Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 7 Año 2018. ISSN: 2525-0841. Págs.92 - 106

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas

Aportes a la construcción del habitus político en personas trans en Córdoba[1]

Contributions to the construction of the political habitus in transgender people in Córdoba

Gabriela Heredia Baek[2]


Resumen

En el presente artículo se propone indagar sobre las condiciones de posibilidad de las prácticas políticas desarrolladas por un grupo de personas trans que residen en Córdoba. Partiendo del supuesto de que los agentes son capaces de denunciar los lugares que les son material y simbólicamente asignados, nos interesa abordar los modos en que la distribución desigual de soportes materiales, culturales y sociales inciden en las posibilidades de cuestionar los principios de visión hegemónicos y, en consecuencia, en las posibilidades objetivas de transformarlos. De este modo, nos situamos en el margen de maniobras del agente; entre la posibilidad de cuestionar los principios dominantes y las constricciones estructurales que lo condicionan. Así mismo, a diferencia de los abordajes que analizan la subversión política como la instauración un orden sexual alternativo, en este estudio proponemos considerar las prácticas subversivas en relación a su capacidad de transformar las representaciones y posiciones sociales asociadas a la transgeneridad.

Palabras clave: Transgénero, Subversión política, Reproducción social, Trayectorias, Condiciones de posibilidad.

Abstract

This article addresses the enabling conditions of political practices deployed by a group of transgender people in Córdoba. Assuming that social agents are capable of questioning the material and symbolic positions assigned to them, we intend to explore the ways in which an unequal distribution of material, cultural and social resources affect the possibilities of questioning hegemonic principles of vision and division and, consequently, in the objective chances of transforming them. Thereby, we stand in the agent’s room of maneuver; between the possibility of questioning the prevailing principles and the structural conditioning constrictions. Moreover, unlike other studies focused in analyzing political subversion as an attempt to establish an alternative sexual order, in this essay we consider subversive practices regarding to their capacity of transforming social positions and representations related to transgenerity.

Keywords: Transgender, Political subversion, Social reproduction, Trajectories, Conditions of possibility.

Introducción

Uno de los principales obstáculos a los que se enfrenta el análisis del movimiento encabezado por la población trans radica en la visión sostenida -tanto en ámbitos académicos como en la sociedad en general- de que este colectivo constituye un conjunto homogéneo de personas con propiedades definidas exclusivamente por su expresión e identidad de género. Hablar de transgeneridad aún hoy parece invocar una imagen unitaria: feminizada, hipersexualizada, enclasante[3] y victimizante; restingida al ámbito privado o reificada en espacios massmediáticos (Espineira, 2015), excluida, en ambos casos, de las luchas tradicionalmente consideradas como políticas.

Paradójicamente, estas nociones encuentran su apoyo en las encuestas y estudios disponibles[4] que, al considerar el género independientemente de todo tipo de condicionamiento socio-económico, favorecen -a partir de sus enunciados o de las lecturas que estos estudios sugieren- a la generalización de los resultados, reforzando estereotipos que, siguiendo el informe del INDEC (2012), son aplicados a todas las personas que comparten un “cierto rasgo común” y constituyen la base de actitudes discriminatorias.

En esta concepción, el género se erige como una suerte de propiedad trascendental, dotada de una primacía ontológica en la definición de las condiciones de vida de los agentes, de sus prácticas e identidades; producto de un pensamiento lineal -aquel que el sociólogo francés P. Bourdieu se encargó de poner en evidencia en su obra canónica La Distinción (2017, pp.122)- el análisis del complejo entramado social se reduce a una explicación causal simple. Como afirma el autor,

No es posible justificar de manera unitaria y a la vez específica la infinita diversidad de las prácticas si no es a condición de romper con el pensamiento lineal, que solo conoce las estructuras simples de orden de la determinación directa, para dedicarse a la reconstrucción de las redes de las enmarañadas relaciones que se encuentran presentes en cada uno de los factores.

En esta línea y contra esta tendencia del pensamiento, en el presente artículo proponemos llevar a cabo un análisis relacional, considerando que el lugar ocupado en un espacio multidimensionalmente estructurado define las condiciones de existencia de los agentes y, en particular, el modo de percibir estas condiciones y de actuar en consecuencia (Bourdieu, 2015). Concretamente y en lo que respecta a este estudio, el posicionamiento en un espacio de relaciones implica oportunidades desiguales en la adquisición de los recursos necesarios para inclinarse ante y hacia la lucha política y, en consecuencia, en la capacidad de incidir sobre esta.

En el siguiente apartado presentamos algunas especificidades acerca del contexto de este artículo y la metodología de la que partimos. Luego, abordamos las condiciones de vida que hacen posible la participación, la representación y el compromiso político en personas trans en Córdoba. Para esto nos servimos de cuatro casos de los posibles, haciendo hincapié en los elementos que consideramos pertinentes en las distintas trayectorias: Romina (30) y Facundo (26), coordinadores provinciales de una de las agrupaciones que disputan el poder de representación de la población trans a nivel nacional y Noelia (33) y Catalina (46), integrantes de listas que aspiran o conducen los centros vecinales de sus respectivos barrios y que, además, participan en espacios políticos oficiales.

A partir de la descripción de estos itinerarios y de la articulación de las distintas experiencias con categorías de tradición bourdieusiana, proponemos aproximarnos a la explicación y comprensión de la producción social de los agentes contestatarios, procurando avanzar en un análisis sociogenético de los habitus político-militantes.

