y proyectos nacidos por iniciativa de personas usuarias o afectadas y que se gestionan en el ámbito de la sociedad civil. Estos fueron los objetivos generales iniciales:

1-Estudiar y dar a conocer los recursos comunitarios no institucionales del territorio de la Comunidad Foral de Navarra para promover la calidad de vida de la población en el campo de la salud mental.

2-Poner en marcha un proceso abierto de reflexión social acerca de qué nuevos retos, propuestas y recursos son necesarios para avanzar hacia una mejor salud mental en barrios y localidades.

3-Aportar en la creación y desarrollo colectivo y compartido de nuevas herramientas hacia una mejor calidad de vida de las personas con problemas de salud mental en el citado territorio.

Los objetivos específicos fueron los siguientes:

a) Realizar una etnografía analítica de las características, trabajo, representaciones y prácticas de salud del tejido comunitario autoorganizado en el ámbito de la salud mental en Navarra fuera de los dispositivos sanitarios.

b) Crear el Ágora de la SMC en Navarra con una dimensión virtual (un portal web con información, foro, podcasts y mapa de recursos) y otra física manifestada en la constitución de un grupo o comité impulsor permanente y en la celebración, en formato de jornadas, de diferentes ediciones del Ágora de la Salud Mental Colectiva en Navarra. El resultado hasta el momento han sido la apertura de una web y dos ediciones del ágora con presencia de personas de diferentes iniciativas y público interesado.

c) Diseñar y elaborar materiales de divulgación en diferentes soportes para dar a conocer y sugerir herramientas de cara a una mejor salud mental colectiva.

El proyecto se desarrolló inicialmente conforme a las etapas mencionadas. Se inició con un trabajo de campo que permitió mapear (registrar) y actualizar la información sobre lo que podríamos considerar nodos -entidades y proyectos- de la salud mental colectiva en Navarra, así como conocer mejor la problemática actual y necesidades en este ámbito. Una mirada desde la complejidad nos llevó a incluir en ese mapa, junto a otras, algunas iniciativas sociales que desde nuestro punto de vista trabajaban por la salud mental de la población aunque esa no constituyera expresa y formalmente un objetivo de su quehacer: nos referimos a entidades del ámbito de las dependencias en un sentido amplio, asociaciones que de una manera u otra gestionan el impacto del suicidio y otras. Posteriormente, en base a la información recogida, se diseñó el primer Ágora de la SMC en Navarra (que tuvo lugar en Pamplona en marzo de 2019) y al mismo tiempo se activó una web informativa con carácter permanente.

El eje metodológico fue la Investigación-Acción Participativa (IAP): un método de investigación y acción de carácter cualitativo en el que tanto las personas investigadoras del equipo como los propios colectivos objeto de la investigación son sujetos protagonistas de esta. Las bases teórico-metodológicas de la IAP han sido construidas por autores como Alberich y Ander Egg y posteriormente han tenido varios desarrollos, como el llamado Método Holónico-Auto Investigación Acción Participativa: MH-AIAP[15] (Carmona, 2016).

La segunda edición del Ágora de la Salud Mental Colectiva tuvo lugar en 2020[16]. En el contexto de la continuidad del Ágora y de su propósito inicial, el propósito fue abrir una línea específica de investigación para conocer en lo posible el grado de sufrimiento psicosocial y en general el estado de salud mental de la población migrada más vulnerable que había llegado a la Comunidad Foral de Navarra en los años o décadas anteriores y que actualmente reside en la comarca de Pamplona.

Se realizó un análisis del impacto del proceso migratorio y de acogida en la salud mental de dicha población, atendiendo para ello tanto a las necesidades y problemas percibidos como a las estrategias que las personas migradas despliegan a nivel individual y colectivo, así como a la participación en la gestión de ese sufrimiento por parte de entidades sociales y públicas del territorio de acogida. Además de testimonios en primera persona, se contó con la participación del psiquiatra Joseba Achotegui, experto en los impactos que tienen los procesos migratorios en circunstancias extremas en la salud mental de quienes los protagonizan y creador de la categoría denominada Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple (SIECM), más conocido como Síndrome de Ulises (Achotegui, 2020).

Tras estas dos ediciones del Ágora se obtuvieron, entre otros, estos resultados:

-El tejido social organizado por la salud mental en Navarra refleja una nebulosa que comprende múltiples iniciativas y posee una gran diversidad interna.

-La emergencia de los puntos de ese tejido se ha producido especialmente en los últimos diez años. Respondería a la percepción de nuevas necesidades no cubiertas desde otros niveles y a la percepción de tener que satisfacerlas mediante fórmulas colectivas y participativas, generalmente desde la autogestión y la acción “en primera persona”.

