Ocio abigarrado: resistencias culturales y luchas
contra el imperialismo en América Latina[1]
Heterogeneous leisure: cultural resistances and
struggles against imperialism in Latin America
Jonathan
David Ojeda Castaño[2]
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Resumen
Este artículo realiza un análisis epistemológico y diacrónico del ocio
como práctica sociohistórica. Argumenta que, bajo el neoliberalismo, el ocio se
instrumentaliza para expropiar el tiempo, perpetuando la matriz colonial que
produce desigualdad, alienación y violencia sistémica. Se examinan las
conexiones entre imperialismo y globalización, entendida como un discurso que
oculta el despojo y el desarraigo de los pueblos latinoamericanos, enlazándolos
con procesos coloniales aún vigentes. Así, el ocio emerge como un campo en
disputa: de un lado, la racionalidad neoliberal, apoyada en tecnologías que
inducen hiperactividad y culto al rendimiento; de otro, las cosmovisiones
comunitarias latinoamericanas, que reivindican el ocio territorial como
herramienta de reconstrucción del tejido social. La industria del ocio opera como
dispositivo clave para difundir diseños globales que diluyen saberes
comunitarios e historias locales. Desde una postura crítica se introduce la
categoría “ocio abigarrado” para nombrar los movimientos de resistencia
expresados en prácticas lúdicas, populares y tradicionales. Recuperar la
lentitud y la contemplación se plantea como antídoto al frenesí dominante,
promovido estructuralmente y adoptado, consciente o inconscientemente, por los
sujetos. Tales manifestaciones poseen potencial para generar encuentros
sociales, fomentar ecologías de prácticas y fortalecer identidades culturales,
especialmente en la defensa del territorio. En síntesis, reconocer la dimensión
política del ocio permite cuestionar las lógicas productivistas que subordinan
la vida al mercado y abre la posibilidad de imaginar proyectos colectivos
orientados al buen vivir, a la reparación histórica y a la sostenibilidad
ambiental. Estas perspectivas instan a repensar la educación, la política
pública y la investigación crítica.
Palabras Clave:
Ocio abigarrado, Geopolítica, Imperialismo, Movimientos Sociales de
Resistencia, Neoliberalismo.
Abstract
This article offers an epistemological and diachronic
analysis of leisure as a socio-historical practice. It argues that, under
neoliberalism, leisure is instrumentalized as a means of time expropriation,
thereby perpetuating the colonial matrix that generates inequality, alienation,
and systemic violence. It examines the connections between imperialism and
globalization—understood as a discourse that conceals the dispossession and
uprooting of Latin American peoples—linking both to still-active colonial processes.
In this context, leisure emerges as a contested field: on the one hand,
neoliberal rationality, supported by technologies that promote hyperactivity
and a cult of performance; on the other, Latin American communal worldviews
that reclaim territorial leisure as a tool for rebuilding the social fabric.
The leisure industry has operated as a key device in disseminating global
designs that dilute community knowledge and local histories. From a critical
standpoint, the concept of “heterogeneous leisure” is introduced to name
resistance movements expressed through ludic, popular, and traditional
practices. Recovering slowness and contemplation is proposed as an antidote to
the dominant frenzy—structurally promoted and both consciously and
unconsciously adopted by individuals. These manifestations hold the potential
to generate spaces of social encounter, foster ecologies of practice, and
strengthen cultural identities, particularly in the defense of territory. In
sum, recognizing the political dimension of leisure enables a critique of
productivist logics that subordinate life to the market and opens possibilities
for imagining collective projects oriented toward buen vivir, historical
redress, and environmental sustainability. These perspectives call for a
rethinking of education, public policy, and critical research.
Keywords: Heterogeneous leisure, Geopolitics, Imperialism, Social Resistance
Movements, Neoliberalism.
“Cuando uno pinta, pasa lo mismo que cuando
uno cose: se piensan y se mastican las cosas que uno tiene atoradas en el alma.
