Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos

N° 13 (diciembre-mayo). Año 2021. ISSN: 2525-0841. Págs.103-122

http://criticayresistencias.com.ar

Edita: Fundación El llano - Centro de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL)

 

 

 

Organizaciones sociales, Estado y territorios. Procesos, tramas y significaciones. El caso de una organización político-territorial en una ciudad intermedia del sur cordobés (Río Cuarto, 2007-2015)[1]

Social organizations, State and territories. Processes, wefts and meanings. The case of a political-territorial organization in an intermediate city in southern Cordoba (Río Cuarto, 2007-2015)

 

María Belén Rolfi[2]

 

Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-No hay restricciones adicionales 4.0 (CC BY-NC 4.0)

 

Resumen

Este artículo recoge parte de los resultados de un proceso de tesis doctoral de corte cualitativo que tuvo por objetivo analizar, desde una perspectiva relacional y un abordaje socio-espacial, la configuración de la ecuación Sociedad-Estado en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, Argentina. Para ello estudiamos las prácticas políticas territoriales de un núcleo de organizaciones sociales en su articulación con el Estado municipal. Tales practicas han sido concebidas como acciones y discursos inscriptos estratégicamente; emergentes de las mutuas implicancias entre estructuras institucionales y agentes colectivos. Éstos últimos demandantes de bienes comunes, desigualmente dispuestos en el espacio y disputados según principios redistributivos e interacciones de variable “espesor político”. En el caso de la organización territorial aquí analizada se observan múltiples repertorios de acción que se dirimen entre el barrio, las urnas y la institucionalidad estatal. Todo ello en el marco de una dinámica que construye fronteras porosas entre lo social y lo político, entre el movimiento y el partido. Mientras el Estado territorialmente enraizado, y en permanente disputa, deviene una plataforma tanto de integración como de lucha.

Palabras clave: Sociedad civil; Estado; Organizaciones socio-territoriales.

 

Abstract

This article collects part of the results of a qualitative doctoral thesis process that aimed to analyze, from a relational perspective and a socio-spatial approach, the configuration of the Society-State equation in the city of Río Cuarto, Córdoba, Argentina. For this we study the territorial political practices of a nucleus of social organizations in their articulation with the municipal State. Such practices have been conceived as strategically inscribed actions and discourses; emerging from the mutual implications between institutional structures and collective agents. The latter claimants of common goods, unevenly arranged in space and disputed according to redistributive principles and interactions of variable “political thickness”. In the case of the territorial organization analyzed here, there are multiple repertoires of action that are settled between the neighborhood, the polls and the state institutions. All this within the framework of a dynamic that builds porous borders between the social and the political, between the movement and the party. While the territorially rooted State, and in permanent dispute, becomes a platform for both integration and struggle.

Keywords: Civil Society; State; Socio-territorial organizations.

 

Introducción

Este artículo recoge parte de los resultados de un proceso de tesis doctoral[3]  de corte cualitativo que tuvo por objetivo analizar, desde una perspectiva relacional y un abordaje socio-espacial, la configuración de la ecuación Sociedad-Estado en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, Argentina. Para ello estudiamos las prácticas políticas territoriales de un núcleo de organizaciones sociales en su articulación con el Estado municipal. Tales practicas han sido concebidas como acciones y discursos inscriptos estratégicamente; emergentes de las mutuas implicancias entre estructuras institucionales y agentes colectivos. Para su interpretación recurrimos a un prisma analítico complejo, centrado en las implicancias político-territoriales de las acciones y discursos de las organizaciones sociales vistas en su cotidianeidad y en su relación con el municipio. Se estableció para ello un recorte sincrónico, cuya ventana temporal se circunscribió al período 2007-2015. Tales practicas han sido concebidas como acciones y discursos inscriptos estratégicamente; emergentes de las mutuas implicancias entre estructuras institucionales y agentes colectivos. Éstos últimos demandantes de bienes comunes, desigualmente dispuestos en el espacio y disputados, según principios redistributivos e interacciones de variable “espesor político” (Barattini, 2010).

En el presente trabajo se propone una síntesis del recorrido teórico-metodológico realizado y se analiza comprensivamente el caso de una organización político territorial ubicada en un barrio semi- periférico de la ciudad de Río Cuarto[4]. Algunos de los interrogantes que han configurado tal análisis se estructuraron mediante tres ejes ordenadores de las dimensiones consideradas: Las organizaciones socio-territoriales y sus prácticas políticas: ¿Qué características asumen sus dinámicas organizativas? ¿Cuáles son sus repertorios de acción? ¿Cómo influyen las transformaciones contextuales en la estructuración de dichos repertorios? ¿Cuáles son sus principales necesidades y demandas? ¿Qué aspiraciones o proyectos políticos inspiran sus horizontes de cambio? Las organizaciones sociales y su inscripción territorial: ¿Qué tipo de interacciones son las que caracterizan a estas organizaciones sociales en sus espacios de inscripción territorial más próximos?; ¿Cómo se proyectan en la ciudad?; ¿Qué sentidos construyen sobre el barrio como espacio de configuración política? ¿Cómo influyen tales significados en sus prácticas? Las organizaciones socio-territoriales y el Estado. Articulaciones entre lo político y lo social: ¿Qué significaciones producen sobre el sistema estatal y sus actuaciones?; ¿Qué posicionamientos esgrimen en su relación con el Estado?; ¿Qué instancias de articulación reconocen? ¿Cuáles de interpelación? ¿Qué sentidos disputan en cuanto a lo político y a sus manifestaciones?

A partir de estos aspectos generales se ha dispuesto una estrategia argumentativa como la que sigue: en la primera parte se referencia la emergencia de un campo multi-organizacional en la localidad de Río Cuarto que pone de manifiesto la renovación de las expresiones organizativas tradicionales; en el apartado subsiguiente se presentan algunas discusiones teórico-conceptuales en una clave relacional y de síntesis para avanzar en la interpretación de tales colectivos. Luego, se propone un desarrollo analítico multidimensional de las prácticas políticas situadas de una de las experiencias identificadas: la organización político-territorial “Kolina-La Susana Gómez”. Para ello desarrollamos una descripción densa de este espacio organizativo, su barrio de referencia y su proyección en la ciudad, como así también la incidencia del ámbito nacional en sus repertorios de acción. Hacia el final se esbozan las principales conclusiones de esta parte del proceso de indagación.

 

La historicidad de las prácticas políticas territoriales. Intersecciones entre lo nacional y lo local

Existe acuerdo entre autores especializados (Jeldin, 1985; García Delgado, 1994; De Piero, 2005; La Serna, 2015) en señalar que, en los países latinoamericanos, desde la transición democrática, en la década del ochenta del siglo pasado, sobrevinieron transformaciones de magnitud en la ecuación Sociedad-Estado. Tales cambios implicaron, para el primer término, su reconfiguración a través de su fragmentación, y el avance de múltiples experiencias organizativas, de corte autonómico, contencioso o institucionalmente integradas. Estas últimas sobre todo durante la etapa inmediatamente posterior a la restitución del régimen democrático. Mientras que el sistema estatal también reconvirtió sus estrategias de dominación, dirimiéndose, en los últimos años, entre disputas y luchas in-agotadas, con alternancia de principios neoliberales, orientados por la intensificación de la mercantilización del mundo de la vida, y regímenes intervencionistas, cuyos intentos y experiencias de des-mercantilización, han incluido la articulación del Estado con organizaciones sociales y movimientos populares.

