Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 4. Año 2017. ISSN: 2525-0841. Págs. 269-276

http://criticayresistencias.comunis.com.ar

Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas

Análisis de la coyuntura actual y herramientas para pensar la Argentina del presente

Entrevista a Alejandro Grimson[1]

La entrevista a Alejandro Grimson fue realizada durante el mes de mayo de este año, en ocasión de su visita a la ciudad de Córdoba para dictar una serie de conferencia. En este relato se abordan problemáticas de política internacional, nacional, conflictos actuales en la región, entre otros temas.[2]

CyR: En el libro Los límites de la cultura, vos afirmas que más que estar presenciando una guerra entre culturas, a lo que estaríamos asistiendo es a una aparición de una peculiar configuración cultural de la guerra. Pensando en el escenario mundial actual: ¿Cómo ves la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos? Podríamos pensar tanto en las declaraciones que él ha tenido respecto de la nación estadounidense, como también a las guerras que están actualmente en curso. En este sentido, ¿qué lugar ocupa en todo esto el pueblo estadounidense y cómo impacta en nosotros, en la realidad latinoamericana? Y la última cuestión en relación a esto, ¿qué rol cumplen las élites políticas locales en esta reconfiguración de fuerzas que caracteriza a nuestra región?

AG: Bueno, lo que ya habíamos empezado a ver, sobre todo después del 11 de septiembre de 2001 con un giro en la política de Bush, tenía que ver con algo que ya había escrito muchos años antes Samuel Huntington, muchos años antes –bueno, en el '97 creo que salió por primera vez su libro "Choque de civilizaciones"- pero habían ya artículos en ese mismo sentido publicados unos años antes de la salida del libro y donde él lo que planteaba era que todos los imperios están destinados a desaparecer, pero que Estados Unidos lo que tiene que hacer es demoler su crisis y su desaparición como imperio y que eso es posible construyendo un otro nuevo en relación al comunismo porque, digamos, en 1989 el "otro" de Estados Unidos había desaparecido y sin un "otro" no se puede construir un "nosotros". Entonces él hace todo un análisis que concluye diciendo que en el mundo hay civilizaciones, religiones, culturas y que lo que va a haber próximamente es un choque de culturas o de civilizaciones, excepto que los líderes mundiales se pongan de acuerdo en lo siguiente que es que: las culturas nunca más se comuniquen entre sí o reducir drásticamente la comunicación entre las culturas. Entonces él construye una agenda de una nueva alteridad que es la alteridad islámica, musulmana, del otro religioso y, digamos, esa agenda es tomada profundamente junto con la agenda anti inmigratoria que está en un libro que él publica en el año 2004, la cual es tomada profundamente por Bush a partir del 11 de septiembre y en los años posteriores.

