Crítica y Resistencias. Revista de conflictos sociales latinoamericanos N° 6. Año 2018. ISSN: 2525-0841. Págs. 124 - 129

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Edita: Colectivo de Investigación El Llano en Llamas

Reflexiones críticas sobre el carácter predictivo de la Ciencia Política: traducción del Texto de Peter Levine ​"Por qué la Ciencia Política desestimó a Trump, y la teoría política lo predijo" [1]

Critical Reflections on the Predictive Character of Political Science: Translation of Peter Levine's Text "Why Political Science Dismissed Trump, and Political Theory Predicted It"

Carolina Rusca[2]

Resumen

El siguiente texto de Peter Levine fue publicado varios meses antes de la sorpresiva victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos en noviembre de 2016. Muchos intelectuales de izquierda (como Slavoj Zizek[3] o Nancy Fraser[4]), para entonces, advirtieron el profundo carácter conservador tanto de los análisis políticos, como de la propia elección demócrata, que no veían las aristas de la disputa que había en juego detrás de la figura escandalosa de Trump. El texto de Levine -tomado de referencia por intelectuales argentinos como Roberto Gargarella[5] tras la victoria definitiva de Trump- otorga elementos para pensar en la recuperación de la teoría política y en cómo puede aportar herramientas de mayor privilegio para el análisis de un sistema político en crisis, ante el cual la sola lectura de datos empíricos -como el caso de la ciencia política positivista- ha mostrado grandes falencias. En un contexto en el cual tanto en Argentina como en otros países dentro y fuera de la región, los encuestadores, procesadores de datos y estudiosos estadísticos parecen llevar la delantera del análisis político y la predicción de las elecciones, el anticipatorio escrito de Levine pone en cuestión esta primacía y muestra algunos puntos claves para explicar los sucesos habidos y por venir.

Palabras claves: Ciencia Política, Teoría Política, Elecciones, Trump.

Abstract

The following text by Peter Levine was published several months before Donald Trump's surprise victory in the U.S. election in November 2016. Many left-wing intellectuals (such as Slavoj Zizek or Nancy Fraser), by then, warned of the profound conservative character of both the political analyses and the Democratic election itself, which did not see the edges of the dispute behind the scandalous figure of Trump. Levine's text - taken as a reference by Argentine intellectuals such as Roberto Gargarella after Trump's definitive victory - provides elements for thinking about the recovery of political theory and how it can provide more privileged tools for the analysis of a political system in crisis, in the face of which the mere reading of empirical data - as in the case of positivist political science - has shown great shortcomings. In a context in which both in Argentina and in other countries within and outside the region, pollsters, data processors and statistical scholars seem to be at the forefront of political analysis and election prediction, Levine's proactive writing questions this primacy and shows some key points to explain the events that have occurred and are to come.

Keywords: Political science, Political theory, Trump, Elections.


Por qué la Ciencia Política desestimó a Trump, y la teoría política lo predijo[6]

Peter Levine[7]

Durante todo el verano y el otoño, politólogos y expertos en procesar datos afirmaron casi al unísono bajo la autoridad de sus predicciones que Donald Trump no iba a ninguna parte (Daniel Drezner tiene una buena síntesis al respecto[8]). Mientras tanto, varios teóricos políticos y filósofos políticos se alarmaron por Trump desde el principio (por ejemplo, Jason Stanley[9], y otros a los que sigo en las redes sociales). Parece que tenían razón, así que anotemos un punto para la teoría política. Pero este caso revela en realidad fortalezas y debilidades interesantes de dos maneras de pensar la política.

Las ciencias sociales empíricas se basan en datos, que son por definición del pasado (aunque a veces incluyen el pasado muy reciente, como las encuestas de la misma mañana). En la medida en que esto es predictivo, deriva de patrones o tendencias de lo que ya ha ocurrido. Se trata de una definición muy amplia que puede abarcar la investigación a cualquier escala, geográfica o histórica. Puede referir a una investigación que pretende ser descriptiva o predictiva del régimen existente y la estructura de poder, o análisis que apuntan a las posibilidades para un cambio radical. Por ello, es injusto estereotipar la ciencia política. Sin embargo, hay un estilo dominante de investigación sobre la política estadounidense que tiene las siguientes características:

- Se centra en el caso de Estados Unidos, presumiblemente porque las generalizaciones empíricas se hacen difíciles cruzando las fronteras nacionales. Trump me parece muy similar a los actuales líderes de la derecha europea. La ciencia política dominante podría explorar este parecido, pero sería muy difícil incorporar datos de Europa en un modelo predictivo de elecciones estadounidenses.