Al historizar brevemente sobre este proceso, advertimos que en Argentina con la recuperación democrática se comienza a delinear una nueva matriz de relaciones sociales en un contexto de sostenido deterioro de las condiciones de vida de los sectores estructuralmente relegados y de los nuevos pobres (Minujin 1992; Minujin y Kessler 1995). Es en el marco de estas coordenadas espacio-temporales que las organizaciones barriales asumen un protagonismo creciente dentro de los márgenes del modelo asistencial-participativo (Svampa, 2005). La dimensión territorial se presenta como una plataforma en la que toma cuerpo la desintegración social, junto con la degradación del mundo del trabajo y su capacidad de afiliación societal, (Castel, 1997), vis- à- vis la construcción de cartografías de resistencia (Merklen, 2010; Delamata, 2005; Calvo, 2004; Svampa y Pereira, 2003).

La ciudad de Río Cuarto no fue ajena a este escenario de época[5]. Las políticas sociales locales reivindicaron su dimensión comunitaria, pero con un sesgo asistencialista[6]. En lo que a las organizaciones sociales respecta, fueron las asociaciones vecinales las que tuvieron mayor gravitación pública. Su presencia extendida en el ejido urbano desde mediados del siglo XX (Basconzuelo, 2014), su reconocimiento normativo y su particular articulación con el Estado local[7], revistió a esta forma de co-gestión de un carácter modélico a nivel país. Tal condición fue igualmente reconocida en el plano académico y en la esfera institucional[8].

Mientras tanto la Argentina finisecular puso en evidencia el estallido de la “sociedad excluyente” (Svampa, 2005), y con ello evidenció dramáticamente los signos de agotamiento de la hegemonía neoliberal, la cual se mostró herida, aunque no plenamente superada en su fase posneoliberal (Borón, 2003; Sader, 2008). A partir de 2003, y teniendo como antecedente la “crisis orgánica de 2001” (Ansaldi, 2004) nuestro país comenzó a transitar un proceso de recomposición institucional (La Serna, 2015) que tendrá su impacto a escala local.

Si bien durante este período de crisis, la ciudad de Río Cuarto no experimentó la intensidad del activismo colectivo alcanzado en los grandes centros urbanos, como consecuencia de dicha etapa, y del reacomodamiento posterior del mapa político nacional, se introdujeron en el territorio nuevas identidades y un recambio generacional que colocó a las juventudes en un rol protagónico. Comenzaron a explicitarse renovados clivajes político-ideológicos y se incorporaron nuevas reivindicaciones y repertorios de acción ante las consecuencias de la contra-reforma neoliberal. Surge, en términos de Maristella Svampa (2008) un campo multi-organicional heterogéneo[9] que en nuestra indagación y para el caso de Río Cuarto denominamos “nuevas experiencias asociativas de base comunitaria”.

La fundamentación de nuestro recorte temporal reconoce esta historia reciente y los alcances de un nuevo ciclo político nacional[10] que reubica al Estado central como actor referencial, cuyos lineamientos impactarán en las demás escalas de gobiernos. Es en este contexto de transformaciones que emerge un concepto ampliado de la política social frente al abordaje en extremo reduccionista que plantearon las estrategias de combate a la pobreza en la década de los noventa.

El despliegue territorial de intervenciones sociales y programas socio-productivos, incluyó la creación de Centros Integradores Comunitarios[11] (en adelante CIC) distribuidos por toda la geografía nacional (De Piero, 2015); política que se hizo efectiva en la ciudad de Río Cuarto en el año 2007. Paralelamente, se registró en esta localidad el surgimiento de organizaciones de base identificadas con el proyecto político kirchnerista. Una de ellas –Kolina, La Susana Gómez–desarrollará sus acciones de militancia al interior de aquel dispositivo institucional diseñado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (en adelante MDSN). Su incorporación en nuestro diseño muestral nos permitió analizar sus prácticas en un contexto de disputas territoriales que alcanzaron, incluso, a niveles de gobierno. El recorte avanzó hasta 2015 por considerar que, con el cambio de gestión y de signo político-partidario, tanto nacional como municipal[12], las organizaciones sociales estudiadas debieron posicionarse ante un nuevo escenario que rebasó las coordenadas analíticas aquí presentadas

 

La ecuación sociedad-Estado como problema teórico. Política y espacialidad. Hacia una teoría de síntesis

Nuestro propósito en términos conceptuales ha sido desarrollar una teoría de síntesis en la que la sociedad civil recupere su costado relacional y conflictual, en lo que al Estado, en sentido amplio, respecta. Para ello destacamos al territorio como ámbito de socialización política y a las organizaciones sociales diversificadas como agentes de trasformación y/o consolidación del orden social dominante, a partir del estudio de sus multiformes prácticas político-territoriales.

En este recorrido privilegiamos el carácter articulado y conflictivamente entrelazado de elementos analíticos que suelen presentarse como dimensiones auto-centradas, lo que termina por decantar en la reproducción de la dualidad Sociedad-Estado-Territorio. Categorías que requieren ser abordadas integralmente no sólo desde el punto epistemológico, sino dada la complejidad concreta que tales interacciones alcanzaron en las últimas décadas.

En esa línea, desde finales de los ochenta del siglo XX se comenzó a hacer referencia al “retorno” de la sociedad civil y a conceptualizar el término como una esfera o sector equidistante de las coerciones políticas y económicas, capaz de desplegar un proyecto colectivo auto limitado, autónomo y circunscripto institucionalmente.

“Entendemos a la sociedad civil como una esfera de interacción social entre la economía y el Estado, compuesta ante todo de la esfera íntima (en especial la familia), la esfera de las asociaciones (en especial las asociaciones voluntarias), los movimientos sociales y las formas de comunicación pública. La sociedad civil moderna se crea por formas de auto constitución y auto movilización. Se institucionaliza y generaliza mediante las leyes, y especialmente los derechos objetivos [en tanto que son producto de su intervención en su formación y transformación] que estabilizan la diferenciación social” (Cohen y Arato, 2001, p. 8).