Cuando yo pinté esta bota, tuve un pensamiento recurrente. Pensé que pudo
pertenecerle a un campesino, a un guerrillero, a un soldado o a cualquier
muchacho” (Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia, 2023)
Introducción
A lo largo de la historia, la humanidad ha construido marcos de
interpretación del mundo basados en las experiencias con su entorno. Este proceso,
fundamentalmente social, ha dado forma a modos de vida que mantienen una
relación directa con el uso del tiempo. En particular, desde la racionalidad
moderna, entendida como una forma de pensamiento que surge con el Renacimiento
y que privilegia la razón instrumental, la eficiencia y el progreso lineal, el
tiempo ha sido estructurado a partir de una lógica dual, y de contraposición
como trabajo/ocio o productividad/inactividad. Esta lógica divide el tiempo entre aquel dedicado a las
actividades consideradas fundamentales para el avance de las sociedades y la
subsistencia, trabajo; y el tiempo dedicado a otras actividades que aunque no estaban encaminadas a suplir necesidades
básicas (alimentación, vivienda, educación, entre otras), contribuyen al
desarrollo social mediante la participación en prácticas culturales,
recreativas y artísticas que fortalecen
el bienestar, la cohesión comunitaria y la identidad cultural.
Este segundo tipo de actividades, que hoy identificamos como ocio,
han constituido un campo social con una trayectoria cultural, política y
económica que refleja las tensiones propias de cada época. En ellas se
confrontan las valoraciones que cada sociedad ha dado al ocio: algunas lo han
concebido como espacio fundamental para el desarrollo individual y social,
frente a concepciones como tiempo improductivo o como una desviación de las obligaciones
laborales y sociales.
Este artículo propone una reflexión contemporánea sobre el ocio,
entendido como un campo complejo y en constante transformación. El cual ha sido
impactado por la consolidación de un modelo hegemónico global: el neoliberalismo.
Este sistema, que se ha instalado durante décadas en el seno de las sociedades
occidentales, ha sido promovido como la vía más eficaz para el progreso humano desde
una lógica eurocéntrica que reproduce jerarquías globales
Esta lógica de
desarrollo neoliberal no solo reconfiguró los mercados laborales, sino que impuso
una temporalidad social fragmentada, donde la sobrecarga de trabajo,
remunerado y no remunerado, arrebata las horas disponibles para el ocio. Las
estadísticas demuestran que en América Latina, la población en edad activa (15
años o más) destina entre 20 y 35 horas semanales al trabajo
doméstico y de cuidados
En tanto, el neoliberalismo
ha convertido las prácticas de ocio en una industria global diseñada para sostener
la red de consumo mundial y garantizar el estatus quo funcionalista. En este
proceso, se han deslegitimado las prácticas lúdicas, populares y tradicionales
que son expresiones simbólicas y culturales propias de las comunidades. En
lugar de promover la diversidad cultural y el reconocimiento de los saberes
comunitarios, las agendas estatales, los programas institucionales y la
política pública tienden a privilegiar prácticas de ocio alineadas con el
consumo global y el rendimiento individual. Ejemplo de ello son el coaching,
el mindfulness, los wellness retreats, las actividades como el running,
hiking, el turismo masivo y el entretenimiento digital, entre otros, en
muchas ocasiones desconectados de los contextos territoriales y culturales
locales. Frente a esta realidad, el artículo propone un análisis crítico del
ocio como práctica sociohistórica, su mercantilización en el contexto
geopolítico actual y las resistencias que emergen desde los movimientos
sociales.
El artículo se desarrolla en tres acápites. El primero aborda un
recorrido histórico-epistemológico del ocio, desde sus manifestaciones en
sociedades prehistóricas hasta sus formas contemporáneas, presentándolo como una
práctica que se ha ido transformando a lo largo del tiempo en función de las cosmovisiones
de cada sociedad. En un segundo momento, se analiza el ocio dentro de un
sistema geopolítico, en donde persiste una disputa entre el ocio mercantil, promovido
globalmente a través de industrias culturales, agendas mediáticas y modelos de
desarrollo estandarizados, y el ocio
como expresión de lucha de los movimientos sociales de resistencia
particularmente en Colombia. Finalmente
se aborda una propuesta crítica: el ocio abigarrado, un enfoque que permite analizar
las manifestaciones de ocio generadas en las comunidades y el territorio,
reconociendo su diversidad y potencialidad como alternativa frente a la
homogenización cultural.
Este concepto alude a una disposición
heterogénea de prácticas culturales que conviven en tensión y diálogo dentro de
los territorios, lo cual será desarrollado más adelante.