- Se limita a la historia política reciente, debido a que los modelos de resultados electorales que incluyen datos de tiempos lejanos son irrelevantes. Pero, como se reconoce a menudo, un estudio de las elecciones presidenciales desde 1960 o desde 1972 se basa en un número problemáticamente pequeño de casos. Así como las elecciones han cambiado esencialmente en los momentos decisivos de la historia estadounidense, así también pueden volver a cambiar.

- Descuida el significado de la retórica y la narrativa, porque los estudios empíricos sobre el impacto del discurso suelen arrojar resultados insignificantes. Por ejemplo, uno puede predecir los resultados de una elección presidencial basándose en las condiciones económicas unos meses antes. Del mismo modo, la centralidad de un discurso presidencial[10] casi nunca afecta a la opinión pública[11]. Tales investigaciones sugieren que la retórica y el posicionamiento ideológico no son importantes. Sin embargo, una mirada más amplia a las diferencias entre regímenes (y entre épocas de nuestra propia historia), hace que las ideas y los ideólogos vuelvan a verse como centrales.

- Descuida el impacto de los "pequeños grupos de ciudadanos reflexivos y comprometidos" de Margaret Mead, porque, tradicionalmente, la investigación empírica obtiene mayores efectos desde los cambios demográficos, las condiciones del mercado y otras fuerzas impersonales. Sin embargo, el encuestador Nate Silver calcula que Trump ganó sólo el 2.0% de la población adulta elegible en Iowa, 9.7% en New Hampshire, 6.5% en Carolina del Sur y 1.8% en Nevada. Por eso está ganando la elección. Silver añade: "Algunos seguidores apasionados pueden llegar MUY LEJOS".

- Toma la estructura básica del régimen como algo dado. Tenemos, para el caso, un sistema bipartidista con elecciones financiadas con fondos privados y un cierto espectro ideológico. Pero obviamente, el régimen podría -y probablemente debería- cambiar.

Aunque se puede estudiar el régimen actual empíricamente con un propósito crítico, creo que centrarse firmemente en la forma en que las cosas actualmente son está creando un sesgo en favor del status quo. La disciplina se vuelve conservadora. Theodore Lowi concluye su gran libro The End of Liberalism (1969, revisado en 1979) diciendo lo siguiente:

La ciencia política realista es una racionalización del presente. El politólogo no es necesariamente un defensor del status quo, pero el resultado es demasiadas veces el mismo, porque los que intentan describir la realidad tienden a reafirmarla. Enfocarse en el grupo, por ejemplo, es comprometerse con uno de los aspectos más rígidos del proceso social. El énfasis sobre el crecimiento también es apologético. La separación entre los hechos y los valores es apologética.

No se puede negar que la ciencia política pluralista moderna trajo ciencia a la política. Y eso es algo bueno. Pero no tenía que venir a costa de convertir la ciencia política en una disciplina apologética. Pero eso es exactamente lo que pasó... Al abrazar sólo los hechos, por encima de los procesos, la ciencia política moderna abrazó la omnipresencia. Al hacerlo, la ciencia política puso el rigor por encima de la relevancia (Lowi, 1979)[12].

Ahora, para ser claros, los politólogos no son apologistas de las elecciones de 2016, que la mayoría de ellos describirían como una pesadilla. Pero Lowi argumentaría que eran apologistas del sistema fundamentalmente inestable e indefendible que las produjo.

En comparación con los politólogos empíricos, los teóricos han estado más atentos a la posibilidad de eventos perturbadores, porque:

- Están interesados en el régimen, no sólo en el comportamiento y los acontecimientos concretos. Reconocen las contradicciones dentro del régimen que pueden anticipar un cambio radical.

- Tienen otros regímenes en mente, desde la antigua Grecia hasta la Italia fascista y más allá.

- Están muy en sintonía con las ideas y la ideología, y por lo tanto se dan cuenta rápidamente de que Trump podría tener un atractivo popular sin precedentes.

- No les gusta mucho el status quo. En lugar de pedir disculpas por ello, se apresuran a esperar e incluso celebrar su desaparición.

Sin embargo, estas preferencias pueden inducir a error. Es muy importante tener en cuenta los hallazgos de las ciencias sociales empíricas. De lo contrario, lo que uno quiere (o teme) puede teñir profundamente su interpretación de los eventos.