Este punto fue desarrollado críticamente y en extenso en nuestro trabajo de tesis. Para ello recuperamos la noción de meta-narrativa liberal de Somers (1996/1997) y dimos cuenta de los elementos de continuidad que al respecto presentan los abordajes contemporáneos sobre la sociedad civil (Cohen y Andrew Arato, 2001). Como contrapunto explicitamos la perspectiva gramsciana sobre el Estado ampliado que es reactualizada por Bob R. Jessop (2007; 2008; 2014; 2019) y cuyo eje analítico se centra en el carácter dialectico, y, por ende, relacional, de los fenómenos sociales mediados por relaciones de poder e intereses en pugna. En esa línea, Gramsci afirma que en sociedades que ganan complejidad, con un mayor desarrollo, tanto del aparato estatal como de la sociedad civil, la lucha política se materializa mediante un particular movimiento histórico llamado “guerra de posiciones”, es decir, una lucha política acumulativa, en la que la sociedad civil cobra creciente protagonismo:

“Es posible, por ahora, establecer dos grandes “planos” superestructurales, el que se puede llamar de la “sociedad civil”, o sea del conjunto de organismos vulgarmente llamados “privados”, y el de la “sociedad política o Estado” y que corresponden a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y al de “dominio directo” o de mando que se expresa en el Estado y en el gobierno “jurídico”. Estas funciones son precisamente organizadas y conectivas (Gramsci, Cuaderno 12, p. 357); (…)…Un dominio de la sociedad civil que opera sin “sanciones” y sin “obligaciones” taxativas, pero que no por ello deja de ejercer una presión colectiva y obtiene resultados objetivos de elaboración en las costumbres, en los modos de pensar y de actuar, en la moral, etcétera (Gramsci, Cuaderno 13, p. 22); El Estado moderno sustituye al bloque mecánico de los grupos sociales por su subordinación a la hegemonía activa del grupo dirigente y dominante, por consiguiente, deroga algunas autonomías, que sin embargo renacen en otra forma, como partidos, sindicatos, asociaciones de cultura” (Gramsci, Cuaderno 3, 1999, pp. 10-12).

Ante aquellas perspectivas que reducen la noción de Estado a uno de sus componentes, es decir, al gobierno, o ponen el acento en su carácter coercitivo en tanto instrumento de dominación de una clase sobre otra, el autor italiano asegura que el ejercicio del poder y sus efectos, trascienden la esfera estrictamente gubernamental e incluye a los gobernados como sujetos activos en el ejercicio de lo público. Advertimos, así, que la reconstrucción teórica que propone Gramsci sobre el Estado cuestiona que éste sea simplemente una estructura burocrática reificada. El Estado ampliado o integral es, entonces, la suma de sociedad política y sociedad civil conforme una particular correlación de fuerzas que expresa un determinado proyecto de hegemonía.

La sociedad civil, entonces, se presenta como un momento del sistema hegemónico, sin que ello suponga tematizarla como un fenómeno totalmente integrado. En tal sentido, la misma no responde a principios ordenadores que puedan establecerse ex ante. No es, pues, por definición la sede de acciones comunicativas trasparentes, o de intercambios desinteresados. Se presenta, por el contrario, como “el escenario legítimo de confrontación de aspiraciones, deseos, objetivos, imágenes, creencias, identidades, proyectos, que expresan la diversidad constituyente de lo social” (Acanda Gonzáles, 2002, p. 257). Jessop (2008) agrega que la sociedad civil tampoco escapa al dominio ecológico del capitalismo, el cual es capaz de penetrar con sus cálculos monetarizados de beneficios y perdidas a expensas de otros modos de cálculos y de otra subjetividad. Es así como la sociedad civil “puede ser una fuente importante de resistencia a la hegemonía burguesa, al igual que un lugar de luchas para establecerla” (p. 37).

De allí que nuestra referencia a esta categoría implique considerarla como un campo de disputas, un espacio de contradicciones y aspiraciones diversos que responden a correlaciones de fuerzas y trayectorias históricas particulares. Siguiendo a Oliver (2016) la distinción entre sociedad civil y sociedad política no tiene un carácter ontológico, como pretende demostrar el liberalismo político, sino una vinculación orgánica que puede ser metodológicamente puesta en suspenso (unidad/distinción de la sociedad política y la sociedad civil). De manera tal, que la hegemonía civil y la hegemonía estatal se construyen y reconstruyen, a partir de una dinámica dialéctica condicionada por coordenadas espacio-temporales específicas.

Es justamente en la actualización del pensamiento gramsciano que encontramos a Jessop y a su Enfoque Estratégico Relacional (en adelante EER). Según el autor tal posicionamiento onto-epistémico remite a las categorías básicas del orden social:

“Éstas incluyen la estructura y la coyuntura, las limitaciones estructurales y las oportunidades coyunturales, la naturaleza compleja y sobre-determinada de las relaciones de poder, el papel vital de los mecanismos y discursos específicos de atribución en la identificación de los agentes responsables de la producción de efectos específicos dentro de una coyuntura particular, la importancia de las capacidades específicas y los modos de cálculo en el enmarcado de las identidades individuales y colectivas, la naturaleza relacional y relativa de los intereses, y la relación dialéctica entre los intereses subjetivos y objetivos”  (Jessop, 2014, pp. 26-27).

En su perspectiva, además, las estructuras se configuran a partir de un determinado horizonte espacio-temporal, en el que participan activamente los sujetos y sus prácticas: “el potencial del poder no sólo depende de las relaciones entre las diferentes posiciones en la formación social, sino también de la organización, los modos de cálculo y los recursos de las fuerzas sociales” (Jessop, 2014, p. 29). Jessop reafirma el carácter explicativo de las relaciones espaciales y cómo éstas se entrelazan con territorios, lugares y escalas que tienen efectos concretos en términos objetuales y de sentido. De hecho, “[el espacio] como un producto de prácticas sociales que se apropia de los fenómenos físicos y sociales, los transforma y les confiere significado social puede funcionar como lugar, objeto y medio de gobernanza. (Jessop, 2019, p.182).

Conforme nuestro contexto conceptual, introducir la dimensión socio-espacial al análisis de prácticas asociativas implica explicitar la territorialidad de sociedad civil organizada, puesto que los estudios sobre movimientos sociales y acción colectiva han tendido a desestimar tal aspecto, colocando al territorio como escenario, receptáculo, o bien, apelando a él en términos metafóricos. Mientras que aquí reivindicamos de la mano de la geografía humana y de la geografía crítica las implicancias de doble vía que existe entre sociedad y espacialidad. En esa línea recuperamos las nociones de territorio y lugar[13] que terminan por confluir como una categoría híbrida (Lopes de Souza, 2013)[14]. Definimos a los territorios como el conjunto de relaciones de poder espacializadas en las que se enfrentan de manera compleja y contradictoria procesos de dominación (modos de control material) y de apropiación (mecanismos de realización simbólico-culturales) (Haesbaert, 2013), generando formas territoriales específicas e incluso contra-espacios (Lefebvre, 2013).

En este punto estamos en condiciones de asegurar que el estudio de experiencias organizativas en las que la ecuación sociedad-Estado deviene una arena política, tanto articulatoria como contenciosa, conforme coordenadas espacio-temporales específicas, hace de la sociedad civil una categoría teórica que solo puede desentrañarse empíricamente.