-Ha existido una compartimentación en las áreas (parceladas por diagnósticos o procesos), así como en el actuar y en la relación entre las iniciativas: como consecuencia, se percibió al principio del Ágora un escaso conocimiento mutuo y un trabajo en red poco desarrollado.

-Esta compartimentación comienza a resquebrajarse tímidamente, lo que se manifiesta en algunas acciones conjuntas, a veces bajo el paraguas de la Administración (procesos participativos para planes de salud mental) y en otras ocasiones de forma autónoma.

-El Ágora de la SMC va más allá de los planes de salud mental cuando estos hablan de la “potenciación y consolidación del modelo comunitario”. Frente a esa visión, se ha configurado como una invitación a la construcción colectiva desde el propio tejido social activista; es decir, como un espacio de encuentro o foro popular que además de posibilitar el intercambio, el debate, la acción y el conocimiento y apoyo mutuos, aspira a devenir en herramienta de transformación colectiva, incidiendo en la determinación social de la salud.

 

Conclusiones

Hemos partido de las categorías de autogestión de la salud y de salud colectiva, que desde nuestro punto de vista son configuraciones teóricas portadoras de matices propios y a la vez mutuamente complementarias. A partir de ahí, nos hemos acercado a experiencias de construcción comunitaria de la salud en el Estado español (consideradas inicialmente desde la aproximación etnográfica, por un lado, y desde el activismo en primera persona, por otro) muy diversas entre sí, pero semejantes en cuanto a que invitan a reflexionar sobre la pertinencia de que los sentidos de tales categorías permeen en el activismo por la salud y ayuden a tejer propuestas para la transformación social.

En este sentido, creemos que sin abandonar los aportes y oportunidades de los enfoques autogestivos, hoy en día la propuesta de la salud colectiva -integral, dinámica y en permanente construcción- constituye una mirada avanzada, lúcida y fértil que puede ser enriquecida en diálogo con los saberes y acervos culturales de comunidades humanas de todo el planeta.

Consideramos que hay una serie de elementos clave para desarrollar la idea y la práctica de esta salud colectiva. Estos son, entre otros, comprender la salud desde las herramientas del pensamiento complejo; practicar el apoyo mutuo[17], sembrar una actitud de esperanza activa, identificando lo que se espera y tomar medidas hacia ello (Macy, 2009); trabajar la permacultura social (participación activa en movimientos solidarios que restablezcan valores humanos y medioambientales); alimentar la pasión por conocer(nos), y algo que sin lo que probablemente no es posible ningún cambio permanente: la acción de amar.

A partir de aquí, nos permitimos plantear algunas valoraciones y retos en el sendero hacia la construcción de una buena salud colectiva:

-Nos encontramos en un marco global que pone sobre la mesa la necesidad de abordar la salud desde nuevas miradas, en un contexto de continuidad de la hegemonía capitalista y de emergencia social, climática y ecológica.

-La capacidad de autoorganización social de los pueblos sigue manifestándose en diferentes líneas: una es la salud y toma cuerpo en iniciativas plurales, a veces con una línea de resistencia y/o de construcción de nuevas formas de existir.

-En el contexto del Estado español, durante la anterior ‘crisis’ socioeconómica (principios de la década de los años 10) se produjo un aumento del número de iniciativas sociales de carácter autogestivo, pero la situación cambió en sentido contrario, y más desde 2020. Cabe preguntarse si nos encontramos a las puertas de una nueva fase de (re)articulación ciudadana y de generación de propuestas.

-El empleo de las categorías etic de salud colectiva o salud mental colectiva ha de ubicarse en asociación con la idea de un cambio social, pues tales términos no solo describen la aspiración a una transformación sistémica, sino que apuntan a que las condiciones de posibilidad para la salud se darán cuando los sujetos sociales rompan con las narrativas reduccionistas vinculadas al capitalismo neoliberal.

-Una mirada desde la complejidad hacia la salud y hacia su tejido social organizado permite superar parámetros reduccionistas y dualistas (salud/enfermedad; sujeto profesional/objeto paciente; bienestar/sufrimiento, etc.) y enriquece el bagaje de la salud colectiva o medicina social.

-Si prestamos atención a lo ocurrido con las articulaciones activistas en el ámbito de la salud y en general, tras dos años de repliegue (2020 y 2021), posiblemente se abre un periodo apto para rehacernos y desplegar articulaciones sociales y proyectos comunitarios, pero es necesario disponer de lucidez, ánimo y empatía para aprovecharlo.

-Si creemos que nuestros ámbitos de trabajo como activistas, militantes o personas vinculadas a la Academia no están relacionados con la salud, hemos de reflexionar acerca de la necesidad de tener en cuenta e incorporar ese ámbito a nuestras líneas de trabajo o acción.