De hecho, puedo imaginar que la elección de 2016 reivindicará los modelos dominantes de la política estadounidense. Parece muy probable que Hillary Clinton derrote a Donald Trump, aunque con efectos limitados en las carreras de las posiciones más bajas de la boleta electoral, porque el país está sumamente polarizado en las líneas partidistas. Clinton sostiene opiniones políticas similares a las de casi todos los demócratas en el Congreso, por lo que las elecciones pueden consolidar su lugar central en la política estadounidense. Las críticas de izquierda de la variante Sanders entonces lucharán por la atención y la tracción. Sin embargo, una vez que la primera administración de Hillary Clinton se acerque a su fin, los demócratas habrán ocupado la Casa Blanca durante 12 años consecutivos, y la fatiga de los votantes puede empeorar, quizás agravada por una recesión. Los republicanos se darán cuenta de que pueden ganar con un candidato más dominante, como Romney. Ellos nombrarán a tal persona, y las partes rotarán como de costumbre, restaurando el sistema que conocemos.

Eso sigue siendo un escenario plausible. Pero también lo hace un realineamiento político, una crisis constitucional, o un colapso. Es a la teoría política a la que se debe recurrir para evaluar no sólo la posibilidad de tales acontecimientos, sino también su conveniencia.

En su libro más reciente, Public-Spirited Citizenship: Leadership and Good Government in the United States (2015, Transaction Publishers), Ralph Ketcham cuenta cómo destacados científicos políticos estadounidenses de principios del siglo XX condenaron la educación que adoptaba la forma de "sermonización y expostulación patriótica" (p. 105). La única alternativa que reconocieron fue un estudio riguroso, distante y desencantado de la política tal como era. En consonancia con ese objetivo, abogaron por la especialización y los conocimientos especializados. La ciencia política significó la formación de profesores y tecnócratas en el sistema actual. Ketcham aboga por una amplia educación liberal que sea "profunda", "integrada" y "radical". Pero los científicos sociales positivistas tienden a gravitar hacia la educación como entrenamiento empírico especializado para el status quo. Si uno espera navegar un tiempo como el nuestro, necesita hacer datos y modelos empíricos. Pero también se necesita un poco de profundidad y radicalidad.

Reflexiones críticas sobre el carácter predictivo de la Ciencia Política: traducción del Texto de Peter Levine ​"Por qué la Ciencia Política desestimó a Trump, y la teoría política lo predijo"

Carolina Rusca 


[1] Fecha de recepción: 29/03/2018. Fecha de aceptación: 11/06/2018

[2] Licenciada en Filosofía. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. CONICET.

[3] Cfr. por caso “El peligro de la seudo-actividad”, disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-314089-2016-11-13.html.

[4] Por ejemplo en “El final del neoliberalismo ‘progresista’”, disponible en: http://www.sinpermiso.info/printpdf/textos/el-final-del-neoliberalismo-progresista 

[5] http://seminariogargarella.blogspot.com.ar/2016/11/la-ciencia-politica-realista-como-una.html 

[6] Disponible en http://peterlevine.ws. Traducción: Carolina Rusca.

[7] Profesor e investigador en el Tisch College of Civic Life, Tufts University, Doctor en Filosofía, Oxford University.

[8] Cfr. Drezner, D. (26, febrero, 2016) “The real reason Donald Trump is winning: No one thought it was posible”. The Washington Post. Recuperado de https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/02/26/the-real-reason-donald-trump-is-winning-no-one-thought-it-was-possible/?noredirect=on&utm_term=.50e506bb405c 

[9] Cfr. Stanley, J. (12, octubre, 2015) “Democracy and the Demagogue”. Recuperado de https://opinionator.blogs.nytimes.com/author/jason-stanley/?_r=0

[10] La expresión usada por Levine es bully pulpit, común en la política norteamericana, acuñada por T. Roosevelt, para referirse al impactante alcance de un discurso presidencial (N. de la T.).

[11] Cfr. Linkins, J.: (27, junio, 2013) “Bully Pulpit Myth Reveals Limits Of Presidential Persuasion”. Huffpost. Recuperado de https://www.huffingtonpost.com/2013/06/24/bully-pulpit-myth_n_3492565.html 

[12] Los datos de la cita aparecen incompletos en el texto original (N. de la T.).