Ahora bien, este fenómeno, ya había empezado a insinuarse bastante antes en Europa con el tatcherismo en Inglaterra, con una nueva xenofobia que empezaba a surgir y de alguna manera quedó subsumido dentro del consenso neoliberal, digamos, o el llamado Consenso de Washington, el hecho de que a partir de 1989, sobre todo en Estados Unidos y en Europa, no hubo discusión sobre los modelos político-económicos. Básicamente porque esa discusión, hasta ese momento, al margen de las opciones más de izquierda estaba planteada en las tensiones entre los partidos conservadores o demócrata cristianos, de un lado, y los partidos social-demócratas, del otro. Pero, después del '89, los partidos social-demócratas abrazaron directamente los modelos económicos neoliberales y eso produjo un gigantesco consenso que, a mi juicio, duró 25 años. O sea, desde el '89-90 hasta la victoria de Trump. Yo creo que lo que hemos vivido, como coletazo de la crisis del 2008-2009 de Lehman Brothers, etc. es que ese consenso neoliberal que se había asumido en Europa empezó a erosionarse básicamente a través de la erosión de los centros políticos, de la zona centro-neoliberal del espectro político y empezó a haber una creciente polarización política. Esa polarización, se va hacia la izquierda en el caso de Syriza en Grecia, de Podemos en España, del gobierno de izquierda que hay en Portugal en este momento, del nuevo liderazgo del Partido Laborista con Corbyn en Inglaterra, de la candidatura de Sanders en Estados Unidos. O sea, todos esos fenómenos, son fenómenos que polarizan hacia la izquierda. Pero, al mismo tiempo, hay una polarización hacia la ultra derecha que ya no es una ultra derecha neoliberal. Por lo menos en la versión que nosotros conocemos, porque es una ultra derecha que está basada en el otro religioso, en el otro extranjero, en la xenofobia, en la islamofobia, incluso en el caso de Trump en la misoginia, y es una ultra derecha que plantea que ese mundo abierto al comercio internacional tiene que tener un límite, tiene que tener fronteras y entonces empieza una nueva etapa, que es la etapa del Brexit y la etapa de Trump, que es la etapa de reconfigurar el comercio internacional poniendo nuevas fronteras o saliendo de la Unión Europea como en el caso de Gran Bretaña. O sea, que lo que quiero decir es: para el consenso neoliberal del '90 era imposible imaginar que Gran Bretaña saliera de la Unión Europea, pero en esta nueva etapa, justamente lo que se inaugura es la idea de que Gran Bretaña tiene que estar afuera, que Estados Unidos tiene que cerrar algunas puertas de la importación y eso, digamos, tiene una serie de implicancias en distintas zonas del mundo. Bueno, ahora ya tenemos un dato nuevo que es que Le Pen llega al ballotage francés pero no logra triunfar. Si uno mira la elección francesa, es un nuevo candidato de centro-derecha o de derecha el que se termina imponiendo, Macron, pero con una votación muy significativa de la ultra derecha y una votación muy significativa de una izquierda radicalizada también en esa elección muy cercana. O sea, quiero decir, con unos puntos más podría haber terminado habiendo un ballotage entre Mélenchon y Le Pen ¿no es cierto? Esto es lo que quiero señalar, que me parece que los argentinos a veces miramos la grieta como fenómeno nacional (y la manera en que está formulada la grieta y la propia palabra son muy polémicas, no creo que sean conceptos útiles para entender lo que está pasando) pero, quiero decir que la polarización social y política es creciente en Brasil, es creciente en Estados Unidos, es creciente en Europa, y en ese sentido, creo que hay un nuevo panorama.

Vos me preguntabas sobre los efectos para nosotros. Nosotros, digamos, tenemos un problema adicional que es que en la Argentina triunfó un gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2015 y que tiene una visión en cierto sentido anacrónica. Es un gobierno que tiene un plan económico y una política exterior para un mundo con una globalización en curso, una globalización hegemónica, una globalización consensual, digamos así. Es un gobierno que va en búsqueda de una globalización pero esa globalización unos meses después de la asunción del gobierno deja de ser el paradigma predominante, en el sentido de que dos potencias internacionales como Gran Bretaña y Estados Unidos quedan al costado del consenso. Todavía no tenemos muy claro qué significa eso pero, si la Argentina a cambio de lo que le va a regalar a Estados Unidos va a conseguir venderle 30 millones de dólares de limones bueno, digamos, eso es como realmente estar muy desubicado respecto de cualquier parámetro de negociación. No estoy hablando de una negociación de izquierda, estoy hablando de una negociación para darle algún nivel de sustentabilidad desde el punto de vista de la política económica, inclusive a este gobierno.

O sea, yo veo un gobierno que no sólo –aclaro que he hecho público mi desacuerdo con este gobierno y su política económica- pero, al margen de eso, existe un problema adicional que es que veo a un gobierno neoliberal y globalista en un mundo que empieza a dejar de ser globalista y no veo ninguna política exterior de este gobierno que me permita suponer que el gobierno se dio cuenta de que el mundo cambió después de su asunción, no por su asunción, sino por la asunción de Trump y el triunfo del Brexit.

CyR: La segunda pregunta que habíamos pensado es a propósito de la nación, los conflictos y esto que vos llamás, el desplazamiento de las fronteras de lo decible. No sé si has estado siguiendo las declaraciones y la lucha de la Nación Mapuche aquí en Argentina, por ahí es algo un poco invisibilizado pero del otro lado de la Cordillera aparece con más fuerza. Lo que nosotros vemos es que en un proceso de extranjerización de la Patagonia, donde todos los emprendimientos trasnacionales extractivos están a la orden del día, el escenario, en general, es un escenario fuertemente represivo. En este marco, ¿qué claves de lectura se pueden proponer para pensar alternativas a este conflicto? Y anudado a esto, ¿en qué medida otras experiencias latinoamericanas pueden servirnos como referencia para pensar estos desplazamientos?

AG: Yo la verdad es que soy un poco pesimista en términos de la factibilidad política en el corto o en el mediano plazo de la crítica al extractivismo, en el sentido de que si uno mira lo que sucedió en América del Sur en estos últimos años las críticas o las alternativas que se ofrecieron y se formularon a los gobiernos llamados progresistas o populistas o populares, según como vos quieras llamarlos, esas alternativas siempre han sido alternativas neoliberales. Y, digamos, no solamente eso, sino que los movimientos contra el extractivismo tuvieron muchos logros en crecimiento de organización, muchos logros puntuales, locales, de tener proyectos y avances, etc., etc. Pero, por lo menos hasta ahora, no encontramos -bueno, no que yo sepa- un logro en términos de una representación política en un sentido gramsciano, quiero decir como un proyecto político en ese sentido. Es decir, parece como si el problema de la Alumbrera fuera un problema de los habitantes de esa comunidad, el problema del oro de los habitantes de Esquel y así. Entonces, todo aparece como una sumatoria de cuestiones locales pero donde, en términos laclausianos, no se produce equivalencialidad y menos aún equivalencialidad por fuera de las cuestiones extractivistas. O, incluso eso, en cierto sentido se puede plantear para muchas de las situaciones de resistencia de los movimientos indígenas respecto de sus territorios, de sus derechos, del avance de la soja, etc., etc. O sea que, si bien uno tiene que atender fuertemente a esa cuestión, uno de los grandes desafíos teóricos y políticos es preguntarse cuáles son las articulaciones que tornarían factible un discurso que, en lugar de ser solamente de oposición y resistencia, pudiera en algún momento, ojalá no muy tarde, transformarse en un discurso alternativo. O sea, un discurso político en ese sentido. O, cómo serán las tensiones, digamos, cómo pueden fortalecerse, o una alternativa que sea contraria a un modelo de hiperextractivismo. O cómo pueden fortalecerse las fuerzas, los sectores que proponen otros modelos de desarrollo al interior de fuerzas heterogéneas como son las fuerzas populares progresistas o populistas o como quieran llamarlas en cada caso. Me parece que ahí, digamos, hay un problema y que en ese sentido, los lugares de enunciación, los lugares de lo decible en el plano de las resistencias a los avances de esos proyectos es más en términos, justamente, defensivos pero sin capacidad, por ahora, de otro tipo de articulación. En parte porque, bueno, hay un problema quizás más profundo que tiene que ver con esto que dice Jameson respecto de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. En el sentido de que el capitalismo no es sólo todo lo que nosotros sabemos, o sea, una organización económica, una organización social, etc. sino que también es un modo, una máquina de fabricación de deseos y de goces. Deseos y goces que están direccionados hacia el consumo. Y la pregunta es si es posible -creo que esta es una pregunta de esta época a la cual todavía yo no encuentro respuestas claras- construir deseos y goces sociales amplios con capacidad de interpelación popular que no estén direccionados por cuestiones de orden estrictamente moral o moralizante, en el sentido que lo que se contrapone al discurso capitalista del goce no sea un discurso moralizante de la obligación de la renuncia a los goces, sino que sea la posibilidad de la construcción de otras formas de vida, que incluyan obligaciones pero también deseos y goces.

CyR: ¿Crees que esa tensión, por ejemplo, de todas las demandas o las resistencias antiextractivistas estuvieron presentes durante el gobierno nacional-popular o populista aquí en Argentina? ¿Crees que esta tensión se hacía presente en el seno del propio gobierno?

AG: me parece que en distintas experiencias algunas tensiones se vivieron. Aunque, digamos, hubo una tensión entre ciertos modelos más desarrollistas y otros modelos que contemplaban un desarrollo más integral que incluía el desarrollo cultural, medioambiental, etc. etc., o el cuidado del medioambiente, como se quiera plantear. Yo creo que hubo un momento de tensión aunque pienso que en la medida en que la restricción externa empezó a ser mayor en términos de la capacidad de divisas, esa tensión se fue resolviendo en favor del desarrollismo, en el sentido de que no había sustentabilidad económica alguna en función de estos procesos. Habría que hacer una investigación más a fondo, pero bueno, estuvo la Ley de Glaciares, las tensiones de la Ley de Glaciares, disputas en torno a la Alumbrera, que generalmente estaban más en la oposición pero que atravesaban sectores que no estaban en la oposición o que tenían posiciones en el Estado. En ese sentido, me parece que hay algo interesante que planteaba García Linera respecto de que hay tensiones que se dan -como decía también Gramsci- claramente en la sociedad civil, pero que los Estados actuales tienen niveles de complejidad, lo que implica que dentro de los Estados también hay tensiones. Digamos, lo que Bourdieu en cierto sentido llamaba la mano derecha o la mano izquierda del Estado. También es cierto que en Estados tan complejos como los que vivimos en este momento, bueno, uno encuentra funcionarios pocas veces de primer nivel, un poco más de segundo nivel y mucho más de tercer nivel que tienen posiciones muchos más heterogéneas respecto de este tipo de procesos. Entonces, digamos, por dar un ejemplo muy concreto, yo creo que hasta cierto momento, -habría que buscar la fecha exacta- creo que el episodio de los Qom fue un episodio bastante bisagra en ese sentido. Hasta ese momento, por más que a mí no me pareciera la mejor de las políticas posibles, el INADI estaba dentro de ciertas buenas intenciones del Estado, no con mucha eficacia pero orientado, uno podría decir, de manera relativamente correcta.

Sin embargo, aunque se discutió mucho el tema de la desaparición del INDEC o la destrucción del INDEC, nadie registró que el INADI desapareció. No existe más el INADI, y esa desaparición se produjo durante el gobierno popular, populista, progresista y continúa hasta la actualidad. Es decir, uno no tiene ya más una agencia realmente de lucha contra la discriminación que sea protagonista. Digo porque algún día, hace muchos años atrás, el que inventó el INADI fue Eugenio Zaffaroni y si uno registrara lo que pasaba en ese momento, que fue un momento por ejemplo donde hubo ataques xenófobos contra los bolivianos, etc., me acuerdo muy bien de una actividad muy fuerte, de una presencia muy contundente del INADI. En ese sentido digo que hay complejidades, uno podría localizar zonas de distintos ministerios donde hay tensiones, yo no soy un especialista en eso pero sí me doy cuenta, conociendo algunos funcionarios que no hay una homogeneidad absoluta y en ese sentido hay un análisis para hacer.

CyR: En tu texto Mitomanías argentinas, vos indagás sobre la construcción de la argentinidad a lo largo de la historia. En relación a esto, ¿de qué modo Cambiemos interpela al relato de la argentinidad que había construido el kirchnerismo? ¿Qué continuidades y rupturas vos ves entre esos imaginarios políticos que se presentan como antagónicos y el relato "fundacional" de nuestro país?

AG: Yo creo que hay muchas zonas de contraposición y hay otras zonas de coincidencia, también creo que las contradicciones son las más conocidas y están a la luz del día. Pero que, justamente, lo que yo trato de mostrar con mi trabajo es que hay algunas coincidencias no evidentes, porque hay ciertas lógicas culturales del conflicto en todos los países que hace que los adversarios o los enemigos tengan territorios en común y por eso puedan ser adversarios o enemigos. O sea, en Colombia hay guerra y las partes tienen justamente la lógica de la guerra. En Argentina, no hay guerra civil, lo que hay es una belicosidad discursiva, simbólica y verbal que adquiere una forma específica tanto desde el kirchnerismo como del macrismo que es la forma de la dicotomía y del binarismo. O sea, mientras el kirchnerismo en muchos momentos buscó identificarse a sí mismo con la Nación y con el Pueblo, y colocar a sus adversarios –especialmente a su adversario predilecto, el macrismo- en el lugar de lo no nacional, de lo no soberano, de lo "vende patria", de lo ligado al pasado, al terrorismo de Estado en la dictadura, al FMI, etc., el macrismo afirma superficialmente, en el discurso de asunción del presidente de la Nación el 10 de diciembre, que viene a unir a los argentinos, pero, como todos los antiperonismos, pretende que la unión sea sobre la base de la desaparición del peronismo o del kirschnerismo. ¿Por qué digo esto? Porque no conozco macristas que afirmen que el kirchnerismo es una opción y una identidad política en la Argentina, sino que el macrismo lo que dice es que los kirchneristas son destituyentes, antidemocráticos y corruptos. Entonces, así como, por un lado, yo trato de convencer a los kirchneristas de que el 51% que votó a Macri no son macristas, yo escribí diciendo que la mayoría de esa gente no votó a Macri por lo que nosotros supondríamos que Macri quiere hacer, sino que lo votó creyendo que había algunas cosas que mejorar, y eso fue por los grandes logros de los medios de comunicación, de los poderes concentrados, de la concentración de economía, pero también fue por errores políticos gravísimos que cometió el kirchnerismo en los últimos años, el más grande de los cuales fue que a partir de la restricción externa empezó a defender lo logrado y abandonó cualquier construcción de idea de futuro, digamos. Con lo cual lo que hizo el macrismo fue montar la oposición hablando de futuro para poner y ayudar al kirchnerismo que se quede defendiendo lo logrado en una sociedad que tenía nuevas agendas, en parte por las transformaciones que el kirchnerismo había logrado implementar en los doce años, digamos, reducción de la pobreza, menor de la que uno quisiera pero reducción, reducción drástica del desempleo, creación de empleo, crecimiento industrial aunque no industrialización a fondo, mejoramiento de varios aspectos de la desigualdad en distintas dimensiones, etc. Entonces el macrismo, yo creo que fue realmente muy hábil en ir cambiando. La primera habilidad fue decir “cambiemos”, porque estaba planteado en primera persona del plural y el primero que cambió era Macri . Cambiaba porque no era Macri, sino que era Mauricio, no era el padre, no era la empresa, cambiaba porque permitía mantener la Asignación Universal, mantener Aerolíneas, mantener YPF. Sin embargo, a medida en que la economía no funcionó como ellos creían, porque ellos creían que liberando el dólar, bajando las retenciones y pagándole a los fondos buitres, sumándole a todo eso que gobernaban ellos, iban a llover las inversiones y no llovieron. Entonces, ante ese fracaso, otra vez, el problema económico o la limitación económica y el descontento social frente a ese problema económico deviene en polarización política. O sea, la gran herramienta que encuentra el gobierno para salir de la encerrona que le plantea su desgaste y la corrosión, la erosión de los apoyos vinculadas a la recesión, al empeoramiento de las condiciones de vida, es incrementar al extremo la polarización con el kirchnerismo, lo cual le puede rendir frutos en el corto plazo y en el proceso electoral, pero es un daño adicional (que va a haber que anotar) que le está haciendo el macrismo al país. Yo creo que la polarización, así planteada, en términos de binarismo es algo muy dañino para nuestra cultura política, la plantee quien la plantee. Yo soy crítico de la polarización planteada de esa manera porque me parece que nosotros necesitamos buscar cuáles son los acuerdos básicos de la sociedad argentina, como se mostró en el caso del rechazo casi unánime del 2x1. Que el rechazo del PRO fue oportunista no tengo ninguna duda, pero que el rechazo de la sociedad involucró a la gran mayoría de los votantes del PRO tampoco tengo ninguna duda. Eso quiere decir que hay algunos consensos culturales que están trascendiendo las identidades políticas y que si los dirigentes políticos estuvieran a la altura de las circunstancias, bueno, se podrían potenciar algunos de esos acuerdos que son transversales y que hoy solamente se expresan en convergencias en las calles. En las movilizaciones que hubo en marzo, el 24 de marzo, la marcha de la mujer, la marcha de la CGT, la marcha federal, en todas ellas hubo presencia de distintas identidades políticas, de distintas tradiciones ideológicas como ahora también en la marcha contra el 2x1 hubo convergencia de muchos sectores políticos ideológicos, de organizaciones sociales, sindicales, etc. y eso significa que uno de los grandes problemas de la Argentina es que no hay ninguna forma a la vista de representación política de esa pluralidad, de esa diversidad. 

CyR: Justo teníamos una pregunta en relación al 2x1. A un día de la marcha nacional en rechazo a esa medida por los delitos de lesa humanidad, ¿qué sentidos imprimen en el imaginario social este fallo de la corte? ¿Cuán consistente, desde tu punto de vista, es con el relato del gobierno actual sobre la dictadura y la democracia y qué reconfiguraciones de fuerza permite visibilizar en torno a los derechos humanos?

AG: Yo primero creo que sí hay un plan del gobierno que consiste en decir que ellos no quieren revertir las políticas de derechos humanos, por un lado, y, por el otro lado, ir lanzando dardos envenenados discutiendo las cifras de desaparecidos, discutiendo de nuevo la teoría de los dos demonios, discutiendo las garantías procesales de los condenados, discutiendo la cárcel de los condenados de distintas maneras y con división de tareas, cambiando el feriado del 24, bueno, ellos prueban. Lo que pasa, pasa y lo que no pasa, entra en el "errorismo" de Estado y van para atrás. Son muy hábiles en eso, el kirchnerismo no supo nunca retroceder. Por ejemplo la 125, si el kirchnerismo hubiera retrocedido, hubiera licuado mucho menos de su capital político y posiblemente no hubiera perdido las elecciones del 2009 con Francisco De Narváez. Porque no fue en el 2015 la primera vez que el kirchnerismo pierde las elecciones, las perdió en 2009 y en 2013 también. Entonces, yo creo que sí había un clima de época, en la cual no es menor que un negacionista se vaya con premio a Alemania, en la cual no es menor que el Presidente de la Nación no sepa cuál es la cifra de desaparecidos, en la cual no es menor que un Presidente de la Nación nombre por decreto de necesidad y urgencia a dos jueces de la Corte y que se queden callados ante esto personas que pretenden integrar la Corte Suprema de Justicia. Entonces, creo que está claro que había una dirección y que esa dirección ya se veía incluso en algunos fallos de la Corte, como la cuestión del fallo que desconoce la relevancia de la CIDH, como en relación al no tratamiento de la prisión preventiva de Milagro Sala, etc. Y muchos casos de ese tipo. Entonces, me parece que el fallo del 2x1 es casi una consecuencia necesaria de esa política más algunas cuestiones relativamente fortuitas. Por ejemplo, si la Dra. Highton de Nolasco hubiera cumplido 75 años el año que viene en vez de ahora quizás no hubiera salido el 2x1. No lo sabemos ¿no es cierto? ni lo sabremos nunca. La cuestión es que la jueza se contradice a sí misma, entonces, como no entendemos tenemos preguntas y como no contesta hacemos suposiciones. Pero, si vos te das cuenta, el día del fallo, el día siguiente, sale el Secretario de Derechos Humanos y defiende, no hay grandes críticas de la oposición al principio. No hay voces potentes desde el primer día. Se van constituyendo poco a poco porque empieza a aparecer la idea de que Astiz puede estar por la calle, que es una idea que a la mayoría de los argentinos nos produce escozor, o sea, una sensación corporal de horror. Y entonces, empieza el pararse del proceso, que es la convocatoria a la movilización, por supuesto una típica movilización que iba a ser dividida en dos fechas diferentes pero la presión social obligó a que haya una sola movilización y ahí creo que claramente la sociedad le pone un límite, por lo menos en el corto plazo, aunque yo no tengo dudas de que el gobierno va a estudiar bien la situación y va a ver de qué manera puede volver a la carga hasta donde pueda. O sea, yo en eso sí creo que es un gobierno posibilista. Para mí, digamos, el fallo de la corte abre una situación total de imprevisibilidad sobre la dinámica política argentina. En el sentido de que yo creo que hasta ahora hemos visto que no hubo venganza por parte de las víctimas de terrorismo de Estado, pero creo que las cosas han llegado tan lejos que yo no me animaría a estar seguro de que si liberaran a los genocidas no hubiera situaciones de venganza. Entonces, creo que en ese sentido se torna tan imprevisible la situación porque, digamos, hay algo que los miembros de la Corte Suprema que votaron el 2x1 no entendieron que es que la justicia en relación a la dictadura no tiene que ver nada que ver con un partido político o con una identidad política, sino con la identidad nacional. Es decir, derechos humanos, y por eso, la aparición de los pañuelos blancos terminó estando en el cuello y no en la cabeza. Porque ninguno de nosotros quería asemejarse a una madre de Plaza de Mayo o una abuela de Plaza de Mayo porque ese pañuelo en la cabeza es sagrado. Ellas son sagradas. Ellas son parte de la identidad nacional. De algo que trasciende los partidos. Entonces, se podrá discutir la política de derechos humanos del kirchnerismo en algún que otro aspecto, pero la sociedad argentina no está dispuesta a discutir la inconstitucionalidad de la Obediencia Debida, del Punto Final, del indulto, etc. etc. Ni la constitucionalidad de que están prohibidas las conmutaciones de penas para crímenes de lesa humanidad. Y, como esas son cosas que la sociedad no está dispuesta a discutir pero el gobierno hasta ahora no encuentra otra forma de avanzar en su programa que no sea viendo cómo discutir eso, ahí hay un problema estructural entre muchos otros problemas estructurales que va a haber en los próximos años. El gobierno necesita, entre comillas, aumentar la productividad, eso es flexibilización laboral y eso es meterse con cuestiones muy centrales de los trabajadores. Y así, hoy estamos en el 2017 en una coyuntura donde las tensiones no han llegado a otros extremos porque hay elecciones este año y eso ha postergado algunos de los planes más estructurales, más profundos del gobierno para el día después. Pero, si el gobierno tiene éxito en las elecciones, o si el gobierno quiere avanzar en sus planes más estructurales, el día después de las elecciones va a implicar desafíos sociales, organizativos y políticos para los cuales hoy, la oposición fragmentada no está ni remotamente preparada.


[1] Es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Es investigador del Conicet y profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.

[2] Entrevista realizada y editada por Sabrina Villegas Guzmán y desgravada por Ana Caccia, abas integrantes del Colectivo de Investigación “El Llano en Llamas.