Ocio como
práctica sociohistórica
Desde el paleolítico (2,5 millones de años hasta 10.000 a.C), las
primeras sociedades homínidas dependieron de la caza y la recolección. El Homo
sapiens, que aparece alrededor de 300.000 años atrás, también adaptó estas
actividades y desarrolló formas más complejas de organización social y
cultural. Estudios antropológicos como los de
Con la revolución agrícola, alrededor del 10.000 a.C, el ser
humano comenzó a domesticar plantas y animales, lo que permitió el sedentarismo
y el establecimiento de las primeras comunidades. Esta reconfiguración cambió radicalmente
la relación con el tiempo y el ocio.
A medida que las sociedades humanas adoptaron sistemas sedentarios,
surgieron civilizaciones complejas que redefinieron el concepto de ocio. En la
antigua Grecia (siglo VIII - IV a.C), este fue exaltado como una virtud acuñada
bajo el término scholé, asociado con el aprendizaje, la filosofía y el
arte de gobernar. Sin embargo, este privilegio no se extendía a los esclavos,
quienes carecían de dicha facultad. El ocio fue un indicador de estatus social,
un espacio para el cultivo de la mente y el espíritu, pero solo accesible para
una minoría que representaba la clase social ciudadana
y acomodada, frente a la masa social de la polis y del campo
En contraste, en otras partes del mundo, como en las culturas
precolombinas del territorio del Aby Ayala[3],
el ocio tenía un carácter más comunitario y se vinculaba principalmente con lo
sagrado. Civilizaciones como los olmecas y posteriormente mayas, incas y
aztecas se destacaban con prácticas como el juego de pelota (Tlachtli),
las danzas y las festividades que buscaban mantener un equilibrio cósmico y agradar
a los dioses. Sobre esto
Mientras tanto, en Europa, durante la República y el Imperio
Romano (509 a.C. - 476 d.C.), el ocio se presentó como una herramienta para el
control social. Los romanos acuñaron el término nec otium (no ocio) para
referirse a la necesidad de un ocio útil. Además, el panem et circenses (pan y circo) se
utilizó para mantener a las masas entretenidas y evitar revueltas
Durante la edad media (siglo V - XV), con el dominio de la
cristiandad, el ocio se configuró como una práctica religiosa. Aunque persistió
el ideal griego de la contemplación, este se orientó hacia la salvación del
alma, condenando cualquier actividad lúdica que no glorificara a Dios
Durante el Renacimiento (Siglo XIV – XVII), en Europa se desarrolló
una idea totalmente opuesta a la que hasta el momento Grecia y Roma habían construido
sobre el ocio como una virtud. En este periodo se configura la idea occidental
que aún hoy acompaña al ser humano: el trabajo como expresión máxima del hombre,
junto con un interés insaciable de dominar y someter la naturaleza a su
voluntad
Esta cosmovisión renacentista, que exaltaba el trabajo como
vocación humana y justificaba el dominio sobre la naturaleza, encontró en la
expansión colonial su máxima expresión práctica. Lejos de limitarse a la esfera
económica, el proyecto imperial europeo exportó violentamente esta lógica a
territorios conquistados, donde el ocio, antes vinculado a lo sagrado y
comunitario, fue reinterpretado como instrumento de domesticación y control
civilizatorio
La colonización europea en América, África y Asia impuso no solo
un dominio económico, sino también una hegemonía cultural
Con el capitalismo industrial, el ocio adquirió una connotación
peyorativa. La regimentación del tiempo, calendario gregoriano, relojes
fabriles y jornadas de 14 horas alienó al proletariado, reduciendo el descanso
a breves pausas controladas
En la actualidad, con la revolución tecnológica y el
neoliberalismo, que privilegia la rentabilidad y la mercantilización de todos
los aspectos de la vida- el ocio ha adquirido un nuevo potencial como motor de
consumo. Plataformas digitales, videojuegos y servicios de streaming han
transformado el ocio en la mejor oportunidad de mercado. De este modo, se ha desplazado
la antigua percepción del ocio como sinónimo de improductividad y pereza,
frecuente en los discursos religioso-morales. Hoy, el ocio se ha convertido en
una de las industrias más lucrativas a nivel global. Según datos de la World Travel
and Tourism Council (WTTC): “En 2019, el sector turístico, una de las
principales industrias del ocio, contribuyó con el 10.3 % del PIB mundial y
generó más de 330 millones de empleos”
De esta manera, el ocio se presenta como una práctica
sociohistórica que refleja las condiciones materiales, culturales y sociales de
cada época. Desde las sociedades ancestrales, donde el ocio estaba ligado a lo
sagrado y comunitario, hasta su instrumentalización como mecanismo de control
social en la antigüedad, y su posterior mercantilización en el capitalismo
contemporáneo, el ocio no ha sido una práctica neutral ni estática. en
contraste, se presenta como un campo dinámico atravesado por tensiones y resistencias
que revelan las complejas relaciones entre cultura, economía y política. Se
trata, en efecto, de un terreno de disputa ideológica, donde confluyen visiones
antagónicas sobre el sentido y la organización de la vida en sociedad.