En esa clave las crisis de las sociedades bienestaristas del capitalismo periférico pusieron en jaque el perfil dominante del sistema estatal con la aparición de nuevos, diversos y en algunos casos revisitados sujetos de la lucha política, con o sin Estado, con o sin contenido estatal. Identidades sociales que se diversifican sin dejar de responder a la dinámica general que caracteriza a las sociedades estratificadas. Arditi (1995) asegura que con ello surge una nueva fase de reflexión para el pensamiento político. Se comienza a distinguir la política entendida como aquellos arreglos institucionales que caracterizan a las democracias liberales, de lo político, en tanto acciones cotidianas, actitudes y sensibilidades en relación a lo público, mediadas por relaciones de poder. Tal como indica Merklen (2010) la noción de politicidad cuestiona la supuesta relación de exterioridad de los sujetos con el universo político. Por el contrario, éste último es parte constitutiva de los vínculos sociales y de los procesos de socialización. No obstante, la política y lo político lejos de configurar pares necesariamente antagónicos se inscriben en un terreno de disputas y tensiones que hacen de sus contornos borrosos y cambiantes, de su “textura abierta” (Arditi, 1995), el lugar en el que habitan las prácticas políticas concretas. Tal interacción tendrá su impacto en la configuración de territorios para la acción que excederán los propiamente gubernamentales.

 

Algunas precisiones metodológicas

Nuestra investigación de corte cualitativo recuperó el estudio de casos múltiples como estrategia de investigación (Neiman y Quaranta, 2006). Para ello se diseñó una muestra intencional integrada por cinco organizaciones socio-territoriales: dos asociaciones vecinales, dos organizaciones comunitarias y una organización político-territorial. Tales configuraciones asociativas dan cuenta de diferentes dinámicas organizativas, repertorios de acción y vinculaciones socio-políticas para reconocer el espesor instituyente y/o las prácticas reproductoras del orden vigente en la ciudad. Para llevar adelante este proceso nuestras/as principales interlocutoras/es fueron las/os referentes sociales de las organizaciones territoriales estudiadas y, en segundo término, los contactos establecidos con personas funcionarias y asesoras municipales, considerando áreas de gestión con intervención territorial. Las técnicas a las que se recurrió para la producción de datos incluyeron entrevistas semi-estructuradas, observaciones abiertas y no sistemáticas de la cotidianeidad de las organizaciones sociales, de sus actividades diarias y de algunos eventos especiales, así como una guía de observación de los barrios habitados por estos colectivos.

Para la diagramación e interpretación del material empírico recabado en torno a nuestras unidades de análisis, apelamos a la metodología de los tipos construidos y con fines clasificatorios (Velazco Ortiz, 2013). En nuestro caso, la construcción tipológica sirvió como un instrumento auxiliar para la organización de información surgida del análisis temático de datos cualitativos. “Proceso en el que se identifican y describen temas, se establecen vínculos entre ellos, se diseñan dispositivos visuales y se integran en un modelo interpretativo que requiere hacia el final, la construcción de un relato analítico” (Dabegnino, 2017, p. 22). Para ello las dimensiones o atributos que tomamos con fines teóricos fueron: el contexto, en términos nacionales y locales en el que cada organización hizo su aparición en el espacio público; sus dinámicas organizativas y sus estrategias de acción; sus demandas, tensiones y tramas de relaciones respecto al Estado municipal (y eventualmente a los otros niveles de gobierno). Por último, recuperamos las características de sus procesos de inscripción social a través de la ciudad.

Fue así como en ese “constante ir y venir entre teoría y experiencia” (Samaja, 2005), pudimos establecer elementos confluentes y divergentes y aspectos singulares entre nuestros casos de estudio, lo cual permitió la reorganización de su heterogeneidad a partir de una revisión permanente y recursiva hasta alcanzar la clasificación de organizaciones socio-territoriales propuesta. Para ello se tomaron en consideración otras experiencias investigativas reelaboradas, conforme nuestros referentes empíricos, sin pretender erradicar o suspender analíticamente las continuidades, cruces y límites difusos entre casos.

Distinguimos, por un lado, organizaciones tradicionales, donde incluimos dos asociaciones vecinales. Las mismas se caracterizan por su mayor densidad histórica y su asimilación no contenciosa de lo político, en tanto experiencia, y de la política, en cuanto institución. Mientras que en el segundo grupo denominado “nuevas expresiones organizativas” se tuvieron en cuenta dos organizaciones socio-comunitarias y una organización político-territorial. Esta última es la elegida para analizar en el presente artículo. En términos generales, las organizaciones de base comunitaria son colectivos que sostienen reivindicaciones diversas en dialogo con los territorios y sus necesidades más urgentes. Revisten variados niveles organizativos y de composición de clase y tienden a explicitar sus posicionamientos ideológicos y su adhesión a luchas políticas más amplias.

Puntualmente, las organizaciones político-territoriales mantienen su carácter comunitario, y por lo tanto recogen las necesidades y demandas de los sectores sociales con los que interactúan. Del mismo modo, su anclaje territorial juega un rol fundamental en la estructuración de sus prácticas y discursos. Sin embargo, éstas explicitan sus posicionamientos político-ideológicos que tienen correlato en el sistema de partidos. De allí que la formación política y ciudadana de sus militantes constituya uno de sus principales objetivos. A la par de su identificación con proyectos que se dirimen en contiendas electorales, conciben al Estado como relación social fundamental para la consecución de sus aspiraciones. En la ciudad de Río Cuarto, la mayor parte de estas organizaciones territoriales se reconocieron afines a la experiencia política kirchneristas y a su recreación del ideario nacional y popular.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Cuadro 1: Esquema de clasificación de las de organizaciones territoriales analizadas, de acuerdo a la metodología de los tipos construidos

 

El Estado como causa militante. El caso de la organización político-territorial “Kolina-La Susana Gómez”

Caracterización general

La organización político territorial Kolina –“La Susana Gómez” (K-LSG) se constituyó como tal en 2012, encabezada por un grupo de jóvenes, aunque con anterioridad sus militantes habían sido parte de otros espacios hasta finalmente confluir en una estructura propia.

La denominación “Susana Gómez” [15] responde al nombre de una alfabetizadora popular local y militante política quien fue secuestrada el 1 de julio de 1976 en la ciudad de Córdoba y trasladada al centro de detención del Tercer Cuerpo del Ejército “La Perla” donde es torturada y posteriormente asesinada. Adoptar su nombre significó para el colectivo poner de relieve las luchas de las mujeres tantas veces silenciadas y rescatar una historia de vida militante poco conocida en la ciudad:

“Nos constituimos…en la Organización Susana Gómez porque nos sentíamos que…bueno…había un montón, un sinfín de nombres en ése momento, todo estaba… a nivel nacional surgían un montón de organizaciones que retomaban a otros…a otros pensadores o a otros militantes y nosotros nos sentimos identificados con ella básicamente por su trabajo territorial, por ser local y sobre todo porque era, era, una mujer que por lo general se toma siempre como referente a los hombres…” (Referente de la OK-LS, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

Por otra parte, este colectivo territorial responde a Kolina- Corriente de Liberación Nacional; una organización política encabezada por Alicia Kirchner; ministra de Desarrollo Social de la Nación durante los gobiernos encabezados por el Frente para la Victoria[16] (2003-2015) y hermana del ex presidente. Cabe aclarar que estos emergentes organizativos son parte de la “ofensiva nacional popular” (Longo, 2017; Svampa 2011) de la segunda etapa de dicho proyecto gubernamental, cuando se apela con mayor insistencia a la memoria histórica setentista y las juventudes se vuelven causa militante (Vásquez, 2015). De hecho, la identificación de la organización con el gobierno nacional se inscribe en un conjunto de gestas populares a partir de una historiografía revisionista y latinoamericanista; un universo de sentidos que termina por condensarse en la figura de “Néstor y Cristina” (Chaboux y Rolfi, 2015).