-Más allá de la inquietud ante los recortes en la sanidad, y sin negar su importancia, resulta más imperioso que nunca trabajar en torno a los factores sociales que condicionan la salud y sobre los paradigmas en torno a ella (hegemónicos y otros).

-Es preciso estudiar tanto las propuestas teóricas existentes (desde sus diferentes perspectivas) como las iniciativas reales pasadas y presentes, con sus logros y bloqueos, y desarrollar ideas y acciones nuevas.

-Finalmente, sin comunidad no avanzaremos hacia la salud colectiva, por lo que necesitamos recuperar o reconstruir nuevos sentidos de lo comunitario.

 

Referencias bibliográficas

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[1] Fecha de recepción: 30/03/2022. Fecha de aceptación: 14/06/2022.

Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/iw1rl3u74

[2] Universidad Pública de Navarra

España                                                                                                                                                                               

https://orcid.org/0000-0001-9994-1502

xabijaso@gmail.com

[3] En ocasiones se alude a la relación entre palabras vascas como oso (entero, íntegro, total), osatu (sanar, curar) y osasuna (salud).

[4] Parte de los contenidos más significativos de la revista son accesibles mediante el siguiente enlace: https://www.persee.fr/issue/autog_0338-7259_1977_num_37_1

[5] Esos principios quedaron sintetizados en el llamado Programa de Liubliana de 1958.

[6] Nos referimos no solo a iniciativas como la de Sumendi u otras asociaciones que entre otras cosas vuelven su mirada hacia los saberes tradicionales, sino también a experiencias de apoyo mutuo (en salud mental o en otros ámbitos) que conectan con la recuperación de ciertos sentidos de comunidad, y también a otras iniciativas estables o esporádicas (jornadas, por ejemplo) que durante las últimas décadas se han ido gestando y desarrollando en nombre de la “autogestión de la salud” especialmente en sectores sociales al margen de los sistemas establecidos.

[7] La Red Latinoamericana de Organizaciones y Movimientos Sociales por el Derecho a la Salud (RED LOMSODES) es una de las principales impulsoras de esta iniciativa.

[8] Los resultados de esta investigación se recogieron en 2015 en el trabajo final para el Grado en Antropología Social y Cultural cursado por el autor del presente artículo. Dicho trabajo se tituló El desafío de las nuevas construcciones colectivas del sanar. Discursos y prácticas de autogestión de la salud en un contexto urbano.

[9] En la web de COS-Cooperativa de Salut figura esta afirmación: “Medicina integrativa es la que no queda limitada a lo físico exclusivamente a la hora de diagnosticar y tratar a la persona, sino que contempla al individuo como un todo, que forma parte de un Sistema donde factores ambientales, energéticos, espirituales, y emocionales intervienen en el estado de salud”. Recuperado de: https://cos.coop/medicina-integrativa/

[10] Desde UNIMED se afirma que “La Medicina Unificada emerge desde la unicidad del ser: la persona humana total, desde la Holomedicina. La Holomedicina es de naturaleza sistémico-compleja para poder actuar sobre fenómenos definidos como el proceso salud-enfermedad de manera armónica, coherente y eficiente”. Recuperado de: https://www.unimed-consulting.es/medicina-unificada.html

[11] Información del posgrado de Salud Mental Colectiva en la página web de la Fundació URV: https://www.fundacio.urv.cat/diploma_de_posgrado_en_salud_mental_colectiva/of_es/es/EPSAMECS-M4-2022-9

[12] Estas y otras afirmaciones siguen configurando el planteamiento del posgrado de Salud Mental Colectiva: https://www.fundacionmanantial.org/por-que-un-posgrado-de-salud-mental-colectiva-por-martin-correa-urquiza/

[13] Esta asociación de antropología activista nació en 2018 en Pamplona y en sus primeros años ha llevado a cabo proyectos en el ámbito de la soberanía alimentaria y de la salud.

[14] En la web del Ágora puede encontrarse más información sobre el proyecto. http://www.saludmentalcolectivanafarroa.org

[15] El MH-AIAP se presentó en el Congreso Mundial de Pensamiento Complejo de 2016.

www.academia.edu/42292145/MH_AIAP_Método_holónico_Auto_Investigación_Acción_Participativa

[16] Los vídeos de la jornada están disponibles en el canal de Youtube del Grupo de Antropología Popular Hazi Aroa, organizador de la iniciativa. www.youtube.com/channel/UCbhaNCwJj0yPoFEJmOXo08A

[17] Además del conocido término de comunal, en el caso del ámbito vasco y en el contexto del apoyo mutuo destacamos las ideas de auzolan como trabajo vecinal o comunitario (Mitxeltorena, 2011) y la de batzarre o asamblea.