Geopolítica del ocio:
entre el imperialismo y las resistencias culturales
En el capítulo anterior se analizó el ocio como una práctica
histórica en evolución, desde sus manifestaciones en el paleolítico y las
civilizaciones precolombinas, pasando por la Grecia clásica, hasta el reciente
surgimiento del ocio digital. Este capítulo examina cómo las dinámicas
geopolíticas del capitalismo actual, que, siguiendo a Amin (2004) se materializan mediante un entramado de políticas,
prácticas y mecanismos impulsados por las potencias centrales —principalmente
los países capitalistas desarrollados— donde el ocio opera como un dispositivo
clave para sostener y ampliar su hegemonía económica, política y cultural.
Estas dinámicas han sido denominadas de manera cómplice por algunos teóricos
como “globalización”, un término que oculta y atenúa la naturaleza real de
estas acciones
A través de un enfoque crítico, entendiendo este como la
posibilidad de comprender los fenómenos desde una profundidad que permita
develar las estructuras de poder, desigualdades y relaciones sociales ocultas, se
busca evidenciar la tensión permanente entre la homogeneización cultural impulsada
por el mercado y la reivindicación de las cosmovisiones locales que se generan
a partir de la lucha de los movimientos anti- imperialistas. Ejemplos
de ello son la resistencia zapatista en México, que defiende formas de vida
comunitarias y autónomas frente a la imposición neoliberal, y los movimientos
indígenas en Colombia, articulados a partir de la Guardia Indígena, que luchan
por la defensa de sus territorios y saberes ancestrales frente a la expansión del
extractivismo promovido por intereses globales.
El colonialismo del siglo XV, marcado por la llegada de las
potencias europeas a Latinoamérica, implementó este modelo hegemónico basado en
tres ejes: el genocidio de pueblos originarios, el sometimiento de territorios,
y un epistemicidio sistemático, que hace referencia a la
eliminación o subordinación de los sistemas de conocimiento propios de los
pueblos
Esta lógica de dominación no terminó con el fin del colonialismo,
sino que evolucionó y se proyectó en nuevas formas de control global. El
sistema colonial estableció las bases para el posterior fortalecimiento de las
potencias imperiales, como Europa, Estados Unidos y Japón, cuyo dominio se
consolidó con la expansión del neoliberalismo en el siglo XX (Amin, 2004).
Según
En este contexto, algunas corrientes epistemológicas
han sido cómplices del imperialismo al naturalizar estos procesos bajo el
término “globalización”, ocultando así sus verdaderas intenciones. Como advierte
El dominio imperialista y la imposición del modelo neoliberal han
transformado no solo el ocio sino la cotidianidad de los sujetos, generando lo
que
Otro aspecto interesante que resalta Vega (2012), es que
el consumo se presenta como sinónimo de felicidad, la conectividad perpetua en
la era digital trae consigo una catástrofe en la que se valora más lo que esta
distante mientras que se desprecia lo cercano, lo que resulta en una
desintegración política de la relación con el cuerpo.