“No… mirá…yo creo que…cíclicamente hubo proyectos lo que fueron nacionales y populares…eh… a lo largo del tiempo en Latinoamérica y nosotros sí, nos sentimos muy identificados… nosotros nos sentimos identificados con este gobierno…eh…así como nos sentimos identificados con construcciones como las de Eva Perón, con…con… que forman parte del Peronismo, nos sentimos identificados con Bolívar, con San Martín, con todos esos proyectos que han sido de corte popular, nacional, digamos…” (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

Su objetivo es promover la formación política de los sectores populares, lograr que éstos se apropien de las conquistas sociales alcanzadas a partir de la transformación del Estado (y su reconstrucción luego de la larga noche neoliberal), defendiendo y difundiendo la perspectiva de derechos y la integralidad contenidas en las políticas sociales del período bajo estudio: …Nosotros hacemos formación política, obviamente, totalmente ideologizada, la gente a eso lo sabe y las discusiones son muy interesantes…muy interesantes… (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

Si bien en tanto agrupación política, La Susana Gómez tiene presencia en diferentes sectores de la ciudad, el espacio en el que logró mayor inserción territorial es en el Centro Integrador Comunitario (en adelante CIC) ubicado en el Barrio Previsión dentro del sector Alberdi[17]. Allí sus integrantes forman parte de su Mesa de Gestión Local (MGL)[18], y en paralelo a su participación en esta instancia multiactoral, han incorporado vecinas del lugar a sus filas militantes. Aspecto que les distingue de otras agrupaciones que también responden al proyecto kirchneristas en la ciudad.

 

Repertorios de acción combinados. Entre el barrio, las urnas y el Estado

Como indicamos más arriba, esta organización participa activamente de la Mesa de Gestión Local del CIC, a la que considera un dispositivo “asambleario pero ejecutivo”. Con ello da a entender su capacidad resolutiva, pese a la dinámica horizontal que la caracteriza. Tal espacio está conformado por un colectivo amplio que incluye a organizaciones sociales del sector, vecinas/os, responsables de programas sociales nacionales, provinciales y municipales, instituciones educativas y religiosas estructuradas en torno a diferentes áreas temáticas. Tales líneas se encuentran comprometidas con problemáticas transversales del barrio, como es el caso de la violencia policial contra jóvenes del sector, la falta de trabajo estable, la inseguridad ciudadana y los consumos problemáticos, así como la violencia de género y el rol de las mujeres en la vida pública.

En lo que respecta a la organización político-territorial, la permanencia de “La Susana Gómez” en el territorio ha tenido como objetivo, por un lado, el trabajo comunitario. Para ello la Mesa de Gestión se ha constituido en una herramienta de involucramiento y arraigo, así como motor de las iniciativas:

“…Ven que nosotros vendemos choripanes en la universidad para pagar el colectivo para llevar a los chicos al circo y que no es una construcción si se quiere… o sea llevar a los chicos al circo no es una construcción de cuestión de base, sino que es un granito de arena, igual que el apoyo escolar que es un grano de arena para…nosotros después involucrarnos más con la familia, tener un puntapié inicial y sobre todo que los chicos cuando salen del barrio es un viaje porque ellos están allá y vienen acá [al centro de la ciudad], al circo, y es una cara de felicidad, una “chochura”…” [Sonríe como recordando algo] (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

Por el otro, su propósito fue acercar las políticas del MDSN a los barrios del sector. Al principio como vectores de información y fuente de contactos, pero a medida que parte de sus militantes se fueron constituyendo en agentes de dicha cartera ministerial comenzaron a atender demandas en una oficina que pertenecía al Centro de Referencia[19], ubicada en el edificio del CIC. Esto habilitó la llegada de recursos y una mayor inserción territorial de los programas, en especial de aquellos vinculados con la Economía Social, el sistema de microcréditos[20] y políticas encabezadas por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia.

De este modo, la construcción del capital político de la organización supuso un proceso que requirió de tiempo y de presencia, y en el que se fueron delineando múltiples identificaciones (como integrantes de la MGL, como militantes, como agentes territoriales) que terminaron por configurar una red de relaciones afectivas y de identificación, lo que despertó la adhesión de un grupo de vecinas del barrio, quienes decidieron incorporarse al trabajo político de la agrupación, en el marco del programa “Promotores Territoriales para el Cambio Social”. Según la definición del MDSN tal programa favoreció la territorialización del organismo mediante el relevamiento del territorio y el reconocimiento de actores locales, constituyendo una imbricación de la sociedad en el Estado, puesto que sus gestores, sin ser personal estatal, realizaban prácticas que al mismo tiempo potenciaban la organización popular y materializaban políticas públicas:

“…uno puede ver el crecimiento, sobre todo eh…en la organización de la Mesa de Gestión, en la organización de los referentes que se van formando, que se tornan en líderes comunitarios…eh…que son diferentes de los punteros políticos, que es una relación totalmente diferente entre los que son políticos y los punteros y los que dependen del punteros o a los que mueve el puntero…éstos son verdaderos líderes reconocidos por sus vecinos y uno lo ve porque es diferente la referencia que se hace de ellos o por lo menos que se percibe…y han crecido en organización…” (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

La participación territorial y comunitaria no inhibió, sin embargo, la articulación de esta organización territorial con otras agrupaciones con fines electorales, tanto en el ámbito de la política estatal como universitaria. Sin embargo, las personas entrevistadas diferenciaron en sus relatos los vínculos que tenían objetivos programáticos de aquellos otros basados en relaciones de afecto y de reconocimiento que primaban en sus tareas cotidianas y encontraron en el barrio su razón de ser:

“Pero nosotros también a nivel político articulamos con otras organizaciones, por ejemplo, a nivel universitario nosotros articulamos con un Frente con los chicos…con la gente de Nuevo Encuentro, por ejemplo, y en estas elecciones también había otro Frente que estaba la gente de La Cámpora con Unidos y Organizados y La San Martín[21]…creo que también estaba con ellos…eh…pero son articulaciones que se generan a nivel…de diferentes instancias electorales…” (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

Este singular entramado, como veremos en los siguientes apartados, impactó políticamente, y significó para las personas responsables del área social de un gobierno municipal de signo opositor al proyecto nacional (UCR), un factor de intromisión “de Nación” en su jurisdicción por considerar que dicha estructura avanzaba territorialmente a partir de un aparato político que actuaba en paralelo a la arquitectura institucional del Estado municipal:

“…Es como que también se veían como lugares de referencia de Gobierno Nacional [Hace referencia al CIC de la ciudad de Río Cuarto). Entonces vos decías “Sí, Gobierno Nacional” o “Sí, Gobierno perteneciente al Frente por la Victoria” …Entonces vos capaz que ni te enterabas y te hacían un acto... o bajaba el Intendente de Las Acequias y te bajaban programas, cero articulaciones, cero... es como para ellos por más que lo administrara el municipio…el municipio pagaba, les pagaba la luz, les pagaba el gas, todo lo que había era municipal, el dispensario municipal todo, todo... es como que en vez de decir “Che (ni siquiera datos formales) vamos a ir a bajar el Programa Joven por no sé qué...”. No, vos te enterabas... yo por ahí entraba a las 16 hs., y te decían está…largó el Programa Jóvenes no sé qué en el CIC, y vos decís... ¿para eso?… [me hicieron venir]…es como que era de ellos…” (Subsecretario de Promoción Social de la Municipalidad de Río Cuarto, entrevista realizada por la autora en junio de 2016).

Conflicto que comenzó a hacerse evidente con el paso del tiempo, y que se tornó más virulento cuando esta organización socio-política logró mayor incidencia en el sector con muestras concretas de adhesión por parte de las/os vecinas/os.

 

Territorialidad(es) política(s) en disputa. El Estado enraizado y sus múltiples apropiaciones

La incidencia territorial de la organización “Susana Gómez” y sus múltiples inscripciones en el barrio, ponen de relieve la cuestión estatal como un fenómeno complejo y enraizado socialmente. En tal sentido, y siguiendo el Enfoque Estratégico Relacional, es posible dimensionar los efectos de dicho entramado, y así poder reflexionar sobre la estatalidad como un proceso, en lugar de una estructura inalterable.

La vocación territorial del MDSN en el periodo estudiado tuvo un fuerte impacto a escala local, sumado a la dinámica de la Mesa de Gestión y su crecimiento en términos participativos. Las discusiones acerca de quiénes podían formar parte de ésta y el alcance y capitalización de su trabajo implicaron tensiones entre grupos pertenecientes a distintos niveles de gobierno y una trama actoral que se fue diversificado. Lo que puso en evidencia la porosidad de las fronteras que pretenden erigirse entre sociedad civil y sociedad política, pero también los múltiples proyectos que encarnan los diferentes estamentos del Estado y las correlaciones de fuerza que los ponen en movimiento.

Desde la perspectiva del gobierno municipal, el Centro Integrador Comunitario devino un ámbito de competencia local que, a pesar de encontrarse bajo la órbita de dicho nivel, pretendió funcionar al margen de éste hasta convertirse en un apéndice del Estado nacional bajo la impronta de un núcleo de militantes kirchneristas:

“Cuando yo llegué al CIC había una Mesa de Gestión muy identificada, muy pero muy identificada con el gobierno que se fue [Hace referencia a las gestiones kircneristas]. De hecho, Kolina que es una agrupación del kirchnerismo que está en toda la ciudad era en realidad la que coordinaba la Mesa de Gestión. En realidad, todos los fondos salían del Municipio y se utilizaban porque se utilizaban los recursos del Estado municipal para hacer política, así que bueno, cuando me tocó llegar se rompieron no solamente esas relaciones con el Estado nacional, sino también con muchas organizaciones que nosotros por ahí vimos una discriminación grande para con el espacio, no era solamente con el coordinador en sí, sino para todo lo demás…” (Coordinador político del CIC, entrevista realizada por la autora en abril de 2016).

Por otra parte, y según la interpretación de las personas referentes de la organización territorial analizada, el CIC, pero particularmente su Mesa de Gestión, configuraba una herramienta organizativa que era necesario disputar para consolidar el “proyecto nacional y popular” en los espacios donde las vecinas/os despliegan su cotidianeidad. Aunque para la organización el trabajo en la MGL era de índole social, su concepción sobre tal tarea siempre mantuvo un carácter político alineado con el enfoque propuesto por el MDSN en lo que respecta a este tipo de políticas públicas:

“La Mesa de Gestión también es una forma de construcción de poder en el territorio que yo creo que es la lógica que quiere o que ha ideado el Ministerio de Desarrollo, bueno, Alicia [Kirchner ] da cátedra de muchas cosas que las tiene muy claras de hace mucho tiempo y el proyecto de los CIC sobre todo, o sea, si bien es bilateral, con los Municipios, que es un acuerdo, creo que lo fundamental es la Mesa de Gestión, porque ahí se cocina todo o se pretende que se cocine todo, se pretende que el barrio se organice, sobre todo que se organice y que pueda actuar políticamente, socialmente, que sea un actor relevante… esa es la cuestión y que el pueblo se empodere…” (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

En cuanto a las técnicas del municipio que se desempeñaron como coordinadoras del CIC hasta 2014, la discusión sobre este dispositivo y su identificación con el mismo, puso de relieve la diferencia que entendían debía existir entre ser trabajadoras del Estado o depender políticamente de una gestión de gobierno. Su posicionamiento al respecto, implicó en el período bajo estudio, tensiones con la Secretaria de Promoción Social local que terminaron con la relocalización de este equipo de trabajo:

“La Mesa de Gestión no es del municipio es una Mesa de Gestión barrial donde se sienta el cura que no tiene un pito que ver, donde se sientan los vecinos individual o de una organización, o sea, donde se sienta un grupo político, o sea, no podemos en una actividad que hacemos de festejo del “Día del Niño”, donde participan tres personas pagas por el Municipio y veinte que no lo son poner el logo del Municipio y esa siempre fue la disputa, ellos quieren apropiarse de eso que en algún momento puede surgir, pero a veces no (…) nosotros trabajadores del Estado no somos militantes políticos de ellos… quieren usar al trabajador estatal que tiene compromiso como un militante y no lo somos (…)” (Integrante del ex equipo de coordinación del CIC y docente del Espacio Educativo Susana Gómez. CENPA-CESMA-Anexo Previsión, entrevista realizada por la autora en abril de 2016).

De este modo es posible advertir que el Estado en sentido amplio no es sólo objeto de disputas, sino que configura un terreno en el que se libran luchas internas entre quienes lo habitan. Jessop (2019) introduce la noción de “proyecto de Estado” que aporta elementos en coincidencia con el ejercicio hermenéutico propuesto:

“(…) la rivalidad entre proyectos de Estado lleva a enfrentamientos para imponer “unidades de aparato” contradictorias en los órganos reales o potenciales del mismo (…). Que se pueda hablar con certeza del Estado, cómo y hasta qué punto puede hacerse depende del resultado contingente y provisional de los conflictos para llevar a cabo "proyectos de Estado” más o menos específicos. Fuera lo que fuese que pudieran decretar o declarar las constituciones acerca de la unidad y la soberanía del Estado moderno como sujeto jurídico. hay a menudo varios estados rivales que compiten por una hegemonía temporal y local dentro de un determinado territorio nacional” (p. 137)

Ante este escenario se fue construyendo una dinámica intrincada en la que diferentes concepciones sobre el CIC y sus pautas de funcionamiento, se fueron traslapando y con ellas la estatalidad mostró formas diversas y contenidos disimiles. Es que este nuevo entramado actoral generó una considerable desarticulación del capital político-territorial del gobierno municipal, seguido de una lucha intermitente por la apropiación de la red comunitaria que se fue construyendo alrededor de su Mesa de Gestión. En esa tensión por momentos latentes y en circunstancias electorales de abierto conflicto, la agrupación Kolina terminó disputando los mecanismos de mediación local de las políticas del MDSN, y con ello puso en entredicho los circuitos de intercambio más arraigados en las fuerzas políticas tradicionales.

