Etnografía de la materialidad. Territorios del litio[1]

Ethnography of Materiality. Territories of Lithium

Luciano Martín Mantiñán[2]

¿Escribe el etnólogo otra cosa que confesiones?

Levi-Strauss, “Jean Jacques Rousseau, fundador de las ciencias del hombre”

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

El año pasado recibí la invitación por parte del Grupo de Estudio y Trabajo sobre Cosas Cotidianas (Cultura Material) -que pertenece al Centro de Antropología Social- a exponer una reflexión acerca de mi investigación en un ciclo destinado a la cultura material. En específico se me invitó a que disertara acerca de la cuestión de los extractivismos en el territorio argentino a partir de mis trabajos publicados sobre la cuestión en las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy. Durante estos últimos años mis trabajos rondaban -y rondan- el tema de las conflictividades socio-ambientales que la explotación de litio genera en los territorios. Es por ello que fui convidado a exponer en la charla “La cuestión de los minerales. Problemas y abordajes sobre litio y oro”. Este trabajo que presento aquí a modo de ensayo reflexivo es una adaptación escrita de dicha charla, en la cual exploro de forma introductoria la dimensión material a lo largo de mi trayecto académico, resituando esta dimensión como parte central de la labor etnográfica y la investigación antropológica.

Palabras clave: Materialidad, territorios, litio, extractivismo, antropoceno

Abstract

Last year, I received an invitation from the Study and Working Group on Everyday Things (Material Culture)—a member of the Center for Social Anthropology—to present a reflection on my research in a series devoted to material culture. Specifically, I was invited to discuss the issue of extractivism in Argentina, based on my published work on the subject in the provinces of Catamarca, Salta, and Jujuy. In recent years, my work has focused—and continues to focus—on the socio-environmental conflicts generated by lithium exploitation in these territories. For this reason, I was invited to speak at the talk "The Minerals Question: Problems and Approaches to Lithium and Gold." This work, presented here as a reflective essay, is a written adaptation of that talk, in which I introductory explore the material dimension throughout my academic career, repositioning this dimension as a central part of ethnographic work and anthropological research.

Keywords: Materiality, territories, lithium, extractivism, Anthropocene

 

Introducción. Breve recorrido de una también breve trayectoria.

Cuando recibí la invitación del Grupo de Estudio y Trabajo sobre Cosas Cotidianas (Cultura Material) -Centro de Antropología Social- que pertenece al Instituto de Desarrollo Económicos y Social (IDES)[3] a exponer una reflexión acerca de mi investigación en un ciclo destinado a la cultura material[4], experimenté por una parte satisfacción por la invitación, ya que se trata de una institución de gran renombre, presencia y trayectoria académica[5], pero por otra parte cierta perplejidad. Durante estos últimos años mis trabajos rondaban -y aun rondan- el tema de las conflictividades socio-ambientales que la explotación de litio genera en los territorios. Por lo cual fui convidado a exponer en la charla “La cuestión de los minerales. Problemas y abordajes sobre litio y oro”.

La perplejidad se derivaba -o concluyó- de la primera pregunta que se me vino a la cabeza en cuanto recibí la mencionada invitación: ¿de qué hablo? Porque la realidad es que, pensando rápidamente, la cultura material en sí misma considerada, no es el eje de mis reflexiones, nunca lo fue y tampoco lo es en mis trabajos más recientes. Al menos eso fue lo que pensé en un primer momento[6]. Porque cuando me pude poner a reflexionar sobre esta cuestión con más detenimiento, advertí que toda investigación -toda investigación antropológica específicamente, creo que seguramente, y probablemente toda investigación en términos generales también- está atravesada por la materialidad. Esto, claro está, más allá de que uno como investigador haga esto más o menos consciente o que la materialidad en sí misma sea el eje de las propias reflexiones.

A partir de esa consideración posterior a la pregunta inicial me propuse, para la mencionada charla, pensar cómo la materialidad atravesó todas mis investigaciones y cómo lo continúa haciendo. Empezando por el comienzo cronológico puedo decir que, en mi investigación de grado, esta cuestión fue bien evidente porque reflexioné etnográficamente acerca de cómo lo que llamamos comúnmente “basura” atraviesa la vida de los barrios “marginales” del partido de General San Martín, en la provincia de Buenos Aires. Investigué y reflexioné acerca de cómo -de hecho- eso que uno desde fuera de los barrios piensa como “basura”, en esos contextos puede adquirir -además, o bien, contrariamente- otras significaciones y utilidades.