No obstante, frente a la homogenización cultural impulsada por el
capitalismo global, emergen prácticas de resistencia que reivindican el ocio
como un espacio de libertad y de conexión comunitaria. Estas alternativas se
articulan en tres niveles: el primero se refiere desde las epistemologías del
sur
En segundo lugar, lo político – organizativo, en donde movimientos
sociales, cómo el Ejército zapatista de Liberación Nacional (EZLN)[5]
proponen: “El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La Patria
que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos
los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos”
Como parte de este nivel político – organizativo, en Colombia se
destacan tres movimientos sociales que han logrado en la actualidad una
articulación interétnica e intercultural, destacando las luchas de pueblos que
históricamente han sido vulnerados. Estos movimientos no solo reivindican sus
derechos, sino que también, plantean la necesidad de continuar trabajando por
la dignidad humana, reconociendo los territorios como espacios vivos y
fundamentales para su existencia: Guardias Indígenas
Y finalmente, relacionado con lo práctico -comunitario, en América
Latina, estas resistencias se materializan en: turismo comunitario y
regenerativo (gestión autónoma de recursos);
dispositivos de ocio como la minga, el fogón, la palabrería, el carnaval, el trueque, entre otras prácticas
de resistencia social y cultural
A lo largo del capítulo, el ocio, lejos de ser un mero pasatiempo,
se presenta como un espacio de disputa entre las lógicas del capitalismo global
y las resistencias culturales. Por ello, es urgente repensarlo desde una
perspectiva que respete la diversidad cultural y promueva el buen vivir
El ocio
abigarrado: Prácticas lúdicas, populares y tradicionales
En este capítulo se analiza cómo la industria del ocio ha
mercantilizado el tiempo libre, transformándolo en un nuevo frente de
explotación. Esta dinámica ha dado lugar a lo que
Frente a este panorama, siguiendo a
De esta manera, en un mundo dominado por la lógica del consumo y la producción, el
ocio ha sido cooptado por el poder hegemónico como
un mecanismo para mantener su dominación. Siguiendo a
Al respecto
Ampliando esta idea, el avance tecnológico y la hiperconectividad,
características de este modelo de desarrollo, han transformado la percepción de
la realidad por parte de los sujetos y en consecuencia la interacción entre los
individuos. La tecnología conduce a una alejada cercanía, en la que el cuerpo
únicamente tiene sentido cuando se encuentra dentro de la realidad virtual.
Para las generaciones que vivieron sin esta necesidad, es fácil cuestionar lo
que se considera las causas de la dependencia a los artefactos tecnológicos y
la conectividad perpetua, sin embargo, las nuevas generaciones son menos
críticas al respecto.
Ante este escenario, y como se mencionó con anterioridad, se
propone el “ocio abigarrado”
El ocio como asunto que no corresponde solo al
tipo de prácticas, discursos, imaginarios, espacios y artefactos propuestos
desde los discursos construidos en las sociedades centrales, sino que se
corresponde con las características sociales, culturales y políticas económicas
etc., de las diferentes sociedades del mundo. (p.160)
El concepto de “ocio abigarrado” se propone aquí como un aparato
critico que reconoce la diversidad de proyectos de ser presentes en el
territorio, es una alternativa para lidiar con la condición de heterogeneidad
constitutiva de la región latinoamericana. La noción de abigarrado, retomada
de
Esta heterogeneidad también se manifiesta con fuerza en el caso
colombiano, donde conviven pueblos afrodescendientes, indígenas, campesinos,
mestizos, entre muchas otras comunidades que configuran una compleja diversidad
cultural. Esta pluralidad, sin embargo, se ve constantemente tensionada por una
lógica estatal y política que tiende a estereotipar y a imponer modelos de
desarrollo inspirados en ideas eurocéntricas, desconociendo los proyectos
colectivos propios de cada comunidad. Desde las epistemologías
del sur, este tipo de configuración social se entiende como multifacética o
abigarrada, precisamente por su resistencia a la homogeneización cultural y su
capacidad de sostener múltiples formas de ser, hacer y habitar el territorio.
Siguiendo esta línea argumentativa, Tabares (2020) como resultado
de sus investigaciones y retomando la noción de "ecología de
prácticas" de
Desde esta mirada, las PLPT reflejan visiones particulares de
entender la existencia, y solo pueden comprenderse plenamente cuando se
desarrollan en entornos donde se preserva la dignidad humana. Por ejemplo, en
muchas comunidades indígenas y afrodescendientes de América Latina, las
actividades que en el mundo occidental se clasificarían como “trabajo” —como
tejer, cultivar, cocinar en colectivo, tocar música o danzar— están impregnadas
de sentido lúdico, espiritual y comunitario. En estos casos, no existe una
fragmentación rígida entre tiempo productivo y tiempo libre, sino que el hacer
está atravesado por el juego, la fiesta, la relación con la naturaleza y la
celebración de la vida.