 

“El homo militantis”[22]: “Yo al Ministerio también lo milito”. Habitar el Estado para transformarlo

En la concepción de las personas integrantes de la organización Susana Gómez el barrio se va modelando según las estrategias de territorialización política que lo atraviesan. Tal tejido de actores incluye “punteros”, agentes del Estado, funcionarias y funcionarios municipales, líderes territoriales y vecinos/as. Sumado a ello y en relación a las múltiples identificaciones de las personas que integran esta organización política, surge la pregunta por el rol de la militancia en la estructura orgánica del MDSN y la tramitación de esta doble adscripción en términos personales y organizativos:

“…Yo al Ministerio lo milito (…) De hecho los otros días entregamos Talleres Familiares, eso fue para nosotros… nosotros lo tramitamos , digo yo como técnica, porque ahora estoy como técnica pero en el momento que lo tramitamos, pedimos un operativo de Talleres Familiares, que el Ministerio vaya al barrio , digamos, yo era solo militante y ahora verlo y entregarlo como técnica del Ministerio, acompañar a los camiones que estuvo totalmente disimulado porque no se hace acto porque es una política del Ministerio de Desarrollo Social no hacer acto, no… sino que bajar la mercadería entregarla al titular del derecho y ya está, o sea, y eso fue totalmente gratificante para mí (…).” (Referente de la OK-LSG, entrevista realizada por la autora en septiembre de 2014).

La figura de las/los agentes estatales, en este caso, y en el marco del MDSN, parece no contraponerse con la de la militancia territorial. Por el contrario, se presentan como complementarias; posicionamiento que remite a lo expresado por quien fuera responsable de dicha cartera ministerial, pero también líder de la organización político territorial bajo análisis:

“Queremos funcionarios comprometidos, que pongan el corazón y la mística. La mística es fundamental, porque si no ponemos desde nuestro corazón esa mística, nada se puede hacer. Queremos funcionarios comprometidos y sabemos que con ello estamos comprometiendo a sus familias, pues van a tener que acompañarlos y apoyarlos en su diaria tarea” (Alicia Kirchner, Políticas del Bicentenario, Tomo I, 2010, p. 83).

Estas definiciones se presentan como una descripción de las condiciones que debe reunir el personal estatal. Las mismas desafían los principios estructurantes de la burocracia weberiana para dar cuenta del valor, en términos de gestión pública, que asume el compromiso revestido de “corazón” y de “mística”. Lo que Cao (et al.), recuperando a Mintzber, (1992) denomina organización misional, mientras Perelmiter (2016) llama burocracia plebeya, despojando al término de su sentido de subordinación y resignificándolo como contrapunto de la dinámica y el “modo de ser” tradicional del aparato político-administrativo.

El Estado en la figura de esta nueva generación de trabajadoras/es estatales comprometidas/os en términos ideológicos con la administración pública nacional, se de-solemniza, transmuta cercano, y tal “mística de la presencia” (Perelmiter, 2016) acerca al Ministerio y lo reconcilia con el pulso de lo cotidiano. De este modo, las personas referentes de la organización se conciben como puentes para activar una “ciudadanía popular” capaz de poner a lo político-estatal en movimiento.

 

Conclusiones

Llegado a este punto del análisis, el ejercicio interpretativo de la organización político-territorial estudiada, nos permite realizar una serie de conclusiones parciales en sintonía con las tipologías construidas. Hemos intentado dar cuenta del modo en que las nuevas expresiones organizativas remiten a un cuadro de creciente complejidad en el que los colectivos sociales despliegan un abanico de prácticas políticas multiformes, diversas e innovadoras. Tales acciones y discursos encuentran en el territorio su eje articulador, puesto que el barrio se vuelve un locus estratégico que pone en tensión cualquier apelación homeostática en lo que respecta a la comunidad y a su estructura vincular. De hecho, su dinámica muestra abiertamente la heterogeneidad de sus tramas sociales, sus intereses y la densidad significacional que le es constitutiva y que hace del espacio barrial un lugar en el que se condensan identidades y alteridades en constante recreación.

En el caso de la organización “Kolina-La Susana Gómez”, su trabajo en el barrio y su participación activa en la vida comunitaria terminan por confluir en las estructuras del Estado nacional territorializado. El carácter hibrido de sus repertorios de acción e inscripciones identitarias, desdibujan las fronteras entre lo social y lo político, entre el movimiento y el partido. Mientras el Estado central, identificado con los intereses populares, se convierte en su ámbito articulatorio. Es por ello que este tipo de organizaciones proponen habitar parte de la institucionalidad política, reemplazando la protesta por la propuesta y el andamiaje burocrático que tiende a cristalizarse, por el compromiso militante que lo dinamiza y le imprime un sentido de proximidad. Asumiendo como propio el horizonte político gubernamental nacional, la narrativa de esta organización remite a una matriz discursiva reconstructiva, reparativa del drama neoliberal y en tensión con la estatalidad local. En esta trama singular, las acciones puestas en marcha por este colectivo, se referencian tanto en el plano comunitario-barrial como político-estatal-en movimiento. Su objetivo es convertir a sujetos asistidos en sujetos políticos, insistiendo en su capacidad organizativa, en el marco de un Estado reconvertido, devenido reaseguro de sus demandas y proyecciones.

 

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[1] Fecha de recepción: 16/09/2021. Fecha de aceptación: 10/10/2021.

Identificador persistente ARK: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s25250841/cx3qwln03

[2] Universidad Nacional de San Luis, Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales

San Luis, Argentina

https://orcid.org/0000-0003-2297-7034
mbrolfi@gmail.com

[3] Rolfi, M.B. (2021). La Ecuación Sociedad-Estado en perspectiva socio-espacial. Prácticas políticas territoriales de organizaciones sociales en sus vinculaciones con el Estado municipal (Río Cuarto, 2007-2015) [Tesis doctoral no publicada]. IIFAP-Universidad Nacional de Córdoba.