En mi tesis de doctorado la cuestión fue un poco diferente, aunque continuó por carriles similares, porque el foco de mis reflexiones eran los modos en que la vida de los habitantes -de esos mismos barrios marginales- resultaba violentada. En esa oportunidad hice especial hincapié específicamente en dos tópicos: la cuestión de lo que podemos llamar la degradación ambiental, como forma de afectar la vida y los espacios; y en la muerte violenta, especialmente de jóvenes y niños. Y de nuevo, encontré que la materialidad fue clave en estas temáticas, es central en esas cuestiones. Ya se trate de espacios ambientalmente degradados o como cuerpos puestos en riesgo y en casos extremos el cuerpo llevado a la muerte, la materialidad estaba ahí, aunque nunca me había detenido en estas consideraciones.

Más tarde llegó el momento de mi posdoctorado, y allí fue cuando me distancié de esos territorios específicos en los cuales había hecho mis investigaciones de grado y posgrado y continué trabajando la cuestión “socio-ambiental” pero desde marcos de comprensión más globales, a partir de la categoría de Antropoceno. Y nuevamente: si hay una época signada por la materialidad -al menos si la entendemos en su dimensión antrópica- esa es, sin dudas, la que muchos investigadores llaman el Antropoceno (Crutzen y Stoermer, 2000). Es decir, la época signada ni más ni menos que por las transformaciones materiales que los seres humanos estamos produciendo en los valores climáticos, las características geológicas y la misma biósfera de nuestro planeta (Mantiñán, 2024a).

En fin, haciendo un rápido repaso mental de mi trayectoria encontraba que la materialidad atraviesa de una forma clave todas mis reflexiones y, sin embargo, esta era la primera vez en que se me proponía -y me propuse a partir de ello- pensar mi trabajo desde esa clave material.

Cerrando este pequeño repaso por mis indagaciones, llegamos a mi tema de trabajo como investigador de CONICET, que es la producción de alimentos en comunidades rurales en tiempos del Antropoceno. Es en el marco de estos últimos trabajos y en ese contexto en el cual recibo la invitación para compartir algunas reflexiones acerca de la cuestión de los extractivismos, los minerales y el ambiente, atravesando los territorios concretos, y en relación con su materialidad. Y es también en este punto, donde se presentan dos nuevos problemas: el primero es que en cuanto pienso “armar una reflexión que hable de extractivismo, minerales, ambiente y territorio”, la pregunta siguiente es ¿por dónde empiezo? ¿qué digo en algunos minutos, o que escribo en algunas páginas que pueda tener algún sentido acerca de unos temas tan complejos?; la segunda cuestión tiene que ver con una confesión: mi tema de investigación -como dije más arriba- no es el extractivismo propiamente dicho, ni minerales, aunque es muy cierto que casi todas mis ultimas publicaciones tratan esos temas (Novas y Mantiñán, 2023, Mantiñán y Novas, 2023; Mantiñán, 2023; Mantiñán, 2024b; Mantiñán, 2024c)

En lo que sigue, por tanto -y a modo de ensayo- voy a presentar una adaptación escrita y ampliada de las reflexiones que presenté en esa charla del año pasado, en la cual introduje algunas materialidades que hacen a mi investigación y mis reflexiones en estos últimos años. Esto porque realmente estoy convencido que compartir nuestras reflexiones -o quizás sería más apropiado hablar de nuestras trayectorias reflexivas- no a modo de discursos cerrados, coherentes, completos, sin fallas, sino con honestidad, reconociendo nuestra vulnerabilidad, sin medio a la crítica de quienes se creen más allá de las dudas (tal como lo aconsejan Bourdieu y Wacquant, 2014), es una herramienta útil para construir lo que bell hooks[7] (2022) llama “comunidades de aprendizaje”. En pos de que estas reflexiones puedan -ojalá- ser útiles en esa tarea y para pensar cuestiones tan delicadas como las que se tratarán a continuación, es que escribo las líneas que siguen, de naturaleza quizás un poco vaga, seguramente imperfecta, como el propio pensamiento.

 

Un cartel y un registro de campo

Lo primero que podría mencionar es esa característica maravillosa de la antropología (hablo de la antropología etnográfica) que no es simplemente -como muchas veces desde ciertos contextos se piensa- hacer trabajo de campo, o como diría Geertz (2006) en su clásico “La Interpretación de las culturas”, la antropología no se reduce a eso. Si no que más bien, y de nuevo recordando a Geertz, la antropología es esencialmente -o bien podemos pensarla así- un diálogo en sentido amplio con esos espacios, con esos sujetos, con esas situaciones, a los que nos acercamos cuando hacemos nuestras investigaciones. En palabras de Geertz:

Corresponde advertir en seguida que ésta no es una cuestión de métodos. Desde cierto punto de vista, el del libro de texto, hacer etnografía es establecer relaciones, seleccionar a los informantes, transcribir textos, establecer genealogías, trazar mapas del área, llevar un diario, etc. Pero no son estas actividades, estas técnicas y procedimientos lo que definen la empresa. Lo que la define es cierto tipo de esfuerzo intelectual: una especulación elaborada en términos de, para emplear el concepto de Gilbert Ryle, descripción densa (Geertz, 2006, pp. 20-21)