Así, aunque desde los estudios de ocio modernos se insiste en
distinguir el ocio como fin en sí mismo, esta definición no siempre resulta
pertinente en contextos donde las prácticas culturales no han sido moldeadas
por la lógica productivo-capitalista. Desconocer esta complejidad equivaldría a
imponer una visión colonial del ocio, invisibilizando experiencias y saberes
que desafían las categorías occidentales y modernizantes. En este sentido, el
ocio abigarrado no niega la existencia de diferencias, sino que cuestiona las
jerarquías impuestas sobre cómo deben vivirse y nombrarse esas diferencias.
El carácter fragmentado del tiempo es una visión occidental
impuesta, a la cual se contrapone el ocio abigarrado como esa posibilidad de
reconocer otras cosmovisiones, relaciones con la vida y la naturaleza,
características de estos territorios latinoamericanos, al respecto se menciona:
La separación entre trabajo y tiempo libre ha
sido fundamental, pues hay una dependencia directa entre los dos, en el sentido
de que sin este primero no es posible hablar del segundo. Asumir esta posición,
es dejar por fuera a la mayoría de las gentes y sus prácticas en los contextos
de la región, donde una significativa cantidad de trabajadores está en
condiciones de informalidad. De acuerdo con las cifras de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT 2018) 140 millones de personas están en dicha
condición en América Latina y el Caribe, además de casi un 8% de desempleados.
Pero asimismo la presencia de lo afrodescendiente, de los pueblos indígenas, de
los ROM (gitanos) y los raizales, que portan sus propias formas de la vida, la
labor, lo temporal, la naturaleza y el ocio desde concepciones relacionales,
más allá de las clásicas separaciones (Tabares, 2020, p. 9).
En síntesis, el ocio abigarrado se plantea como una crítica a la
lógica temporal capitalista, que impone una división rígida y funcional del
tiempo entre trabajo y descanso. Esta separación limita el sentido cultural,
comunitario y territorial de las prácticas cotidianas. En contraste, el ocio
abigarrado valora la ontología de dichas prácticas, entendidas no como simples
manifestaciones del pasado, sino como portadoras de una historicidad que
expresa formas de resistencia. Aunque a menudo marginadas por el discurso
hegemónico, estas expresiones persisten en la vida diaria de comunidades que se
niegan a someterse plenamente a la racionalidad capitalista.
Por consiguiente, el ocio abigarrado no solo interpela desde el
plano discursivo, sino que se encarna en modos concretos de vivir, organizarse
y compartir el tiempo. Decolonizar el tiempo no es solo una metáfora, sino una
práctica situada que ya ocurre, aunque a contracorriente, en territorios,
fiestas, mingas, movimientos sociales y pedagogías que desafían la linealidad
del progreso y reafirman que otro modo de habitar el mundo no solo es pensable,
sino también posible.
Consideraciones
Finales
El ocio se presenta como una práctica sociohistórica que
trasciende su aparente simpleza para configurar un campo complejo de
significaciones y disputas. A lo largo del tiempo, lejos de ser un mero
complemento de la vida social, se ha ubicado como una dimensión determinante
para el modo de vida humano, las dinámicas cotidianas y los imaginarios
colectivos. En la contemporaneidad, su comprensión adquiere especial relevancia
por la permanente tensión entre diversas concepciones de la existencia y la
realidad: desde las visiones instrumentalizantes propias del capitalismo hasta
las múltiples perspectivas emancipatorias que lo reivindican como espacio de
resistencia cultural.
En contraposición a la aceleración del tiempo, teniendo presente
que desde el mismo seno del capitalismo ya existen debates y prácticas que
resisten esa lógica, el ocio abigarrado emerge como praxis alternativa que
cuestiona la racionalidad moderna para la cual el ocio es comprendido como “un
tiempo lineal, un compendio de momentos que se desprenden de los tiempos laborales
y de producción”
En ese sentido, las prácticas lúdicas, populares y tradicionales
(PLPT) operan como acciones que fisuran la lógica del rendimiento, cultivando
en sus intersticios otros mundos posibles, a manera de ejemplo se puede
destacar las mingas andinas en Ecuador, Colombia y Perú, como el Inti Raymi,
por ejemplo, que integran trabajo comunitario con música, comida ritual y
reciprocidad, disolviendo la frontera entre producción y celebración, y
sosteniendo economías no capitalistas frente a la privatización de la tierra
Esta resistencia adquiere mayor urgencia ante la mercantilización
del tiempo libre, donde lo que antes era un espacio vacío de producción se ha
convertido en un nuevo para la autoexplotación. En un contexto de
hiperconectividad, que nos invita al consumo individualizado; el ocio
abigarrado, con sus mingas, trueques y carnavales, reivindica el ocio como
práctica de resistencia y lucha. Así, no se trata ni de mero escape ni de
pausa, sino de una reconciliación con el tiempo y la vida: un recordatorio de
que existen formas alternativas de habitar el mundo, inscritas en la lentitud,
el intercambio recíproco con los territorios vivos y la fiesta como actos de
subversión.
Estas ideas, lejos de ser desesperanzadoras, son líneas que
invitan a la proyección de un futuro más bio-ético, amparado en los buenos
vivires, el respeto de la vida en todas sus formas no solo humanas, y el
reconocimiento de la diversidad de cosmovisiones. Al reivindicar las PLPT, se
contribuye a fisurar el modelo de homogenización cultural, prueba de ello, son las manifestaciones lúdicas, populares y
tradicionales de las guardias indígenas,
cimarronas y campesinas en Colombia, que transformaron el juego en una forma de
defensa territorial: la Guardia Indígena del Cauca, por ejemplo, articula
entrenamientos con bastones de mando, danzas y rituales colectivos como
pedagogías de resistencia armónica
Sumado a lo anterior, los encuentros de movimientos sociales se
erigen como espacios de palabra y resistencia, por ejemplo las acciones de denuncia de las Madres de
Soacha, el acto cotidiano de generar un tejido social y expresarlo a partir de
la cultura se transforma en memoria viva
y trabajo emocional frente al horror de la violencia paramilitar
En conclusión, ociar de otra manera es, entonces, sembrar futuros donde
el tiempo no se compra, sino se comparte; donde la tierra no se explota, sino
se habita; y donde la vida, en toda su diversidad, es el único horizonte de
sentido, el desafío es claro: o permitimos que el neoliberalismo convierta
hasta nuestro aliento en mercancía, o nos atrevemos a ociar de otra manera, con
los pies en la tierra y las manos en la construcción de otros mundos posibles.
Esto implica emprender investigaciones comprometidas que documenten estas
prácticas como epistemologías vivas con potencial para la construcción de
nuevos saberes; transformar los espacios educativos en territorios de pedagogía
insurgente, donde se aprenda a desaprender la razón instrumental en la búsqueda
de una racionalidad lúdica; y promover políticas públicas que acompañen y
protejan estas prácticas como patrimonio vivo.
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[1] Identificador
persistente ARK: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/i9m7umavo
Fecha de recepción: 04/04/2025. Fecha de aceptación: 24/06/2025
[2] Universidad de
Antioquia, Grupo de investigación "Gocemos"
Medellín, Colombia
https://orcid.org/0009-0009-4556-1024
jonathan.ojedac@udea.edu.co
[3] El termino Abya
Yala es utilizado por algunos pueblos indígenas para referirse al continente
americano antes de la llegada de los europeos. Significa tierra en plena
madurez o tierra vital en la lengua del pueblo guna originario de Panamá y
Colombia. Este concepto se ha adoptado en contextos contemporáneos sobre todo
desde corrientes de la epistemología del sur para reivindicar la historia y la
identidad de los pueblos originarios.
[4] El
florecimiento humano es una propuesta de Boltvinic que surge desde la antropología
filosófica y la revisión histórica para ampliar la perspectiva sobre lo que se
conoce como desarrollo humano. Esta propuesta invita a comprender que las
necesidades y capacidades del ser humano trascienden la dimensión económica y
que el desarrollo de estas capacidades requiere enfoques que vayan más allá de
la mera satisfacción de necesidades.
[5] El Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional es una organización popular mexicana levantada
en armas desde 1994 hasta el 2006, quienes a posterior se convirtieron en un
movimiento político.