Metodología

Las inquietudes esbozadas más arriba surgen del proyecto de investigación titulado “Estrategias de reproducción social en personas trans de Córdoba” (Heredia Baek, 2017), cuyo hilo conductor ha sido el de identificar el vínculo entre origen social, trayectoria individual, voluntad y prácticas. Para llevar esto a cabo se realizaron entrevistas en profundidad a doce personas trans residentes de Córdoba, haciendo hincapié en acontecimientos tales como el abandono de los hogares en edad temprana, las experiencias en el ámbito educativo y las trayectorias laborales y de militancia.

En este sentido, a partir de los relatos de vida (Bertaux, 2011; Jiménez, 2015) y favoreciendo una perspectiva histórico-temporal, se ha procurado trazar las variaciones en el volumen y estructura de capital de los agentes a lo largo del tiempo, con el fin de reconstruir la sucesión de posiciones sociales ocupadas por los agentes, es decir, sus trayectorias individuales (Cachón Rodríguez, 2001).

Debido a nuestro interés particular en dar cuenta de las estrategias capaces de producir reposicionamientos y transformaciones en las representaciones negativas asignadas a la transgeneridad, circunscribimos nuestro estudio a aquellos sujetos que, a partir de sus posibilidades objetivas, se apartan de las definiciones y posiciones sociales estigmatizantes. Esto significó hacer un recorte que excluyó, en particular, a un grupo de personas trans femeninas que se desenvuelven en el mercado laboral sexual[5] y que se ajustan a las representaciones y prácticas asignadas a este colectivo.

Al mismo tiempo, para dar cuenta de los distintos modos en que se cristaliza la desigualdad se seleccionó una muestra diversa en función de variables como la identidad auto-percibida, la edad, la participación en colectivos y, en general, las propiedades asociadas al volumen y estructura patrimonial de los agentes. Luego, con el objeto de poner en evidencia las principales estrategias desarrolladas, se elaboró una tipología caracterizada por la ausencia y presencia de atributos que, en función de las homogeneidades detectadas, hizo posible la agrupación de los sujetos en distintos perfiles y, posteriormente, el desarrollo de un análisis comparativo intra e intergrupal (Ragin, 2007). En el presente artículo procuramos describir los agentes inscriptos en el perfil político, definidos por sus disposiciones a conquistar, acumular y mantener redes de relaciones asociadas a la participación y militancia en agrupaciones de la diversidad y/o partidos políticos.

Condiciones de posibilidad de la representación

Origen de clase y capital cultural

Romina (30, empleada administrativa) nació en la provincia de Buenos Aires y, en el momento de la entrevista, hacía cinco años vivía en la ciudad de Córdoba. Ella relató que su pasado estuvo marcado por “una represión bastante grande”: para Romina, esto estuvo asociado a que su abuelo materno era militar y, tanto su padre como hermano, mecánico y camionero. Según contó, su familia no la apoyó “en nada, NADA”: para ella “cuando vos decidís que vas a ser mujer, viene todo un castigo (...) tu familia te da vuelta la cara, las personas te dan vuelta la cara”. Al momento de la entrevista, Romina vivía en el centro con su hermana y no planeaba volver a Buenos Aires ya que consideraba que Córdoba era “(su) lugar”.

En contraste con otros casos de la muestra, Romina pudo finalizar sus estudios secundarios. Si bien recuerda que “por ser distinta” en el colegio sufrió incluso agresiones físicas, esta situación la llevó a buscar refugio en la biblioteca de la escuela, lo que le “abrió la cabeza”: “me leí todo”, afirmó. Según recuerda, luego de haber leído a Simone de Beauvoir pensó: “esta gente es la que realmente dice la verdad, no lo que me dice la profe o lo que me dice mi viejo... esta gente está hablando en serio”.

Al año de terminar sus estudios medios, en el año el 2005, Romina se inscribió a la facultad de Psicología en la UBA. Recuerda que “fue dura la facu, porque si bien yo me presentaba con mi nombre anterior, mi estética, mi físico era otra cosa (...) entonces era o el trastorno dismórfico o el trastorno de disforia... caminando en pinta”. De este modo, en su casa y en la facultad “no podía ser Romina”; para ella todo fue “a escondidas, en mis tiempos libres”. A pesar de que hacía más de cinco años había terminado de cursar, la entrevistada señaló que aún adeudaba su trabajo final.

Al momento de la entrevista, Romina se desempeñaba como empleada administrativa en la empresa de recolección Córdoba Recicla Sociedad del Estado (CRESE), en la que ingresó a través de un convenio entre esta empresa, la asociación en la que milita y el INADI. Además, a partir de una votación, fue designada como coordinadora de la filial cordobesa de una agrupación nacional de la diversidad. Ella dijo considerarse una persona “privilegiada” y afirmó que, a diferencia de otras chicas trans, ella pudo estudiar una carrera, tiene “trabajo, casa y familia”.

Otro de los casos es Facundo (26, desempleado), quien se egresó del Colegio Universitario Monserrat. Luego, atravesó varias carreras terciarias y universitarias, entre ellas, Analista en Sistemas en el Manuel Belgrano y Comunicación Visual en el Monserrat. Además, al momento de ser entrevistado, deliberaba si continuar o no con Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). A diferencia de Romina, Facundo no fue elegido como coordinador por votación: fue designado por uno de los representantes de la asociación en Buenos Aires tras haberse contactado con él por cuestiones laborales. En este caso, su saber-hacer le habilitó convertirse en representante de la asociación: saber a quién, a dónde, por qué medios y de qué modo dirigirse, forma parte un sentido práctico incorporado que, aunque parezca universalmente compartido, supone la posesión de un capital cultural desigualmente distribuido.

Otra de las personas inscriptas en el perfil político es Catalina (46, peluquera). Su padre fue empleado en una fábrica y su mamá tenía un almacén-verdulería. Cuando ella tenía ocho años el negocio había cerrado y atravesaban una situación económica adversa. Recuerda haber salido a vender pan y pastelitos en el barrio: “yo salía solita y los vendía todos (...) siempre sentí el cariño de la gente, siempre los sentí, desde muy chica”. Debido a su deseo de “superar ciertas barreras” a los doce años ya había comenzado a trabajar en una verdulería. Luego, desde los trece hasta los dieciocho trabajó en el correo repartiendo telegramas mientras realizaba sus estudios en el colegio Carbó.

Más adelante estudió Enfermería, Magisterio y, finalmente, durante dos años, Peluquería. Luego, a partir de los ahorros de su trabajo como enfermera y de la ayuda económica de su madre logró abrir su propio local en “el barrio que (la) vio nacer y crecer”. Ella hizo referencia a un pasado marcado por grandes esfuerzos: “trabajé y trabajé y trabajé (...) tenía mi sueldo, hacía horas extra, ahorraba, ahorraba”.

El último caso enmarcado en el perfil político es Noelia (33, asesora política), quien finalizó sus estudios secundarios en una escuela de su barrio. Con respecto a su trayectoria laboral, ella comenzó siendo bailarina en un club nocturno. Durante cinco años esta ocupación le permitió costear sus estudios de Magisterio que -como Catalina- no pudo ejercer debido a su condición de género. Luego de haberse recibido y a través de los contactos de su hermana, Noelia ingresó a una empresa de limpieza en la que, con su documento de identidad anterior, logró ascender a supervisora. Su identidad de género fue respetada por primera vez cinco años más tarde cuando, mientras militaba activamente en La Cámpora, fue designada como secretaria administrativa en el Ministerio de Salud. Si bien al ingresar el bloque Cambiemos al gobierno Noelia fue despedida, al poco tiempo comenzó a trabajar como asesora de una legisladora.

De manera elocuente, el conjunto de los agentes que se inscriben en este perfil se caracteriza por contar con capital escolar y, además, por haber iniciado estudios universitarios. Si agrupamos los doce casos de la muestra inicial en función de las titulaciones alcanzadas se evidencia una fuerte incidencia del origen social[6] en el abandono de los estudios: en los sectores provenientes de clase media, el abandono se produce fundamentalmente en el nivel terciario o universitario, mientras que, en general, las personas provenientes de clase baja interrumpen sus estudios antes de alcanzar la mayoría de edad. De este modo se corrobora que, si bien el género constituye uno de los motivos que condiciona el abandono escolar, el nivel educativo alcanzado está fuertemente asociado a las estrategias familiares de vida (Torrado, 2012), es decir, a las condiciones materiales de las unidades domésticas y a las posibilidades de reproducción que ofrece la adquisición de distintos títulos a cada clase social (Jiménez Zunino y Giovine, 2017).

En continuidad con este punto, entre las disposiciones que detectamos en los agentes políticos se encuentra la voluntad de continuar invirtiendo en capital cultural. Tres de los casos coinciden en haber comenzado una nueva carrera universitaria, entre otros factores, por considerarla útil para su actividad militante.

En el año en el que fue entrevistada, Noelia había comenzado a cursar Trabajo Social ya que creía que esta carrera le aportaría un “marco teórico” a su militancia partidaria. Facundo, quien también había intentado ingresar Derecho en la UNC, dijo haberse sentido muy a gusto en el ingreso y afirmó que las materias introductorias habían contribuido a su actividad como coordinador de la agrupación. Por otro lado, Romina dijo haberse “enamorado de las leyes” a partir de su participación en la asociación, lo que la impulsó a comenzar la carrera de Abogacía. En este caso, la entrevistada reconoció que contar con una importante acumulación de capital cultural le permitía tomar posición frente a funcionarios estatales. Esto la llevó a valorar al conocimiento como fuente de poder:

Antes mi perfil era, más bien... tranquila, pasemos desapercibida, naïve, si querés, ¿viste? ¡Y ahora no! o sea ahora (...) hace unos días que estaba con el secretario de gobierno y era putear al secretario de gobierno, en el buen sentido, pero con buenos argumentos. ‘o sea no, esto no pasa...’ (...), discutir políticamente, desde un lugar políticamente y un posicionamiento marcado ¡y eso me encantó! Descubrí que lo podía hacer y me gusta hacerlo (Córdoba-12-04-2017).

De este modo, el conocimiento resulta fundamental para ingresar, desenvolverse y permanecer en el campo político: hacer demandas y negociar con funcionarios del Estado supone no sólo de “buenos argumentos” -adquiridos en gran medida en circuitos académicos oficiales- sino también y, sobre todo, de la capacidad de tomar posición, de sentirse capaz de comportarse “como una chica trans empoderada”. Esto supone el dominio de una serie de habilidades, como la capacidad de expresarse con soltura públicamente, de presentarse, expresarse y dirigirse adecuadamente hacia agentes diferencialmente posicionados, siguiendo un conjunto de reglas implícitas en el juego político. En definitiva, la participación en el campo político y militante implica todo un ser (Bourdieu, 2007), que supone la incorporación de un sistema de disposiciones tanto corporales como mentales que necesariamente descansan en una acumulación previa de capitales. En este sentido, los estudios universitarios (y particularmente, los estudios en la Facultad de Derecho) resultan ser de gran utilidad ya que en estos espacios se reproducen los principios en los que se apoya este campo particular.

En continuidad con este punto, otra de las propiedades que diferencia a estos agentes de los demás casos de la muestra es la educación sobre el campo político (Bourdieu, 2000b). Los cuatro agentes introducidos se caracterizan por manejar y respetar sus reglas, su lenguaje, la realización de alianzas oficiales y extraoficiales, el conocimiento de las fortalezas y debilidades de las distintas agrupaciones, las afinidades entre las organizaciones, instituciones y partidos, sus representantes, estrategias, actividades y proyectos. Con esto se pone en evidencia no sólo su conocimiento acerca del funcionamiento del campo político nacional, local y del sub-campo militante (específicamente de la diversidad) sino también que la inversión en formación política supone, en primera instancia, el reconocimiento como una adhesión al juego (Bourdieu, 2003), illusio que hace que las apuestas y luchas en su interior valgan la pena y tengan sentido.

Al mismo tiempo, el interés descansa en unas condiciones económicas favorables: a diferencia de las otras personas trans entrevistadas, Noelia, Catalina y Romina cuentan con una relativa estabilidad económica y, a pesar de que, al momento de ser entrevistado, Facundo se encontraba desocupado, este contaba con redes familiares que le permitían aplazar sus necesidades materiales para destinarle tiempo a su formación y, en particular, a la militancia.

En consecuencia, las organizaciones configuran un espacio de relaciones en la que los recursos se encuentran desigualmente distribuidos, lo que implica una “concentración de los instrumentos (incorporados u objetivados) de producción” (Bourdieu, 2007, pp.469). Las posibilidades objetivas de acceder a cargos políticos no sólo se reducen notablemente en los casos caracterizados por estudios secundarios incompletos (lo que evidencia la exclusión, en estos ámbitos, de agentes provenientes de las clases -o fracciones de clase- más desfavorecidas). En estos espacios también se producen concentraciones en capital económico y social y, asociada a esta acumulación previa, se produce una creciente concentración del capital político y militante, profundizando la separación entre los profanos y los profesionales de la política (Bourdieu, 2000b). Al mismo tiempo, los agentes mejor posicionados, al contar con un mejor manejo de la lengua oficial y, particularmente, de la gramática política, se ven beneficiados en la producción e imposición de las representaciones que ellos consideran universales apelando, como afirmó Romina, a “las causas justas y necesarias”.

El capital militante

Como anticipamos, la posición social de los agentes inscriptos en este perfil -y sus disposiciones a adquirir saberes específicamente políticos-, los habilita a erigirse como representantes oficiales en los distintos espacios. Así mismo, si bien el prestigio que estos agentes detentan les permite alcanzar el apoyo y respeto del grupo, para preservar estas investiduras como representantes legítimos[7], los agentes deben realizar un conjunto de acciones sostenidas en el tiempo (Poupeau, 2007; Gutiérrez, 2008).

En particular, el mantenimiento de esta especie de capital se traduce, en los casos de Romina y Facundo, en una ajustada agenda de actividades cargada de saberes prácticos propios de habitus militantes: ambos deben sostener vínculos con funcionarios públicos, asistir a reuniones con concejales, legisladores y diputados; planear y gestionar programas de educación, empleo y salud; redactar protocolos para uso común; guiar al grupo para la realización de distintos objetivos; brindar entrevistas a medios de comunicación y en circuitos académicos; acompañar y brindar apoyo a quienes participan del colectivo.

No obstante, las inversiones implicadas en el mantenimiento de los cargos en este tipo de organizaciones no siempre se adecúan a lo que los agentes están dispuestos a ofrecer. Por ejemplo, a pesar de que Facundo afirmó que “(su) vida como militante (era) genial” y que se (podía) mover “como pez en el agua”, al ser entrevistado, confesó que a le gustaría abandonar la asociación porque le “lleva mucho de (su) vida”; “Y eso que este año paré mucho (...) dije ‘más de dos reuniones en el día no hago’. A diferencia de las mujeres trans, los chicos necesitan mucha contención. Y yo a veces no me siento preparado para contener”.

Según relató, el hecho de que haya querido abandonar la militancia para volver a ser “un humano normal” -lo que implicaba dejar de lado las obligaciones y privilegios derivados de la militancia- se debía a que “muchas cosas que (se) había propuesto no (habían salido)”. En particular, sus compañeros no habían logrado mejorar su inserción en el mercado laboral a través de los canales anunciados por la agrupación, lo que generó manifestaciones de disconformidad, imputaciones y reclamos[8].

De este modo, la imposibilidad de solucionar los problemas concretos tiene como consecuencia una pérdida progresiva del capital político representacional, lo que deja en evidencia que este capital en particular y el simbólico en general, implican una inversión constante tanto para su acumulación como para su mantenimiento en el tiempo.

En este contexto, las importantes inversiones[9] que su rol suponía ya no se correspondían con los beneficios materiales y/o simbólicos que él podía obtener de su labor (Gaxie, 2015). La pérdida de confianza por parte de sus participantes fue uno de los elementos que inclinó a Facundo a sentirse “frustrado”, llevándolo a desear abandonar un espacio que ya no lo reconocía como representante competente.

Herencia y distinción

A diferencia de Facundo y Romina, quienes no hacen referencia explícita a las afinidades políticas de sus hogares de origen, Noelia, asesora política, al recordar a su abuelo materno, afirmó:

Toda su vida amó el peronismo. Mi abuelo era MUY nacionalista. Él te hacía escuchar la marcha peronista en el disco (...) Y me decía los 9 de julio, el 25 de mayo, primero de mayo, ‘el himno nacional se canta’. Estábamos comiendo, ¡nos hacían parar! ‘¡Se canta el himno parado!’. Él tenía eso que había mamado de su niñez. Y bueno, mi mamá, toda su vida militó prácticamente al lado de su padre. Nosotros lo pasamos grosa en el ‘76, en toda la época negra de nuestro país. ¡Porque mi abuelo en ese momento era del gremio! Dónde lo vinieron, lo buscaron y lo llevaron preso. Mi mamá se tuvo que refugiar en otro lado, porque mi mamá también militaba.

La entrevistada relató que se crío con su abuelo y afirma, “que yo me haga radical, imaginate, mi abuelo se levanta de la tumba y me pega un tiro”. La propensión de Noelia a la militancia se actualizó tempranamente en la escuela, donde participó en el centro de estudiantes, espacio que incluso llegó a presidir. Al igual que Romina y Facundo, ella cuenta con un significativo conocimiento sobre el funcionamiento del campo político nacional y de los sindicatos. En particular afirmó el estar familiarizada con el de canillitas, al que estuvieron vinculados tanto su abuelo como su madre.

A diferencia de este último caso, de marcada herencia combativa, Catalina logró acumular capital social y simbólico de manera exponencial. Relató que hacía más de 20 años que se dedicaba a la organización de desfiles barriales, fue conductora de programas de entretenimiento en televisión, actuó en la ciudad turística de Carlos Paz donde, con orgullo, contó que fue premiada como Mejor Actriz. Al momento de realizarse la entrevista, trabajaba ad honorem en un hospital, era presidenta del centro vecinal y contaba con una larga trayectoria de militancia por los derechos de las personas trans. Todos estos elementos le permitieron a Catalina alcanzar un importante grado de visibilidad, lo que resultó en el reconocimiento oficial de sus recursos acumulados; según su relato, el gobierno la invistió como una de las veinte personas destacadas de la ciudad de Córdoba y, al poco tiempo, una concejal le ofreció presentarse como candidata a legisladora.

Podríamos afirmar que la carrera social de Catalina inició tempranamente, con sus ventas ambulantes en el barrio, espacio que, según ella, funciona como un submundo en el que “todos se conocen”. Más tarde, como mencionamos, su mamá la ayudó a abrir su peluquería: “Porque mi mamá, ella tenía miedo de que yo me haga rubia, con unas tetas grandes así, una trucha y una pollera a la mitad de la cola, parada en una esquina... y no pasó nada de eso, no pasó absolutamente nada de eso”.

De este modo, la trayectoria de Catalina se define a partir de su rechazo al trabajo sexual, que, dentro de sus sistemas de valores, se encuentra del lado de esas “cosas raras”: “Siempre intenté buscar estrategias en la vida: nunca me prostituí, nunca ejercí el trabajo sexual, nunca caí presa, nunca anduve en nada raro ni tampoco me relacioné con chicos que andaban en cosas raras”.

Adicionalmente, como relató Catalina en la entrevista, su mamá también parece haber sido una persona reconocida:

Cuando mi mamá falleció (...) la velé tres días en casa (...) fue muchísima gente, impresionante. En ese momento estaba Giacomino de intendente y fue. Mi mamá tuvo 18 coronas y no tenía dónde meter tantas coronas. Fue todo el mundo, fue todo el mundo, de la política, del arte, amigos, conocidos, no conocidos, todo el mundo fue. El lagarto Guizzardi no vino, pero me mandó un saludo en su programa, vino gente de la productora de canal 12, gente de Canal 8 y de Canal 10 también fueron.

En ambas trayectorias se evidencian cuáles fueron los factores que influyeron en su inscripción dentro de espacios políticos. Mientras que Noelia fue tempranamente movilizada por valores combativos de vertiente solidaria, Catalina, inclinada a una vida honorable y, en cierta medida, pública, dirigió sus esfuerzos -aunque no necesariamente de manera consciente- a la acumulación de capitales que luego fueron rentables en el campo político y militante.

Como confirman estas experiencias, las estrategias de reproducción se inscriben en un sistema de prácticas desarrolladas e inculcadas en el seno familiar. Que Noelia sea nieta e hija de gremialistas y que Catalina sea de “un lugar humilde” donde valores como el honor son fundamentales, constituyen algunos de los elementos que nos permiten explicar y comprender las trayectorias laborales y militantes que las caracterizan.

Habitus desconcertados

Al referirse a sus años de juventud, Catalina relató la encrucijada moral en la que se encontró al ver a otras chicas trans. Tras haber empezado a frecuentar los boliches, “empezó a ver a las chicas que ya estaban construidas”, pero sus principios de visión, es decir, su esquema valorativo, la llevó a pensar: “yo quiero ser como ellas, pero no comportarme como ellas (…) algunas se drogaban, se alcoholizaban o estaban muy desnudas vestidas. Bueno... y muchas hacían el trabajo sexual”. Según recuerda la entrevistada, fue en ese momento, teniendo 15 años, que se  comprometió con la lucha por la diversidad: “me dije a mí misma que algún día yo iba a luchar por mi género (...) que algún día iba a luchar por nosotras, pero quería mostrar otra faceta a la sociedad”.

De manera similar, Romina evocó la impresión que le causó el descubrir los lugares posibles que le correspondían por su identidad de género:

Me acuerdo que cuando quise empezar a ser trans (risas) (...) bueno, no, en realidad, mostrar, exteriorizar mi identidad, lo primero que hice es preguntarle a una chica trans que conocía... tenía diecinueve años -yo tenía diecinueve años- y me dice... me mira así (...) me dice ‘¿sos activa?; vas a ser trabajadora sexual... si sos pasiva, estudiá peluquería’.

Esta situación la inclinó a pensar “no les quiero dar el gusto”, y ese mismo año se anotó a Psicología con su documento de identidad anterior.

Si a Catalina su habitus desconcertado la impulsó a buscar estrategias distintas al trabajo sexual y a una búsqueda por luchar por las personas trans, Romina, que desde su juventud rechaza los lugares que le corresponden en la división social, sexual y moral del trabajo, una vez alcanzada una posición que ella considera privilegiada, siente presión y necesidad “de mostrarles (a las otras mujeres trans) que se puede tener otra realidad que no es la que nos dice la sociedad”.

En estos dos casos, como también en el de Noelia -quien comenzó su trayectoria laboral en un club nocturno y, al momento de la entrevista, realizaba actividades de acompañamiento a trabajadoras sexuales- y el de Facundo -quien constantemente debía brindar apoyo a sus compañeros trans ante situaciones de discriminación-, los agentes se ven inclinados a proclamar una militancia filantrópica, fundada en el deseo de mejorar la situación de “su” población, particularmente desfavorecida[10].

Esta propensión a la lucha colectiva a través de una postura mesiánica, tiene sus fuentes en un habitus primario, aquel que impulsó tanto Romina como a Catalina a sentirse desconcertadas por la “diferencia, vivida como sorpresa (...) negativa, entre las expectativas y la experiencia” (Mauger, 2015, pp.160). El compromiso que Romina le atribuye a su “alma militante-combativa” y Catalina a su “ADN” tiene su fuente objetiva en las ubicaciones que ocupan en un espacio social. A partir de las disposiciones incorporadas a partir de sus posiciones sociales, ambas se rehúsan a ejercer el trabajo sexual e incluso, en el caso de Romina, a dedicarse en la peluquería. En este sentido, ambas se resisten a considerar dichos lugares como los únicos posibles para su reproducción social.

De este modo, la crítica tiene como fundamento la imposibilidad de actualizar las estructuras incorporadas en el pasado, inscripción primigenia que, al no poder actualizarse, genera una histéresis en el habitus, provocando sentimientos de rebelión en situaciones que otros viven con naturalidad. En otros términos, al incorporar el orden social material y simbólico, los agentes se ven orientados a reproducir las condiciones pasadas, adecuándose a las posiciones sociales que estructuralmente les corresponden; en circunstancias en las que este encuentro armónico no se produce, los agentes que encuentran dificultades en la actualización de sus habitus, pueden orientarse a la transformación de las condiciones que establecen límites a su reproducción (Mauger, 2015; Lahire, 2004).

Así, si bien el ajuste entre estructuras objetivas y disposiciones a la acción supone un cierto grado de ajuste y, por lo tanto, una reproducción de las condiciones en las que el habitus ha sido engendrado, esto no significa que el habitus sea totalmente reducible a una lógica que mecánicamente reproduce y perpetúa la estructura social: en casos en los que los instrumentos y mercados de reproducción se han transformado, cuando los capitales con los que cuentan los agentes se encuentran devaluados o, como el caso de personas trans, no pueden ser reconvertidos a causa de su identidad de género, a pesar que los agentes cuenten con la posibilidad de adaptarse a las nuevas condiciones objetivas o huir de los espacios que consideran desfavorables, en los casos presentados, se da lugar una búsqueda por transformar el espacio de relaciones y sus principios ordenadores.

En este marco, los casos de Catalina y de Romina constituyen casos paradigmáticos de tomas de posiciones subversivas. Estos agentes no se sienten a gusto con lo que la sociedad les presenta como lugar ocupable -asignación derivada exclusivamente por su identidad de género-, por lo que tienden a la búsqueda de la transformación de los principios cognitivos por los que se les atribuye a las personas trans un lugar subordinado en la sociedad. Como afirma Bourdieu, este es el objetivo de los movimientos de subversión simbólica; el de “realizar un trabajo de construcción y de reconstrucción simbólica que tienda a imponer nuevas categorías de percepción y de apreciación” (2000a, pp.148).

De este modo, si partimos de la idea de que la discriminación impide la actualización de las disposiciones de clase (por ejemplo en los casos de que no consiguen puestos laborales acordes a las expectativas) generando un efecto de histéresis que puede orientar a la transformación de los principios discriminatorios, teniendo en consideración que la discriminación afecta mayormente a mujeres trans (Tévez, 2016), nos preguntamos si la histéresis de clase producida por la discriminación se produce con mayor frecuencia en mujeres trans de sectores medios y altos. Si esto fuera así, en ellas se producirían, también mayores disposiciones a transformar las representaciones que le son asignadas a través de la militancia ya que ellas son directamente devaluadas por estos principios.

En contraste, los varones trans que logran pasar desapercibidos evitarían tanto la discriminación como la histéresis. Al poder actualizar su habitus, en ellos se producirían menores propensiones a la militancia. Cabe destacar que, a pesar de que el principio discriminatorio puede no obturar la reproducción de sus posiciones sociales de forma directa, sus limitaciones se fundan en la incorporación que estos hacen de las definiciones negativas de su género: ser trans puede no afectar sus prácticas a causa de actitudes discriminatorias directas sino, más bien, por temor a ser discriminados, por ser sujetos portadores de un estigma y en este sentido, estigmatizables (Goffman y Guinsberg, 1970). De ahí lo paradójico de su posición, transformar un principio que no los excluye en tanto no sean identificados como trans, pero que limita su desenvolvimiento en tanto se les imponen definiciones que ellos hacen cuerpo. Así, al participar en la lucha por la transformación de las representaciones de su género se corre el riesgo de querer transformar su valor negativo mediante su exposición y eventual devaluación.

Conclusiones

Explicar y comprender la manera en que las personas trans se reproducen socialmente a través de la militancia no sólo supone la consideración de las distribuciones de propiedades materiales objetivas. Para comprender las prácticas desarrolladas también se debe tener en cuenta una objetividad de segundo orden, constituida por las clasificaciones y representaciones que los agentes (re)producen sobre la base de un conocimiento práctico de las distribuciones (Bourdieu y Wacquant, 1995, pp.18-19). De este modo, las estrategias de reproducción referidas a la conservación o mejora de la posición social no se restringen a la acumulación de recursos materiales en forma de pujas redistributivas. Estas luchas configuran, inseparablemente, disputas por el sentido[11] en las que los agentes intentan imponer esquemas clasificatorios favorables con el objeto de dejar de ocupar las posiciones subordinadas.

Como desarrollamos a lo largo de este trabajo, la participación de los agentes en el campo político responde a condicionamientos sociales específicos: las distintas herencias de clase -y la incorporación de esquemas de visión y división que estas suponen- predispone diferencialmente a los agentes a cuestionar las estructuras, posiciones y representaciones sociales. Como señalamos, contar con experiencias tempranas en la política (lo que también se asocia diferencialmente a distintas fracciones de las clases sociales) y/o haber incorporado valores característicos de las clases medias, inclina a aquellos agentes que encuentran obstáculos en la realización de sus expectativas a rechazar su devaluación y a tomar una posición subversiva en el campo político.

En estos casos -que, en lo que respecta a nuestra muestra tienden a ser los mejor posicionados con respecto al volumen y estructura de sus capitales-, los recursos detentados (cultural, económico, social) pueden ser reconvertidos en el campo político, habilitando a los agentes a acumular capital militante y representacional. Incluso aún en los casos en que no se cuenta con las titulaciones correspondientes, los agentes que cuentan con una formación terciaria o universitaria obtienen un rendimiento diferencial de su capital escolar y cultural incorporado, cobrando este un alto valor de uso en la militancia[12].

Siendo el capital simbólico aquel reconocimiento que “posee por añadidura todo poseedor de capital” (Bourdieu, 2015, pp.159), las ventajas que estos agentes tienen con respecto al resto de los casos de la muestra se ven duplicadas: los capitales acumulados tienen la propiedad de retraducirse en reconocimiento, prestigio y respeto. Esto les permite a los agentes inscriptos en el perfil político acceder a la representación del colectivo y convertirse en portadores legítimos de los sentidos que entran en disputa en el mercado de bienes simbólicos. Al mismo tiempo, estos agentes, al poseer un volumen de capital cultural más elevado, cuentan con mayores posibilidades de producir redefiniciones elaboradas sobre lo trans, representaciones capaces de cuestionar y transformar la doxa.

Si entendemos por comunicación la producción y reproducción de las categorías cognitivas a partir de las que los agentes producen sus discursos y prácticas estructurantes (Bourdieu, 2000a), a partir de la inscripción de los agentes en el juego político y, correlativamente en el campo mediático -a través de su aparición pública; en el campo académico -a través de charlas a cargo de centros de estudiantes o de partidos políticos; como también en el campo artístico -a través, por ejemplo, de convenios con centros culturales, se profundizan las posibilidades de incidir en las representaciones y lugares asignados históricamente a lo trans; a partir de la comunicación, colectivamente y a largo plazo (Algarra, 2009), se hace posible la modificación de los esquemas de percepción que tienen efectos estructurales (Pecheny, 2016).

Sin ignorar la dimensión estructurante del mundo social ni caer en la concepción que exalta la libertad creadora del agente, las personas trans tienen la posibilidad de proveer de categorías prácticas (Bourdieu, 1985) capaces de transformar los principios simbólicos en los que se fundan los actos discriminatorios. Dadas las condiciones desarrolladas en este estudio, a través del reposicionamiento de los agentes trans en la estructura de relaciones, estos tienen la posibilidad de alterar de manera progresiva los principios valorativos en los que se funda su exclusión. Así mismo, si bien las personas trans son capaces de habilitar categorías cognitivas que pongan en evidencia la arbitrariedad de los principios ordenadores del mundo, con base en lo desarrollado podemos afirmar que no todos cuentan con las mismas posibilidades de cuestionarlos y, menos aún de transformarlos.

Referencias

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Aportes a la construcción del habitus politico en personas trans en Córdoba.

Gabriela Heredia Baek


[1] Fecha de recepción: 03/10/2018. Fecha de aceptación: 01/12/2018.

[2] Licenciada en Comunicación Social. Facultad de Ciencias de la Comunicación. UNC.

[3] Lo que supone la adscripción de los agentes a una clase social y la asignación de un sistema de propiedades fundadas en un conocimiento práctico de la estructura social (Jiménez Zunino, 2011).

[4] Entre ellos, el informe realizado en 2012 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) junto con el Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y el Racismo (INADI) y una encuesta nacional realizada por Fundación Huésped (2014) en colaboración con la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTTA). Además, existen informes cualitativos y cuantitativos exploratorios como el realizado por un grupo de asociaciones, partidos y organizaciones (CEDAW, 2016) y otros relacionados (Tévez, 2016; Broz, 2017; Berkins y Fernández, 2005; Maffia, 2003).

[5] Conforme a los datos proveídos por Fundación Huésped (2014) sólo un 13% de las mujeres afirmó trabajar en relación de dependencia. Correlativamente, el 70% de las mujeres trans trabajaban por cuenta propia; un 84% afirmó haberse dedicado o dedicarse, al trabajo sexual, de las cuales un 61% continuaba ejerciéndolo al momento del relevamiento. En el caso de los hombres trans un 37% afirmó trabajar en relación de dependencia y un 39% por cuenta propia. A diferencia de las mujeres trans, de los 46 hombres encuestados, sólo tres afirmaron haber ejercido el trabajo sexual o ejercerlo al momento de realizarse el estudio.

[6] Nos hemos guiado por las propiedades de las clases y fracciones de clase que conforman el espacio social de Gran Córdoba expuestas en Gutiérrez y Mansilla (2016).

[7] Nos referimos particularmente al sostenimiento del capital político representacional que, al igual que el capital cultural, puede existir bajo tres formas: en estado incorporado, como conjunto de disposiciones corporales, linguísticas e intelectuales (…), en estado objetivado bajo la forma de cultura política materializada (…) y en estado institucionalizado, bajo la forma de puestos que pueden ocuparse o ponerse a disposición de sus camaradas, en el nivel local o nacional” (Poupeau, 2007, pp. 10-11).

[8] Esto evidencia el hecho de que los ámbitos militantes no sólo constituyen un espacio de contención sino que también pueden configurar una estrategia estrictamente social, es decir, un modo de acumular capital social útil para ampliar las posibilidades de reproducción de los agentes.

[9] El considerar las prácticas como parte de un sistema de estrategias interdependientes inscriptas en condiciones sociales específicas (Bourdieu, 2014) supone la inscripción simultanea de los sujetos en una pluralidad de universos sociales, tales como el escolar, laboral, familiar, residencial, militante, sexual e identitario (Fillieule, 2015). En el caso de este último entrevistado, la inversión en capital cultural a la que hicimos referencia en el apartado anterior, encuentra sus límites en las demandas que supone la militancia: “con esto de no tener tiempo, a Abogacía la tomé como (...) despacito. Es que por la asociación no tengo tiempo de cursar, ni de estudiar.”

De este modo, la participación en universos políticos -o la desinversión en estos- no puede ser explicada en clave fenomenológica o situacional. Las prácticas deben ser analizadas como parte del sistema de estrategias en el que están inmersas.

[10] Como afirma D. Gaxie (2015), en los universos políticos se valoran los agentes en los que prima “la gratuidad, el sacrificio por los demás, el voluntariado, la generosidad, la dedicación a los otros, el tener voluntad propia, el altruismo, la solidaridad y el interés general” (pp. 137).

[11] Como resultante de la emergencia de actores políticos anteriormente marginados, nuevos sentidos entran en contradicción con valores tradicionales, asentados en una base de impronta religiosa. Las discusiones suscitadas en torno a la reforma del Código Civil, a la implementación de la ley de Educación Sexual Integral, al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y a la reproducción asistida, evidencian que los significados que rigen el orden social son productos necesarios de un devenir histórico (Bourdieu, 2014). Desde este punto de vista, consideramos las reformas, leyes y ordenanzas como producto provisorio de luchas simbólicas en las que están en juego los principios que definen las relaciones de fuerza del orden social.

[12] Estas estrategias pueden ser consideradas compensatorias, en tanto hacen posible la reconversión de capitales que son devaluados en otros ámbitos. En esta línea, en estos universos (partidos, agrupaciones, organizaciones), el capital simbólico negativo de las personas trans también es capaz de resignificarse: la transgeneridad, como símbolo de la diversidad, de la vanguardia y de lo políticamente correcto, puede favorecer la acumulación de capital político partidario. En contraste, para los agentes menos favorecidos, el rendimiento del capital-estigma se reduce a habilitar a los agentes a participar de políticas de discriminación positiva o de programas asistenciales (Heredia Baek, 2017).