Decía entonces que es gracias a esa capacidad maravillosa que tiene la antropología de enseñar a abrir la mirada, ese “esfuerzo intelectual”, o como diría Krotz, esa capacidad de asombro (1991) -y que nos lleva más allá de las preguntas iniciales o incluso centrales de nuestra investigación-, que nos permite de esa manera atisbar algunas de esas otras relaciones, fenómenos, dinámicas sociales y territoriales, dimensiones, que atraviesan los territorios y que uno no había considerado de antemano.

También es cierto -en honor a la verdad- que muchas veces no hace falta ser demasiado lúcido: cuando fui a hacer mi primera visita de trabajo de campo a la localidad de Medanitos, Fiambalá (provincia de Catamarca, Argentina), ello fue con motivo de la Feria de Semillas Nativas y Criollas en septiembre del año 2023. Y en la mesa de la Asociación Fiambalá Despierta, me encontré con un cartel que por sí mismo me situaba en el medio de una problemática territorial:

Figura 1. Cartel expuesto en una mesa en la Feria de Semillas Nativas y Criollas. Septiembre 2023. Medanitos, Fiambalá (Foto de autor)

Un objeto material muy simple, un cartel escrito con un fibrón pero que introduce toda una problemática territorial -como decía anteriormente- con un mensaje contundente. O al menos, nos introduce en relación a varios elementos que nos llevan a pensar una problemática territorial esencialmente atravesada por la materialidad. Esto, en esos elementos que menciona o da a entender de manera tácita: “sujetos”, “territorio”, “agua” y “minerales”.  Es decir, haciendo trabajo de campo para mi investigación sobre producción de alimentos en comunidades rurales, me encuentro de forma frontal con esta problemática. Y algo que quizás caracteriza a la antropología -al menos pensando en la antropología etnográfica[8]- es esta cuestión de no solamente observar estas cuestiones que quizás no eran el propio eje de nuestras investigaciones, sino más bien seguir esas pistas, esos indicios que aparecen en el campo y que van transformando en mayor o menor medida nuestras investigaciones.

Podría decir que es a partir de ese punto cuando empiezo a trabajar sobre la cuestión minera en relación a los territorios de Catamarca. Pero en realidad hubo un suceso anterior que me hizo entrar en el tema minero, aunque desde otros territorios, en otras provincias…

Durante algunos años (desde el 2019 hasta el 2023) coordiné un seminario de grado intensivo en la Universidad Nacional de San Martín (provincia de Buenos Aires) que tenía por nombre “Cómo hacer investigación”. El seminario estaba destinado a trabajar con los estudiantes acerca de cómo se hace concretamente investigación en las diferentes disciplinas científicas. La aprobación de los estudiantes consistía en presentar un trabajo final grupal donde realizaban el ejercicio de armar un proyecto de investigación. El último día de clase los grupos presentaban oralmente sus temas de investigación y los presentes (sus compañeros, los docentes invitados del curso y los coordinadores) les hacíamos comentarios y sugerencias a los fines de que puedan elaborar el escrito final. En el 2023 sucedió una situación excepcional.   Un   grupo de estudiantes (una de las estudiantes era precisamente catamarqueña) presentó su trabajo titulado “Estudio   de   las   problemáticas   socioambientales relacionadas al extractivismo del litio en la región de Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca. Un trabajo de investigación etnográfico”.

Lo excepcional propiamente sucedió cuando dos docentes de la universidad que habían sido invitados criticaron en términos muy poco serios el proyecto. Demostrando un fuerte desconocimiento uno de estos docentes -biotecnólogo- llegó a afirmar que en las zonas donde se explota el litio no existen comunidades locales, o que a lo sumo lo que se puede encontrar son “cuatro tipos tirando con arcos y flechas”. Como el grupo era conformado en su mayoría por estudiantes que provenían de las Ciencias Sociales y Humanidades, el mismo docente concluyó que “la tarea de las ciencias sociales no es meterse en esos asuntos, criticando estos emprendimientos, sino en comunicar a las poblaciones locales los desarrollos de las ciencias básicas” (Mantiñán, 2023, p.3).

Justamente sobre las problemáticas asociadas al extractivismo del litio en territorio, con un colega estábamos escribiendo un capítulo que nos habían invitado a sumar a un libro sobre el tema, esto por haber sido tutores de un seminario sobre ambiente y sociedad[9]. Ese capítulo refería a un trabajo en Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc (provincias de Salta y Jujuy, Argentina) donde justamente las poblaciones locales estaban en conflicto con el proyecto minero que había desembarcado en la zona (Novas y Mantiñán, 2023; Mantiñán y Novas, 2023) Es decir, ya para ese entonces contaba con reflexiones incipientes sobre el tema y sabía que en los territorios (ya sean estos en la provincia de Salta, Jujuy y/o Catamarca) o al menos en muchos de ellos, efectivamente hay poblaciones locales.

Como nos podemos dar cuenta, el problema principal no es el desconocimiento que un investigador/ docente de una casa de estudio universitaria pueda tener acerca de si hay o no poblaciones viviendo donde se explora litio: el problema principal es la brutalidad de las palabras que acompañan a esa ignorancia, afirmando que no hay poblaciones o en todo caso, hay cuatro tipos con arco y flechas. El problema también es que semejantes discursos puedan ser pronunciados en un ámbito académico, frente a estudiantes y colegas. También, claro, es un problema que un investigador de notable trayectoria crea que la tarea de las ciencias sociales es transmitir los avances de las ciencias básicas, para que las poblaciones locales den la bienvenida a esos conocimientos que les van a llevar cierto “progreso”.

No entraré aquí en las tantas reflexiones que una frase como la citada podría desencadenar. Algunas de esas reflexiones ya las he publicado en trabajos citados anteriormente. Solo cabría decir aquí que la parte buena de esta historia, aparte de que me ha enseñado o me ha hecho reflexionar y sigo reflexionando sobre muchas cuestiones relacionadas, es que el registro de esa situación me sirvió para escribir quizás cuatro o cinco artículos en los cuales pude profundizar en la problemática de los extractivismos, en distintos niveles. Y, de hecho, me sigue dando material, me sigue provocando muchas reflexiones…

El litio y el agua

Como este artículo trata de reflexiones que se centren en algunas claves materiales de mis investigaciones más recientes, cabe mencionar algunas palabras acerca del litio y de la cuestión del agua en los territorios. Elementos materiales centrales en las dinámicas socio-ambientales de los territorios en cuestión.

El litio es sin dudas el mineral estrella de la llamada “transición energética”, una transición que estaría destinada a dirigirnos hacia una economía post fósil. Argentina, Chile y Bolivia configuran lo que se da en llamar el “triángulo del litio”, ya que en los salares de la región se estima que se concentra el 60% de las reservas mundiales de litio y más del 80% del litio concentrado en salmuera (Obaya, 2021). Los ecosistemas de los salares se caracterizan especialmente por la escasez de agua y un alto grado de pureza del mineral lo que permite obtenerlo a un bajo costo de producción, a diferencia de lo que sucede en la extracción de litio de rocas duras o pegmatitas, como sucede en otros contextos. El proceso, a grandes rasgos, consiste en perforar la corteza del salar y mediante la utilización de bombas de agua distribuir el mineral del subsuelo hacia una serie de piletas donde se los somete a un tratamiento químico. Finalmente, se lo transfiere a una planta de procesamiento donde se produce el carbonato de litio. Un problema grave de este proceso es que se calcula que alrededor del 95% del agua utilizada y que proviene del subsuelo se evapora por la radiación solar y el viento (Folguera, 2023). La que no se evapora se desperdicia o queda fuertemente contaminada (Calvo, 2022).

En nuestro país, en los últimos años se ha multiplicado la cartera de proyectos exploratorios de litio. Hasta hace algunos meses contabilizan 38 proyectos en diferentes fases (de ellos 19 se encuentran en “estado avanzado” y 2 “operativos”). De esta totalidad de proyectos, 15 se encuentran en la provincia de Catamarca: 1 en estado de “prefactibilidad”; 2 en estado de “evaluación económica preliminar”; 8 en estado de “exploración avanzada”; 3 en “construcción”; y 1 en “producción” (se trata del proyecto “Fénix”, en Antofagasta de la Sierra) Esta destacada presencia de la minería de litio en Catamarca lleva al gobernador de la provincia a declarar que “Catamarca es minera” en cada ocasión que se le presenta (Mantiñán, 2024b)

En la inauguración del “XI Seminario Internacional del Litio en la Región de Sudamérica”, realizado en Catamarca en el año 2022, y acompañado de los embajadores de Estados Unidos de América y Australia, el gobernador de la provincia afirmó: “La minería es una oportunidad para el desarrollo de Catamarca y el futuro de las familias catamarqueñas. No se trata de minería sí o minería no, sino de hacerlo de manera responsable y sostenida” [10]. Y esto es cierto, es decir, no se trata de minería sí o minería no, creo que de esa forma la cuestión no está correctamente planteada, aunque muchas veces se la plantea de esa forma por ignorancia o para desviar el eje esencial de la discusión.

La cuestión, ciertamente, central en estas discusiones es plantearse las preguntas: ¿a quiénes se permite definir lo que es sustentable? ¿desde qué posiciones, desde qué lugar se dirimen las cuestiones de la sustentabilidad? ¿a quiénes se permite tener voz y opinión al respecto? En definitiva, ¿quién tiene el poder, o a quién se le adjudica el poder para definir lo sustentable incluso afectando con dicha definición los territorios y la vida de los ecosistemas y sujetos que habitan esos mismos territorios? Claramente no a las comunidades locales. Los cinco puntos principales consensuados en la conformación de la “Mesa Nacional del Litio” y recogidos por el propio Gobierno Nacional en su presentación[11] no mencionan en ningún momento a las comunidades locales.

Es recurrente que en los discursos sobre la cuestión se vuelva sobre la idea de lo sustentable, pero brilla por su ausencia cualquier referencia a las comunidades locales, a los habitantes de los mismos territorios en cuestión, a su opinión y menos aún a su aprobación.

En una nota recogida el año pasado por la Cámara Argentina de Empresas Mineras acerca de un encuentro entre empresarios mineros del ámbito provincial, nacional y el gobierno de Catamarca, se recuperan las siguientes palabras del gobernador: “Catamarca cuenta con un gran potencial geológico de clase mundial. Nuestra política minera es clara y efectiva, por lo que estos encuentros son fundamentales para destacar su valor frente a las inversiones y el desarrollo productivo catamarqueño”[12]. Lo problemático es que donde se explota litio sí hay comunidades locales, y estas no son tenidas en cuenta en las resoluciones que se toman sobre sus territorios, sobre los bienes de dichos espacios y mucho menos son invitadas a tener voz y voto en este tipo de encuentros.

Este problema se ve agravado porque Catamarca tiene como uno de sus mayores problemas y desafíos la escasez del agua. Tiene el 60% de su territorio conformado por la puna semiárida. Estos son los territorios -entre otros- que se proponen como “desiertos” por ciertos discursos, por ciertos intereses, y que son los territorios a conquistar de la política económica contemporánea, apoyados en los discursos de la gobernanza ecológica global, y claro está en esos discursos que incluso llegan a ser proferidos por algunos investigadores y docentes de las altas casas de estudio de nuestro país.

Figura 2. Feria de Semillas Nativas y Criollas, Septiembre de 2023. Se percibe claramente la aridez de la zona. Medanitos, Fiambalá (Foto de autor)

 

Computadora sí VS computadoras no ¿Esa es la cuestión?

Durante el año 2022 fui tutor de un seminario sobre ambiente y sociedad dictado de forma conjunta por la Universidad Nacional de San Martín (Argentina) y la Universidad de Kassel (Alemania). En el marco de este seminario y en el transcurso de una de las clases se armó un debate acerca del extractivismo, en el medio del cual el docente español a cargo del dictado de la clase levantó su computadora y llamó la atención acerca de que todos participábamos de la sesión de forma virtual -para lo cual hacen falta dispositivos que utilizan productos de la minería-. La idea de este profesor y la de otros sujetos que pueden protagonizar escenas parecidas, era demostrar que el extractivismo -digamos la extracción o explotación de recursos naturales- es inevitable para la vida que llevamos como sociedades modernas. La cuestión -lejos de lo que quiso demostrar el profesor- es distinguir que si bien es cierto que el extractivismo puede ser necesario -al menos en cierto grado- para poder fabricar computadoras y tener clases virtuales, esto no quiere decir que esta verdad se constituya en justificativo suficiente para admitir o aprobar el extractivismo en cualquiera de sus formas.

Esa clase de situaciones son las que mantienen la discusión en un nivel superficial, porque se pretende de esa forma cerrar una discusión cuando en realidad la desvían hacia un lugar común, liviano y de hecho falaz. Propuestas como la que recuperamos para el caso de las comunidades de las Salinas Grandes y Lagunas de Guayatayoc en algunos de nuestros trabajos (Novas y Mantiñán, 2023; Mantiñán y Novas, 2023), son mucho más interesantes en este sentido que la escena del profesor. No pretendo aquí volver en detalle sobre lo dicho en trabajos anteriores, pero a modo de resumen puedo mencionar algunos datos relevantes.

El 22 de agosto de 2015 las comunidades indígenas de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc aprobaron en Asamblea General el documento llamado: “Kachi Yupi. Huellas de la sal. Procedimiento de Consulta y Consentimiento Previo, Libre e Informado para las Comunidades Indígenas de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc”[13]. Se trata de un documento sumamente interesante que tiene un capítulo que se llama “Nuestra cultura/ modelo de desarrollo”.

Lo interesante propiamente es que cuando uno lee este trabajo entiende que las comunidades no niegan la extracción de recursos, bienes comunes o bienes naturales, ni se oponen a ello, lo cual echa por tierra la falaz discusión entablada en los términos “desarrollo sí/ desarrollo no” o en el caso de nuestro profesor español “computadoras sí/ computadoras no”. Por el contrario, las comunidades reivindican la extracción de bienes como par­te fundamental de su historia, identidad y economía. La disputa, en realidad, se entabla entre dos paradigmas opuestos: ninguno niega la extracción y la utilización de bienes ni el desarrollo que pueda provenir de dicha actividad.

Las preguntas que son pertinentes y diría centrales -y en las cuales los paradigmas en disputa pueden encontrar enormes diferencias- son: cómo se concibe ese desarrollo, en qué consiste, qué consecuencias podría acarrear para el ecosistema –sustento de la vida–, cuál es el sentido, en todo caso, de la extracción de un bien y cuál su finalidad, en qué medida y de qué forma. En definitiva, lo que está de fondo, es el enfrentamiento de dos paradigmas que sostienen miradas opues­tas en torno a la extracción y el desarrollo. Para hablar muy brevemente digamos que un paradigma apunta a la reproducción del mercado y el otro a la reproducción de la vida y del territorio. En fin, lo que está en disputa no es, como ya se dijo, si “desarrollar” o “no desarrollar” -o si tener o no computadoras y artefactos electrónicos-, lo que está en disputa es con qué contenidos, en todo caso, llenamos la propia idea de desarrollo.

Considero ciertamente que en estos casos se puede ver claramente como la cuestión socioambiental que vivimos, la concepción del desarrollo, el extractivismo, la sustentabilidad, las políticas ambientales y todo eso casi imposible de enumerar en algunas páginas, y que constituyen las diferentes aristas de lo que algunos llaman el Antropoceno, es una arena de disputas. Una arena compuesta por saberes que entran en tensión, con discursos incluso directamente contradictorios que se pronuncian y son los que sustentan o buscan sustentar y legitimar esos saberes en disputa. Y claro, es una arena de disputa donde también intervienen estrategias y tecnologías de poder que se despliegan tanto globalmente como territorialmente.

Figura 3. Comunidades de las Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc marchando en el llamado “Malón de la Paz” (junio de 2023). Gentileza de las Comunidades de las Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc

 

¿Hay conocimientos más o menos “materiales”?

En relación a esto y para ir finalizando esta reflexión quisiera introducir una última cuestión que es la que refiere a los conocimientos. Que es en definitiva la que nos toca a quienes hacemos investigación, y si se quiere, respondiéndole -de paso- al docente que piensa -o a los docentes que pueden llegar a pensar- que los científicos sociales tenemos como tarea comunicarle a la sociedad los grandes beneficios de los desarrollos de las ciencias básicas. Pero incluso más allá de eso también, creo que las ciencias todas -obviamente los y las científicas de las ramas del saber de las cuales provengamos- deberían hoy preguntarse ¿ciencia para qué? ¿Cuál es el sentido de la investigación científica? Sobre todo, cuando atañe a temas tan sensibles que generan tantas conflictividades territoriales. Esta es, al fin y al cabo, claramente, una reflexión acerca del conocimiento. Acerca de su sentido y su utilidad.

Hay una distinción que hace Latour (2017) en “Cara a cara con el planeta” que me parece en este sentido por demás interesante: “El conocimiento situado, eso es mucho más realista que el conocimiento desde Ninguna Parte, o que pretende permanecer por encima de las partes” (Latour, 2017, p. 295) Pensando en esa lógica latoureana podemos decir que conceptos, discursos, saberes como pueden ser “calentamiento global”, “pérdida de biodiversidad”, “elevación del nivel del mar”, “aumento de las zoonosis”, “transición energética”, etcétera, son conocimientos desde ninguna parte. Son conocimientos útiles, claro que sí, porque nos permiten pensar globalmente, tanto los problemas como las posibles soluciones. Ahora si investigamos la extinción del Hylomys Suillus[14] en la isla de Borneo, el hundimiento de Kiribati en el Pacífico o cómo afectó el Covid-19 a una población concreta -por citar sólo algunos casos a modo de ejemplo-, allí digamos que esos conocimientos -según Latour al menos- adquieren una mayor realidad. Quizás podemos -también- pensar aquí para el caso del tema del ensayo, que los conocimientos, cuando bajan de esa esfera de “ninguna parte” a los territorios, a los espacios concretos, con sus habitantes humanos y no humanos, también adquieren materialidad, se vuelven más tangibles, concretos. En fin, más materiales

Ahora, hasta acá tenemos que podemos pensar en dos tipos de conocimientos y que unos pueden ser más reales y materiales que otros. La pregunta que podemos hacernos a continuación es qué tipo de relación podemos establecer o establecen estos conocimientos entre sí. Se trata de una pregunta extremadamente importante, porque depende de la respuesta que le demos, el cómo es o debería ser el accionar nuestro sobre el planeta.

Pensar en términos de conocimientos desde ninguna parte, dándoles preeminencia, sería: necesitamos como humanidad hacer una transición energética; el litio es central para llevarla adelante; buscamos donde existe y está disponible el litio; lo explotamos. Que a grandes rasgos es lo que actualmente sucede, con mayor o menor grado de aprobación o de información de las comunidades locales o bien directamente de rechazo. Los problemas con esta forma de actuar son varios: 1- el beneficio que se reporta suele ser considerable, pero termina en pocas manos: la firma económica responsable de la explotación y cierto sector de la política que saca provecho; 2- es un beneficio que suele tener corto plazo, porque se producen en gran medida materiales que en poco tiempo van a ser desechables, por lo que más temprano que tarde necesitaremos explotar más y más minerales; 3- tiene miras estrechas, es decir nadie puede realmente creer que los problemas ambientales que vivimos, se solucionen explotando territorios y ecosistemas hasta dejarlos devastados como páramos desiertos; 4- se deberían tener en cuenta además todos los problemas asociados a la explotación de un territorio: desalojos, migraciones a la ciudad, hambre, destrucción de economías regionales y una larga cadena de etcéteras más.

Por supuesto que el cambio climático global hace su parte, su gran parte en esta historia, pero convengamos que el avasallamiento de los territorios desde discursos globales no parece ser una solución demasiado razonable y tiene su parte de culpa en la destrucción de los territorios.

Es decir, estos saberes desde ninguna parte, inmateriales -en los términos de esta reflexión- se pretenden “totales”, “absolutos” y niegan la posibilidad de detenerse a considerar el cómo y el para qué se explotan los bienes naturales, ya que ese “para qué” muchas veces podría verse distorsionado por la llana ambición económica de grupos de poder económico y político. De esta manera, en su presentación las empresas en cuestión y los sectores políticos involucrados a menudo reducen el cambio ambiental a un problema a ser resuelto con desarrollo de cada vez más innovación tecnológica y la consecuente explotación de recursos. Todo ello, sin poner en cuestión el modelo económico y político que sustenta la lógica extractivista que se suele esconder tras el discurso desarrollista y productivista.

Consecuentemente el llamado “extractivismo verde” se presenta como la “gran” solución ambiental que podría salvarnos en la era del Antropoceno. Sin embrago, en los territorios y frente a esta lógica extractiva “verde” vuelven a surgir resistencias encarnadas por grupos locales que advierten y resisten frente a los impactos negativos de estos proyectos.

Figura 4. Hylomys Suillus. Mamífero probablemente extinguido recientemente.

 

Palabras finales: Conocimiento situado y ciencias

Es inevitable que alrededor de una concepción como “transición energética”, “extracitivismo verde” o cualquier otro discurso global se generen tensiones. Esto es así porque los actuales debates en torno al cambio climático han producido que a partir de esos mismos términos se enarbolen discursos y prácticas incluso contrapuestos en sus sentidos, implicancias y propuestas. Es decir, aparece un lenguaje común con concepciones trazadas por debates y acuerdos globales pero que plantean, siguiendo a Ulloa (2021), “un escenario confuso con múltiples significados que termina siendo funcional a las dinámicas extractivas” (2021, p.17) Esto, debido a que en gran medida los intereses económicos empresariales de escala local, nacional y trasnacional y los sectores políticos, continúan vinculados a las mismas lógicas que definieron y potenciaron los extractivismos en las últimas décadas del siglo anterior y en las primeras de éste (Svampa, 2019).

No se trata de negar la validez de un postulado como el de “extractivismo verde”, “transición energética” o cualquier otro conocimiento “desde ninguna parte”, más bien se trata de reconocer que éste no es un postulado dado, evidente, libre de conflictos, sino que responde a un lenguaje global que se presenta como neutro y políticamente correcto. Pero que no lo es en lo más mínimo, sumun cuando consideramos los conocimientos materiales de los territorios.

El trabajo en territorio en este sentido es central. Primero porque permite evidenciar y llamar la atención acerca del carácter múltiple y complejo de ese tipo de conocimientos y discursos en relación a sus sentidos e implicancias. Esto al recuperar y producir los conocimientos situados. Y cabe aclarar aquí que los conocimientos situados tienen dos sentidos: por una parte, refieren a los saberes y conocimientos que portan los propios habitantes de un territorio dado; por otra, refiere a esos conocimientos que produce la investigación en el diálogo con esos saberes y conocimientos. Pero ese diálogo tiene que ser real (Geertz, 2006; Gadamer, 1999) no basta con ir al territorio y hacer “trabajo de campo”, el famoso “estar ahí” (Geertz, 1989) tiene que implicar la intención de un diálogo real, serio, efectivo. Ese es el sentido de las ciencias sociales y humanas que trabajan en territorio y acerca de estas cuestiones tan sensibles, no ser unos meros comunicadore de nada.

Pero incluso hoy, en el Antropoceno, en esta era donde la historia del ser humano y la historia geológica del planeta se vuelven una historia común, o la misma historia (Chakrabarty, 2019), el trabajo ponderando los conocimientos situados es una tarea de todas las ciencias. Es decir, trabajar en la transformación del paradigma, lo cual implica que sean los conocimientos situados, locales -los que son más reales y materiales- los que informen, los que den sentido a los discursos globales y los conocimientos desde ninguna parte, y no al revés.

Por supuesto que suena casi utópico, porque la forma hegemónica que adquiere esta cuestión, es la de avasallar los territorios desde los discursos globales, que es la forma que responde a los grandes intereses político-económicos. Aun así, considero que la tarea que nos toca a quienes queremos hacer ciencia en estos temas y en estos tiempos, más allá de negacionismos, miradas obtusas y comprensiones mediocres, es volver la vista en primera instancia a la materialidad de los territorios.

 

Bibliografía

Bourdieu, P. y Wacquant, L. (2014) Introducción a la sociología reflexiva. Buenos Aires, Siglo XXI.

Calvo, E. (2022) Nuevos métodos de extracción directa de litio: Impacto en la explotación sustentable de los salares de la puna. En Ciencia Hoy, Vol (30). (pp. 51-59). ISSN. 1666-5171 Buenos Aires, Asociación Civil Ciencia Hoy.

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Chakrabarty, D. (2019). El clima de la Historia: Cuatro tesis. En Utopía y praxis latinoamericana, Núm. (24), Vol (84), (pp. 90-118). ISSN, 1316-5216 Universidad del Zulia

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[1] Identificador persistente ARK: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/a62qj7krs
Fecha de recepción: 11/03/2025. Fecha de aceptación: 19/06/2025

[2] Institución Instituto Regional de Estudios Socio Culturales (IRES-CONICET-UNCA)

Argentina

https://orcid.org/0000-0001-5501-5099

lmantinan@unca.edu.ar

[3] https://www.ides.org.ar/investigacion/programas/pas-cas/get-cosas-cotidianas.

[4] El ciclo llevaba el título de “Cómo pensar la investigación en clave material. Enfoques etnográficos posibles”.

[5] El CAS fue fundado en 1975 por la primera antropóloga argentina, Esther Hermitte.

[6] A este respecto cabría una reflexión -seguramente interesante, pero que no se puede abordar aquí- acerca de cómo las personas lectoras/ consumidoras del trabajo de otros/as, podemos encontrar cuestiones en dichos trabajos, que ni siquiera sus propios autores consideraron.

[7] bell hooks (mujer, negra, feminista, académica) firma sus trabajos con minúsculas, intentando dar cuenta con ello de las discriminaciones y “minimizaciones” a las que fue sometida, por eso opto por citarla de esa forma.

[8] Como trabajo clásico que aborda la etnografía -y aprovechando que la invitación a la charla fue desde el CAS, cuya dirección recae en Rosana Guber- podemos citar su libro “La etnografía”, del año 2001.

[9] Sobre este seminario volveré con otra mención más adelante.

[10] Economía Sustentable (2022) Raúl Jalil, junto a los embajadores de Estados Unidos y Australia, inauguró el Seminario Internacional de Litio. https://economiasustentable.com/noticias/raul-jalil-junto-a-los-embajadores-de-estados-unidos-y-australia-inauguro-el-seminario-internacional-de-litio

[11] República Argentina (2021) El Gobierno y las provincias conformaron la Mesa Nacional del Litio. Argentina. Gob. Ar. https://www.argentina.gob.ar/noticias/el-gobierno-y-las-provincias-conformaron-la-mesa-nacional-del-litio

[12] Cámara Argentina de Empresas Mineras (2024) Encuentro entre Raúl Jalil, la Cámara Minera de Catamarca, y la Cámara Argentina de Empresas Mineras para la articulación de una agenda provincial y regional. https://caem.com.ar/encuentro-entre-raul-jalil-la-camara-minera-de-catamarca-y-la-camara-argentina-de-empresas-mineras-para-la-articulacion-de-una-agenda-provincial-y-regional/

 

[13] El documento completo puede obtenerse del siguiente enlace https://farn.org.ar/kachi-yupi-huellas-de-la-sal/

 

[14] Se trata de un mamífero que desde hace algunos años no puede ser encontrado por los investigadores que lo estudian. Por este motivo se considera que probablemente se haya extinto recientemente.