[4] La ciudad de Río Cuarto es un centro urbano de escala intermedia emplazado en el suroeste de la Pampa Húmeda, en el Departamento homónimo. Se encuentra a 220 Km de Córdoba capital y a 600 Km de la Capital Federal. De acuerdo al Censo Nacional de 2010 contaba con 158.298 habitantes. Se la considera una “agrociudad” (Carini, 2016; Carbonari y Hernandez, 2012), puesto que sus principales actividades económicas se relacionan con la producción agrícola ganadera, comercial y de servicios. Aunque desde principio del siglo XXI su perfil se ajusta más a una ciudad de agro-negocios (Zamanillo, 2009) debido al crecimiento de la actividad inmobiliaria y a la expansión de los servicios financieros. Dinámica que ha agudizado y complejizado las desigualdades socio-territoriales de este aglomerado urbano.

[5] Esta afirmación no desconoce los matices y especificidades subnacionales del proceso de reforma estructural que en el caso de la provincia de Córdoba han sido estudiados en profundidad por el equipo de investigación dirigido por la historiadora Mónica Gordillo (2003).

[6] Para un análisis más pormenorizado de las políticas sociales municipales del período, véase: Boiero y Estrada (1998). “Los Programas Asistenciales del Municipio de Río Cuarto”. En Las Políticas Sociales a Nivel Local. Río Cuarto, Córdoba: Editorial de la Universidad Nacional de Río Cuarto.

[7] Desde mediados de la década del ochenta, las asociaciones vecinales de la ciudad de Río Cuarto comenzaron a cogestionar servicios municipales. Primero, de un modo acotado, realizando el riesgo de calles de tierra y el desmalezado en barrios periféricos. Luego, en la década del noventa, sumaron nuevas competencias reguladas jurídicamente y todavía vigentes: gestión de jardines maternales municipales, comedores comunitarios, salas de atención primaria de la salud, entre otras.

[8] En lo que respecta a su referencialidad académica, consignamos el trabajo de investigación coordinado por Daniel Filmus y publicado en 1997, en el que se destaca como experiencia relevante de “gestión asociada” la que se había consolidado entre “el Municipio de Río Cuarto y las asociaciones vecinales” (Filmus, Arroyo y Estebanez, 1997, p. 85). Institucionalmente, destacamos la declaración de la ciudad de Río Cuarto como capital nacional del Vecinalismo por la Cámara de Diputados de la Nación. Orden del Dia Nº 946/2012. Cabe aclarar que dicha declaración fue otorgada previamente por una asamblea de delegados de la Confederación Vecinalista y Fomentista de la República Argentina (COVERA) en el año 1996 y ratificada por Ordenanza Municipal Nº 226/1996.

[9] Este renovado contexto fue retratado por la prensa local que comenzó a dar cuenta de la densificación de la trama organizativa en la ciudad de Río Cuarto, rescatando experiencias socio-políticas que desbordaban las formas conocidas y tradicionales de participación en la localidad. Uno de los informes que resultaron esclarecedores para esta indagación lleva por título “La militancia social de Río Cuarto. De lo que se trata es de transformarlo todo”. (El Megáfono, 20/12/2013, pp. 8-11).

[10] Tal ciclo político remite a las gestiones encabezadas por el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015). Autores como Féliz y López (2010) plantean que a lo largo de esta etapa se puso en marcha un modelo posneoliberal-neodesarrollista -que con rupturas y continuidades- estructuró la dinámica del capitalismo periférico a escala nacional.

[11] Desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se promovió en los primeros meses del año 2005 la implementación de un modelo de gestión pública que implicó la integración y coordinación de las políticas de atención primaria de la salud y desarrollo social en un ámbito físico común de escala municipal, materializado en la construcción, equipamiento y operación de 500 edificios (cuyo número final ascendió a más de 700) identificados como Centros Integradores Comunitarios (CIC´S). 

[12] En ese año asume la presidencia de la Nación, Mauricio Macri, ex jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, lo hace de la mano de la coalición política Cambiemos. Una alianza electoral de centro-derecha, integrada por una parte mayoritaria de la UCR y la Coalición Cívica. Por su parte en la ciudad de Río Cuarto, en junio de 2016, el Partido Justicialista de la mano de Juan Manuel Llamosas, candidato de Unión por Córdoba, gana las elecciones municipales, interrumpiendo una sucesión de gobiernos locales encabezados por la Unión Cívica Radical desde 2004, cuando Antonio B. Rins inicia su tercera gestión al frente del Palacio Mojica. 

[13] La noción de lugar puede ser definida siguiendo a Jessop (2007) como “un emplazamiento más o menos limitado de relaciones cara a cara u otras interacciones directas entre fuerzas sociales. Está ligado, generalmente a la vida cotidiana, tiene profundidad temporal y se relaciona con la memoria colectiva y la identidad social” (p. 32).

[14] Lopes de Souza segura: “…los lugares son menos o más claramente, menos o más fuertemente, casi siempre territorios. Y esto es así porque las identidades socio-espaciales se asocian, siempre, con relaciones de poder espacializadas, en las que se nota la finalidad de defender las identidades y un modo de vida (o también, y no es raro usando eso mismo como pretexto, el propósito de defender los privilegios de un grupo o el acceso privilegiado a ciertos recursos) (2013, p.121) (La traducción es nuestra).

[15] El nombre real de la organización, del barrio y de las personas entrevistadas han sido modificados para mantener su anonimato y se ha obviado citar páginas webs y redes sociales para proteger datos sensibles.

[16] Coalición política fundada en 2003 que habilitó el acceso a la presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015) y cuya fuerza mayoritaria es el Partido Justicialista.

[17] El barrio Pueblo Alberdi se encuentra emplazado en el sector este de la ciudad de Río Cuarto. Esta área, conjuntamente con Banda Norte, conforman las primeras extensiones de la trama urbana local. Separado del casco citadino por las vías del ferrocarril y la ex estación de trenes. En su dinámica interna existe una clara contraposición entre la parte fundacional y su periferia. De hecho, en el sector Alberdi es posible localizar, de un lado, el denominado “Alberdi Centro” donde se concentran los grupos poblacionales con mejor situación socio-económica y servicios urbanos, mientras que su sector más extenso se caracteriza por la presencia de familias en situación de vulnerabilidad social, cuyos trabajos son inestables, sus niveles de escolaridad bajos y la situación habitacional relativamente precaria. Justamente en el margen posterior, “al fondo” del sector Alberdi, se encuentra el denominado Barrio Previsión. El mismo ha sido históricamente estigmatizado y asociado a actividades ilegales.

[18] Los CIC’s funcionan a partir de la conformación de la Mesa de Gestión Local, un dispositivo participativo cuya estructuración no fue dispuesta mediante un manual o dispositivo normativo específico que determine sus pautas de funcionamiento, sino que ésta debe respetar la idiosincrasia y el capital social presente en cada uno de los lugares de referencia.

[19] Espacios locales de gestión del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que fueron instituidos  como delegaciones del organismo en provincias y municipios para facilitar el acceso a distintos programas y servicios que se encontraban bajo su órbita.

[20] Banco Popular Manos que Producen.

[21] Agrupaciones políticas filo kirchneristas.

[22] Expresión tomada de Cao, H., Rey, M. y Laguado, L. (2015). El Estado en cuestión. Ideas y política de la Administración Pública Argentina 1958-2015. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros.